Lorca acaba de multiplicar por tres su capacidad de procesamiento de residuos, con la puesta en marcha de una nueva línea de selección de basura en la planta de Barranco Hondo. Esta mañana, el consejero de Presidencia Manuel Campos, el alcalde de Lorca Francisco Jódar, y la concejala de Servicios Sociales de Totana María José Bedia, entre otros, se han desplazado hasta la planta para verla en funcionamiento.
He dicho entre otros, pero la expresión no consigue transmitir lo que había esta mañana en aquellas instalaciones. Me pregunto de dónde saca la gente tanto tiempo libre, o, peor aún, por qué abandonan sus despachos durante buena parte de la mañana para venir a darse un paseo por un vertedero. Esta mañana nos hemos juntado más de sesenta personas, entre políticos, técnicos, periodistas, empresarios y demás. Los de Limusa han organizado un servicio de microbuses lanzadera para evitar que los caminos del basurero se convirtieran en una réplica de la ronda de San Fernando, ahora que está cortada por obras, aunque sin papás y mamás en todoterreno.
Bueno. La instalación está muy bien, y convierte a Lorca en un punto fundamental para el procesamiento de residuos de toda la comarca. Además de la ciudad, con su inmenso término municipal, la planta de Barranco Hondo va a recoger y tratar los desperdicios de Águilas, Aledo, Alhama, Librilla, Fuente Álamo, Puerto Lumbreras y Totana. Pero mucho ojo, que esto no significa que nos vayamos a convertir en el basurero de la mitad de la Región, porque los modernos vertederos ya no son una super piscina llena de porquería, sino una verdadera fuente de riqueza que, además, evita la emisión de gases tóxicos y el vertido de aguas y productos químicos en la Naturaleza.
La primera fase de esta planta ha sido posible gracias a una inversión de 3'6 millones de euros llevada a cabo por el Gobierno regional. El mecanismo, en teoría, es muy sencillo: en muchos hogares ya reciclamos plástico, vidrio, papel, pilas, cartón, aluminio, y demás. Y lo echamos todo en los contenedores. Sin embargo, sigue habiendo un porcentaje importante de materiales que se podrían reciclar, pero que acaban en el cubo de la basura junto a los restos de carne, los pañales, la verdura y demás. Además de la gente que no se molesta en reciclar, siempre se escapan cosas. Se te ha llenado de moho una naranja dentro de la bolsa, y echas todo el paquete en el cubo. O vas a merendar al campo y echas toda la basura en el bidón que hay en el merendero, porque no te vas a llevar la lata de mejillones abierta en la mochila. Mil cosas.
Todos estos restos no reciclados entran por una punta de la cinta transportadora, y van siendo seleccionados. En un punto se elimina lo que pesa demasiado -unas piedras o un escombro que alguien ha metido en la bolsa-, luego se retiran los plásticos, más allá un imán absorbe las latas y las echa por otro lado... también se aprovechan determinados residuos orgánicos que se convierten en compost, esto es, en una clase de abono para las plantas.
La planta es capaz de procesar 30 toneladas de residuos a la hora. La otra cara de la moneda es que aumentará la vida de los vasos de vertido, es decir, de las piscinas aisladas donde se echa la basura que no se puede reciclar, ya que ahora el volumen de esa masa de desperdicios será mucho menor.
Otro factor fundamental es que, según sus responsables, las nuevas instalaciones mejoran la seguridad e higiene de los trabajadores.
Por si queréis una información más detallada, desde Limusa nos explican el procedimiento exacto. Esto es lo que pasa con la bolsa de basura que echamos en el contenedor:
1. El camión de la basura echa todos los residuos en un foso
2. Una pala cargadora coge los residuos del foso y los va echando en una cinta transportadora
3. Cuatro trabajadores van recibiendo el material de la cinta transportadora y hacen una primera selección manual: retiran los objetos voluminosos -alguien que ha echado una barra de cortina-, así como la chatarra, vidrio y cartón, que van dejando cada uno en su contenedor.
4. La cinta transportadora sigue con el material que los operarios no han retirado, y entra en una máquina que se llama trómel. Es un gran cilindro que va dando vueltas. Ahí dentro se rompen las bolsas de basura con unas cuchillas, y hay una especie de cedazo que clasifica los residuos de gran tamaño y de poco tamaño. Según midan más o menos del tamaño de selección (80 mm), siguen por un sitio o por otro.
5. Los de pequeño tamaño -fracción de finos- van a otra cinta transportadora.
5.1. Un aparato magnético retira los que contengan acero y los almacena en su lugar.
5.2. El resto será casi todo material orgánico, que se llevará a una explanada de hormigón para convertirlo en compost.
6. Los de mayor tamaño continúan por la misma cinta transportadora y llegan a un segundo punto de control humano: ahí otros 4 operarios volverán a inspeccionar el contenido de la cinta e irán retirando, y depositando en su lugar, los plásticos, cartones, y demás.
7. La cinta transportadora sigue su camino llevando el material que ha sido rechazado tres veces -dos controles humanos y el cilindro trómel-; pasará por debajo de un rodillo magnético que elevará los residuos que contengan acero y los echará en el lugar adecuado.
8. Lo que sobre se almacenará en unos contenedores que serán prensados, y quedarán unas balas de basura no reciclable que se almacenarán en el lugar adecuado.
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