El
Encuentro Tuitero "Caballos del Vino" iba a consistir en una ruta cultural
por Caravaca, incluyendo, por supuesto, la Basílica-Santuario de la Vera Cruz. Estábamos
citados a las 11 y media de la mañana del sábado 13 de abril en un sitio llamado Salones Castillo del
Vino, un lugar cuyas cocinas serían capaces de derrotar al mismísimo Obélix.
Llegué
a Caravaca, me perdí, renuncié a parte de mi hombría preguntándole la dirección
a una persona, y finalmente aparqué el coche junto a los salones a las 11 en
punto. Ahí ya había una persona esperando.
- Pipa
Gozalbes.
-
Antonio Beltrán. Gosálbez es un apellido muy de mi pueblo.
- El
mío es Gozalbes, primero la zeta.
- También
conozco algún Gonzalves.
- Sin
la N, sólo Gozalbes.
- ¿González?
Quizás
el amigo Pipa había previsto alguna dificultad parecida, porque en ese momento
llegaron los refuerzos: su hermana, Bego. Dos Gozalbes contra uno. Ella,
además, lo llevaba escrito en una tarjetita de plástico prendida a su vestido: @BeGo_zalbes.
Tras
hurgar en una bolsita me dieron a mí una tarjeta similar, con el logo del
pájaro de Twitter llevando un pañuelo caballista y mi propio nick:
@antoniombeltran
- Así
podemos conocernos -me dijo mientras empezaba a repartir tarjetas. Acababa de
llegar un minibús fletado por la organización para trasladar a los tuiteros que
venían de Murcia. Hubo reparto de tarjetitas, besos, apretones de mano... y
estuve a punto de ser desenmascarado allí mismo y enviado de vuelta a mi casa
desactualizada. Porque, todos a una, empezaron a sacar sus teléfonos móviles,
iPhones, iPads y demás hijos del siglo XXI, mientras que yo vaciaba los
bolsillos de mi chaleco e iba sacando una libreta de notas, un boli bic, una
cámara de fotos y un Nokia capaz de atravesar el suelo de un golpazo, pero cuya
función más avanzada es la pequeña linterna led que lleva en la parte superior.
Me faltaban manos y cuentas de Internet, porque no tengo Instagram, ni canal
YouTube, y mi cuenta de Facebook es algo que escondo vergonzosamente rezando
por que no la encuentre ningún director de Recursos Humanos.
Mientras Txema Campillo @txemacg
nos enseñaba la batería accesoria de su móvil, que se recarga con energía solar
-no esperábamos otra cosa de un periodista científico-, yo abrí el maletero del
coche fingiendo que buscaba algún dispositivo parecido y me saltaron encima media
docena de bolsas de la compra, que le había prometido subir del garaje a mi
mujer y que se iban a pasar el día entero al sol.
Montamos en el microbús, nos
dirigimos al centro del municipio. La primera parada de la visita era el
Templete. Un monumento precioso, elegante, rodeado de agua por todas partes y
que tiene una misión esencial en la Fiesta de los Caballos del Vino, como luego
explicaré.
Cogí la cámara de fotos,
apunté... y pasó lo que me había estado temiendo. Unas sirenas, un escándalo, y
dos camiones de Bomberos pasando a toda velocidad. Eso les pasa por invitar a un periodista de sucesos, pensé. Y si llega a venir Alejo Lucas, hay que
evacuar la ciudad entera. Por suerte todo se quedó en agua de borrajas.
Los servicios de emergencia, siempre atentos |
Y hablando de agua. Salvador Gómez, el teniente de alcalde, me explicó la historia del Templete y logró que me enamorase de ese enclave de caminos, o de acequias. Si le entendí bien, resulta que el Templete es el lugar donde confluyen las acequias principales de Caravaca: la de Mairena y la del Marqués; y, de hecho, el monumento cuenta con un vaso inferior donde ambas aguas se mezclan. Es el lugar en el que se sumerge la Vera Cruz, para que de esta manera, según los creyentes, su influencia alcance a todos los campos, cosechas y hogares del municipio. También es un lugar muy querido por los enfermos y los impedidos, que pugnan por mojarse en sus aguas tras la ceremonia del Baño de la Cruz.
En la crónica anterior os conté por encima cómo llegó la Vera Cruz a Caravaca, provocando la conversión de la ciudad al Cristianismo de manera milagrosa. Junto a la crónica religiosa está además la histórica: ésta nos cuenta que, amparados por la Vera Cruz, las tropas cristianas de Fernando III el Santo se enfrentaron a las huestes musulmanas del sultán Ceyt Abuceyt. Tras la derrota de los musulmanes, la Cruz fue llevada con toda ceremonia hasta la confluencia de las acequias, donde hoy está el Templete, y fue sumergida. De allí se la llevó -y se la sigue llevando- a la iglesia del Salvador, donde en estos días queda expuesta a la adoración de los ciudadanos.
En el Templete tomó la
palabra la guía Paloma Godínez, que nos explicó que, en el siglo XIII, hubo una
plaga de langostas que afectó a ciudades tan distantes como Lorca y Totana; sus
ciudadanos pidieron a los caravaqueños la intercesión de la Vera Cruz. Se
purificaron las aguas, se regaron las cosechas y miles de personas pudieron
escapar del hambre y de la muerte.
