Ayer, 19 de abril, hizo 70
años de la insurrección de los judíos del ghetto de Varsovia, y leyendo un poco
sobre el tema he encontrado una información conmovedora.
Sin duda recordaréis la foto
del niño caminando asustado entre los nazis, manos en alto. Se ha convertido en
un icono de la maldad humana, del infierno nazi y de la fragilidad de los
niños, las víctimas más débiles e inocentes de todas las guerras y las miserias
de los humanos.
La primera pista sobre la
identidad de este niño me la dio el Foro de la Segunda Guerra Mundial, una
comunidad muy seria y muy bien documentada sobre estos temas. Navegando por
Internet y consultando otras webs he descubierto que el niño del ghetto fue
identificado, y, lo más maravilloso: parece que logró sobrevivir al Holocausto.
Según diversas fuentes, se
llamaba Artur Siemiatek, provenía de Lowicz (Polonia) y en el momento de la
insurrección -y por tanto de la foto- tenía 8 años. Una edad en la que se es
perfectamente consciente de los peligros, del sufrimiento y de todo; una edad
en la que no puedes hacer absolutamente nada para protegerte del odio, la violencia,
la ira... y sólo te queda esperar que, de alguna manera, cese el horror que te
rodea, que no te mereces y que no sabes por qué se ha cebado en ti y en la
gente a la que quieres.
Artur tenía 8 años y ya
sabía lo que era el hambre, las enfermedades, el sufrimiento, la pérdida de su
pequeño mundo en su aldea natal y la llegada a aquel espacio horrible que fue
el ghetto, en cuyo interior miles de judíos lograron mantener, pese a todo, su
dignidad.
El 19 de abril de 1943, la resistencia
de los judíos de Varsovia se convirtió en una verdadera insurrección armada que
a los nazis les costó dos meses sofocar. Sólo pudieron vencer a base de
incendios y bombazos, aplicando técnicas de guerra contra aquel puñado de
ciudadanos muertos de hambre y prácticamente desarmados.
Tras el desmantelamiento del
ghetto, al niño de Varsovia aún le quedaba una larguísima estancia en campos de
concentración. Algunos dicen que fue a Bergen-Belsen, donde muchos prisioneros
morían de inanición; donde los aliados encontraron enfermedades y plagas que no
se recordaban en Europa desde la Edad Media; y donde murió otro símbolo de la
infancia devastada, la judía alemana Ana Frank. Se dice que tras la guerra pasó
a los Estados Unidos con alguien de su familia. Su sufrimiento, su cara de
espanto y de incomprensión seguirán sobrecogiendo a las personas durante muchas
generaciones.
Muy interesante!!
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