lunes, 17 de junio de 2013

Lorca: maestros con mayúscula

         En mi casa hemos tenido un fin de semana lleno de graduaciones. El viernes por la tarde, mi hija pequeña terminó el curso en la Escuela Infantil Municipal del Gato. Un acto que para mi familia supone un momento histórico, y que también forma parte de la pequeña Historia de Lorca, porque mi niña y sus compañeros de clase han sido la primera promoción de la guardería municipal.
         En sus dos años y medio de vida, mi hija ha pasado por tres guarderías. No es que la hayan echado, aunque es bastante trasto, sino que las circunstancias familiares nos han obligado a ello. Y esto nos ha permitido darnos cuenta del excelente nivel que tienen las profesoras, y las responsables de estos negocios.
         A los pocos meses de nacer, mi hija se fue con su hermano mayor a la guardería de Saprelorca, ubicada en el polígono industrial. En aquella época dependía de las mismas personas que llevan la guardería Anaïs. Un edificio recién inaugurado, espacioso, luminoso, regentado por gente muy seria. Tanto fue así, que cuando nos anunciaron que iba a cambiar la gestión, los padres nos movilizamos y tratamos de que la administración regional, la entidad de conservación del polígono y las dueñas llegasen a un acuerdo.
         Al curso siguiente anduvimos buscando otra guardería que nos quedase más a mano, porque yo ya no iba tanto por el polígono Saprelorca. Nos hablaron de Paqui y Federica, dos profesionales de la enseñanza que llevaban el centro L'Ecôle, junto a la rotonda de las Palmeras. Y ahí metimos a nuestros chavales, confiados por la experiencia de estas dos personas. Un sitio muy bien organizado, pulcro, muy serio, con un grupo de profesoras jóvenes pero muy competentes.
         Este curso que ahora se acaba mi hijo entró en el colegio, de manera que mi hija tuvo que afrontar sola la experiencia de un nuevo centro, de titularidad municipal: la Escuela Infantil Municipal ubicada en la zona del Gato; y, hasta este invierno, junto a los edificios del barrio de San Fernando. De hecho, es muy probable que la demolición de estas casas se haya convertido en uno de los primeros recuerdos de mi hija, porque en la semana escasa que duró el derribo definitivo no paraba de gritarle al tractor que dejase de empujar a las casas. Por desgracia, desde mayo de 2011 los niños lorquinos tienen en el recuerdo cosas que no deberían tener. Aunque, dentro de lo malo, es posible que les ayude a forjarse como personas con los pies en la tierra.
         Al matricular a mi hija en la guardería del Gato, tuvimos la gran alegría de saber que las personas que se habían hecho cargo del servicio eran Paqui y Federica, las responsables de L'Ecôle. Las profesoras eran diferentes, pero también gente joven y, sobre todo, unas profesionales excelentes. A nosotros nos tocó la seño Adriana. Una profesora responsable, inteligente, a la que hemos visto ponerse seria con los niños cuando hacía falta, siempre dándoles todo el cariño del mundo; una actitud que también hemos notado en el resto de trabajadoras del centro.
         En definitiva, tras nuestro paso como padres por los centros de Saprelorca (equipo Anaïs), L'Ecôle y El Gato, puedo decir que Lorca tiene un nivel muy elevado, de lo mejor, en sus guarderías.
         Hemos cerrado esta fase con alegría y una gran satisfacción, y hemos empezado la siguiente con la misma alegría. El próximo curso, mi hija acompañará a su hermano mayor en el ciclo de Infantil del colegio Ana Caicedo, que ayer domingo celebró su fiesta de fin de curso.
         Conocí este colegio de manera casual: en febrero de 2011 yo era el corresponsal de 7 Región de Murcia en Lorca y en la comarca del Guadalentín; una mañana me llamó un compañero para decirme que había un colegio que se llamaba Ana Caicedo que estaba desfilando por las calles, celebrando el Carnaval. Nos acercamos al sitio, preguntamos si había algún problema para grabar a los niños, y se me acercó una profesora, muy contenta, diciéndome que se llamaba Mari Ángeles Soler, que era la directora y que estaban encantados de que desde 7RM se le fuera a dar algo de publicidad al colegio.
         - Somos un centro nuevo y la gente todavía no nos conoce; tenemos profesores nuevos, las instalaciones se acaban de inaugurar, y además somos un colegio bilingüe, español-inglés.
         Precisamente aquellos días mi mujer y yo nos estábamos planteando en qué centro podríamos escolarizar a nuestro hijo, que el próximo curso iba a dejar la guardería. En la zona en que vivimos tenemos colegios muy buenos, como por ejemplo el Sagrado Corazón, pero aquella palabra, bilingüe, hizo que el colegio Ana Caicedo ocupase la primera posición. Tuvimos la suerte de que nos aceptaron la matrícula, y hemos visto cómo nuestro hijo maduraba e iba aprendiendo de un día para otro.
