sábado, 20 de abril de 2013

Artur, el niño del ghetto


Ayer, 19 de abril, hizo 70 años de la insurrección de los judíos del ghetto de Varsovia, y leyendo un poco sobre el tema he encontrado una información conmovedora. 

Sin duda recordaréis la foto del niño caminando asustado entre los nazis, manos en alto. Se ha convertido en un icono de la maldad humana, del infierno nazi y de la fragilidad de los niños, las víctimas más débiles e inocentes de todas las guerras y las miserias de los humanos.
 

 
La primera pista sobre la identidad de este niño me la dio el Foro de la Segunda Guerra Mundial, una comunidad muy seria y muy bien documentada sobre estos temas. Navegando por Internet y consultando otras webs he descubierto que el niño del ghetto fue identificado, y, lo más maravilloso: parece que logró sobrevivir al Holocausto. 

Según diversas fuentes, se llamaba Artur Siemiatek, provenía de Lowicz (Polonia) y en el momento de la insurrección -y por tanto de la foto- tenía 8 años. Una edad en la que se es perfectamente consciente de los peligros, del sufrimiento y de todo; una edad en la que no puedes hacer absolutamente nada para protegerte del odio, la violencia, la ira... y sólo te queda esperar que, de alguna manera, cese el horror que te rodea, que no te mereces y que no sabes por qué se ha cebado en ti y en la gente a la que quieres.


Artur tenía 8 años y ya sabía lo que era el hambre, las enfermedades, el sufrimiento, la pérdida de su pequeño mundo en su aldea natal y la llegada a aquel espacio horrible que fue el ghetto, en cuyo interior miles de judíos lograron mantener, pese a todo, su dignidad.


El 19 de abril de 1943, la resistencia de los judíos de Varsovia se convirtió en una verdadera insurrección armada que a los nazis les costó dos meses sofocar. Sólo pudieron vencer a base de incendios y bombazos, aplicando técnicas de guerra contra aquel puñado de ciudadanos muertos de hambre y prácticamente desarmados. 

Tras el desmantelamiento del ghetto, al niño de Varsovia aún le quedaba una larguísima estancia en campos de concentración. Algunos dicen que fue a Bergen-Belsen, donde muchos prisioneros morían de inanición; donde los aliados encontraron enfermedades y plagas que no se recordaban en Europa desde la Edad Media; y donde murió otro símbolo de la infancia devastada, la judía alemana Ana Frank. Se dice que tras la guerra pasó a los Estados Unidos con alguien de su familia. Su sufrimiento, su cara de espanto y de incomprensión seguirán sobrecogiendo a las personas durante muchas generaciones. 

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