La
tarde del 4 de febrero, Luis de la Puente salió de su casa en la
diputación lorquina de El Consejero para dar su paseo de siempre por las
inmediaciones del río Guadalentín, que atraviesa Lorca y da nombre a toda su
comarca. Una zona de monte bajo y cañaveral, con los márgenes y los caminos muy
dañados todavía por la riada que a finales de septiembre se llevó la vida de
varias personas. Como telón de fondo, el castillo de Lorca, con su Torre
Alfonsina y la del Espolón, en la que los terremotos de 2011 dejaron una
cicatriz bien iluminada a aquellas horas por el sol poniente.
Al
pasar por el paraje de El Hornillo, Luis se fijó en una piedra cuadrada que
asomaba unos centímetros por encima del cauce removido del Guadalentín, en la
margen izquierda. Entonces dio unos cuantos pasos más para verla mejor; unos
pasos que le iban a hacer entrar en la Historia de Lorca. Con las últimas luces
del día pudo ver que aquella piedra tenía aristas: acababa de encontrar una
columna miliaria romana.
Foto cedida por el Ayuntamiento de Lorca |
Aquella
noche, al volver a casa, buscó el teléfono del Museo Arqueológico Municipal de
Lorca. Una institución que estos días está celebrando sus veintiún años de
vida, y que tiene que hacerlo en otras sedes porque el edificio está cerrado
desde la tarde de los terremotos. A las diez de la mañana su director, Andrés
Martínez, recibió la llamada, convocó a su equipo y recorrió de inmediato los cuatro
kilómetros y medio que separan el casco urbano del paraje de El Hornillo, aguas
arriba de la ciudad.
La
columna estaba prácticamente a ras de tierra. Salió chorreando y cubierta de
óxido. Antes de trasladarla se sacaron fotos in situ y se hizo un calco
provisional de las inscripciones grabadas en el fuste, hechas con letras
capitales de ocho centímetros: IMP CAESAR DIVI F - AVGVSTVS COS XI - TRIBVNIC
POTEST XVI - IMP XIIII PONTVFEX - MAXVMVS - XXXXVIII - X. Algo que para los
expertos del museo arqueológico viene a decir: "El emperador Augusto, hijo
del divino César; ha sido cónsul once veces; ha tenido la potestad tribunicia dieciséis
veces; lleva siendo Emperador catorce años; y es Pontífice Máximo". Unas
indicaciones que han permitido a los estudiosos datarla, por ahora, entre el 1
de julio del año 8 a.C. y el 30 de junio del año 7 a.C. Por su parte, el número
romano 48 marcaría la distancia a Cartago Nova expresada en la medida de la
época, la milia passum; esto es,
71'04 kilómetros. Y la equis del final, en realidad sería una V puesta encima
de una A, siglas de Vía Augusta. Como curiosidad, la palabra PONTVFEX en vez de
PONTIFEX parece ser un rasgo dialectal del latín que se hablaba en esta parte
de Hispania.
Desde
el museo, Andrés Martínez hace hincapié en que esta interpretación hay que
entenderla como provisional; la columna se encuentra en dependencias
municipales, y el proceso de secado ha obligado a colocarla de tal manera que
las letras no se pueden leer por completo en estos momentos.
La columna
miliaria de El Hornillo -pues éste es el nombre con el que se la ha bautizado-
es una estructura de piedra caliza, con algunos fósiles, de planta circular,
base cuadrada, 1.500 kilos de peso, 2'75 metros de altura y 0'53 metros de
diámetro.
Foto cedida por el Ayuntamiento de Lorca |
El
miliario más vinculado a la tradición lorquina es el de San Vicente: un mojón
de planta circular, también de la época de Augusto, de 2'35 metros de altura y
un diámetro de 0'53 metros. Permaneció durante muchos años en la esquina de una
casa en pleno casco urbano; sobre el capitel se colocó una estatua de San
Vicente Ferrer, que predicó sin éxito en la Lorca recién arrebatada a los
musulmanes. La tradición dice que el santo se marchó de la ciudad sacudiéndose
las sandalias para no llevarse consigo ni un grano de arena lorquina, y que,
para vengarse, los vecinos decidieron erigirle una estatua allí donde más polvo
levantaban los caballos al pasar. En 2000 la columna se llevó al Museo
Arqueológico Municipal, y en su lugar se colocó una réplica que ahora está
literalmente emparedada tras un andamiaje de madera, por las consecuencias de
los terremotos de 2011.
El
tercero de los miliarios de la época de Augusto apareció en 1997, en una finca
próxima a la diputación de La Hoya. Se trata de un fragmento de 0'68 metros de
altura y 0'53 metros de diámetro -una cifra igual a sus dos contemporáneos-,
que en ocasiones se denomina miliario del Hinojar.
En cuanto
a los dos miliarios de Diocleciano, el primero fue hallado en 1929 en el lugar
de Baldazos (La Hoya), y se encuentra en un museo de la ciudad de Murcia; es
una pieza de 1'64 metros y base de 0'43 x 0'32 metros. Mientras que el segundo
lo encontró en 1992 una mujer llamada Consuelo Espinosa en un paraje de la
pedanía de La Parroquia. Estaba partido en dos trozos; tiene una altura total de
2'25 metros y un diámetro de 0'53 metros.
La
Lorca romana -que se identifica con la ciudad de Eliocroca- estuvo muy
vinculada a la Vía Augusta, que entraba en el actual término municipal
proveniente de Totana (por Hinojar y La Hoya) y partía hacia Andalucía
bordeando el cauce del río Guadalentín. La huella de los romanos es visible en
numerosas villas como La Quintilla -muy próxima a El Hornillo- o las que hay en
las zonas de Cazalla o Altobordo; mientras que en Villar de Coy, en las
montañas lindantes con Caravaca, se encontró en 1959 una pequeña estatuilla de
Mercurio que forma parte asimismo de los fondos del Museo Arqueológico
Municipal..
El destino más probable del miliario de El Hornillo es dar la bienvenida al visitante, con sus compañeras de Hinojar, La Parroquia y San Vicente, en el vestíbulo del Museo Arqueológico Municipal, una vez que hayan acabado las obras de rehabilitación del inmueble. Los responsables del museo tienen previsto pedir permiso al Gobierno de la Región de Murcia para hacer prospecciones en la zona en la que ha aparecido el miliario, que depende de la Confederación Hidrográfica del Segura por tratarse del cauce de un río. Los investigadores quieren encontrar algún vestigio más de la Vía Augusta en esta zona; algo que también tiene en mente el descubridor de la columna, Luis de la Puente, a quien este hallazgo formidable ha despertado el gusanillo de la Arqueología, según sus propias palabras. Y es que no todos los días sale uno a dar su paseo cotidiano y vuelve a casa con un auténtico tesoro de más de dos mil años.
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