         En español y en inglés.
         Hace un par de semanas mi hijo salió de clase con la cara pintada de vaca, y me preguntó -como hacen los niños cuando ya se saben la respuesta:
         -  Papá, ¿cómo se dice vaca en inglés?
         - ¡Cou! -respondí.
         Entonces el niño me miró con severidad y pronunció un cow que convirtió la O en una especie de AU, mientras la C también adquiría tonos propios de estar tomando el té con la reina Isabel. Por unos instantes recordé aquel monólogo de Gila en París, cuando está leyendo un cartel:
         - Calle de Lafayete.
         Entonces se me acercó un enano así, con una gorra y me dijo:
         - Lafayé.
         - La falló tu madre, enano. Te pego un guantazo...
         Bueno; pues eso. Una excelente educación bilingüe, aunque el neandertal de su padre a veces no lo sepa apreciar. Que, por cierto, y por si alguien me puede echar una mano: mi hijo lleva dos días agarrando una pata de pollo de plástico y diciendo que en inglés se llama caloja...??
         Como decía al principio del artículo, ayer domingo echamos la mañana en el Ana Caicedo, celebrando la fiesta de fin de curso. Llegamos a mediodía, y el primero al que me encontré fue a José Ruiz Montalbán, el Monty, una persona que se ha recorrido los cinco continentes, y creo que la Antártida también, y que parece habérselos recorrido al mismo tiempo, porque siempre me lo encuentro en todos los fregaos. En esta ocasión estaba al mando de un piquete de El Gigante, porque fueron los responsables de animar la fiesta por la mañana.
         Además de ser un colegio nuevo, el Ana Caicedo no para de crecer. Hace pocos días se inauguró la pista deportiva: una explanada inmensa ubicada en uno de los extremos del patio, con una cubierta de metal grande y alta, bajo cuya sombra generosa nos congregamos cerca de un centenar de padres, hijos y abuelos. A media mañana recibimos la visita del concejal de Educación, Francisco Montiel, que además de ser una persona excelente es un gran trabajador: a pesar de ser domingo, quiso compartir unos momentos con nuestra comunidad escolar, y luego se marchó a acompañar a los vecinos de diversas pedanías -Torrealvilla, Hinojar-, que estaban celebrando sus fiestas patronales. Un ejemplo de político que sirve a los demás, en vez de servirse de ellos.
         El esfuerzo de la dirección del colegio, y de la asociación de padres, con el eficiente David Lario a la cabeza, logró que pasáramos una velada más que agradable. Colocamos mesas largas a la sombra -digo colocamos como miembro del colectivo, porque yo no moví ni un dedo-, y nos pusimos morados a arroz y pavo, y aquí sí que puedo incluirme en el plural. Luego, por la tarde, Sara Carrasco, mi mujer, entretuvo a los chavales con una serie de juegos. Ella estudió técnico de animación sociocultural, Tasoc, aunque luego la vida la llevó por otros caminos, pero -y me vais a perdonar estos elogios domésticos- se le da muy bien entretener a los chiquillos. Entre los numerosos oficios que ha desempeñado en la vida, fue la actriz que le daba vida al Pájaro Loco en Port Aventura, y una cosa así imprime carácter. En un momento dado tuvo a cerca de cuarenta chiquillos los unos jugando al twister, los otros pintando en un rollo de papel extendido a la sombra.
         Entre unos y otros, pasamos una tarde agradable y agotadora, que nos dejó molidos pero muy contentos.
         Y termino este artículo hablando de una tercera graduación, porque Sara ha tenido su propia fiesta académica. El año pasado comenzó a estudiar un ciclo formativo en el CIFEA, la conocida Granja de Lorca. Yo conocía el centro como periodista; había asistido a cursos de seguridad en el tractor, paradas de sementales, presentaciones de caballos de pura raza, e incluso fui alumno de un cursillo de apicultura; gracias a mi mujer, he llegado a conocer bien la tramoya del centro. Invernaderos, corrales de ovejas, cabras, caballos, chatos murcianos, pavos... campos de cítricos, de melocotones... un verdadero centro de referencia a nivel estatal.
         En definitiva, y por citar solamente lo que he conocido en persona, los que vivimos en Lorca tenemos la inmensa suerte de poder dar los primeros pasos con el equipo de Anaïs, el de L'Ecôle o las profesoras del Gato; luego podemos entrar en colegios dinámicos como el Ana Caicedo... y terminar estudiando una FP en un lugar como la Granja. Los tiempos son duros, pero, desde luego, nuestros niños y jóvenes lorquinos salen con la mejor formación a la que se puede aspirar.

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