Dejé
atrás el Templete notando que en su época también había recortes; me pareció
que las partes más antiguas eran de piedra y las modernas de yeso. Cruzamos la
Corredera y entramos en la iglesia de la Purísima Concepción: un edificio hecho
por los moriscos, que habían dejado su huella, especialmente, en el techo de
madera labrada con figuras geométricas. Como sabéis, su religión prohíbe
representar la forma humana. Ellos se lo pierden, porque junto al altar había
una Virgen obra de Francisco Fernández Caro, uno de los discípulos más
adelantados de Salzillo. Que, por cierto, parece ser que tomó como modelo a una
chica a la que vio cuando iba a coger agua.
Techo morisco en la iglesia de la Concepción |
Caravaca
le ha dado nombre nada menos que a una cruz; pero la ciudad está vinculada
además a otra cruz, la de Santiago, por la importancia que tuvo esta orden
militar desde la Reconquista hasta las desamortizaciones laicas del siglo XIX.
Nuestra guía nos llevó al Palacio de la Encomienda, que también se conoce como
la Casa de la Tercia. Un edificio cuyo poder se aprecia ya desde el umbral,
porque cuenta con medias columnas, un símbolo de ostentación que estaba
reservado a la Iglesia y la Orden de Santiago. Los burgueses podían demostrar
su poder con las pilastras, uno de los símbolos del Barroco caravaqueño. Algunos
se atrevieron a adornar sus balcones con columnas romanas. Aunque el signo más
original son las muescas triangulares que le hacían al ladrillo de cara vista
de las fachadas.
Columna romana en una casa actual |
Muescas típicas |
Por
cierto, que en nuestra ruta tuitera nos encontramos, por fin, con el primer
caballo: el Caballo de Ladislao, con más kilómetros a sus espaldas que las monturas
de los templarios. La primera montura para generaciones de caballistas.
Junto
a la Orden de Santiago, hay que hacer una referencia al papel de los jesuitas,
que partieron desde Caravaca a evangelizar las Américas, llevándose consigo la
referencia a la Vera Cruz. Los jesuitas tuvieron una importancia capital hasta
que Carlos III ordenó su expulsión de España a finales del siglo XVIII. Dejaron
atrás una iglesia y un complejo religioso que en 2003 el Ayuntamiento compró
parcialmente para dedicarlo a exposiciones y conciertos.
Santiago,
San Ignacio de Loyola... y Santa Teresa de Jesús. La santa de Ávila tuvo una
importancia fundamental en la fundación del Convento de las Carmelitas, junto a
la iglesia de San José.
Salimos
extramuros y nos encontramos con la iglesia del Salvador. Un templo majestuoso,
cuyas columnas robustas se elevan hasta el punto que nos da la impresión de
haber entrado en una catedral. Un lugar que llama al recogimiento y, al mismo
tiempo, sobrecoge por su grandeza y solemnidad.
Columnas en la iglesia del Salvador |
Empezamos
a subir en dirección a la Basílica-Santuario y nos encontramos con otro antiguo
templo desconsagrado: la iglesia de la Soledad, que actualmente acoge el Museo
Arqueológico. En esta suma de siglos que nos encontramos por todas partes, el
dintel de la puerta principal de esta antigua iglesia extramuros es una lápida
romana que hace referencia al municipio de Asso.
Vamos
subiendo, con el recinto del Santuario sobre nuestras cabezas, pero hacemos una
pausa para escuchar a un caballista que se llama José Francisco y que, además,
es el concejal de Festejos.
Él nos explica el
significado de los Caballos del Vino. Resulta que la víspera del 3 de mayo
-aniversario de la llegada milagrosa de la Vera Cruz-, los caballistas subían
el vino hasta el Santuario, para sumergir la reliquia y purificar el líquido
que luego se aspergía por las cosechas. Supongo que los mozos se picarían para
ver quién llegaba antes al Santuario, y de ahí vino una tradición de siete
siglos.
La Carrera, desde arriba |
El siglo XXI ha llegado en
forma de una tecnología que permite cronometrar con exactitud el momento exacto
en que el caballo comienza la Carrera y cuándo la termina, porque el triunfo se
mide en décimas de segundo. También se inspecciona si los cuatro caballistas
que acompañan al animal han permanecido sujetos a las riendas todo este tiempo,
porque si uno solo se suelta la Carrera de su peña ya no es válida. El otro día
calculábamos que, para recorrer los 80 metros en un tiempo ganador, hay que
rozar los 8 segundos. Esto es, hay que llegar casi a los 40 kilómetros por
hora, partiendo de cero y en cuesta arriba.
Inicio de la Carrera |
El concejal de Festejos de Caravaca,
o mejor dicho el tuitero @JoseFcoViejo, o mucho mejor dicho, José Francisco el
caballista, nos explica todo esto. Y entonces ese pequeño repecho entre pinos se
carga de repente de magia y de sentimiento, y nos parece estar escuchando las
arengas, las voces, los aplausos y ese grito ritual, ¡Caballo en carrera! que divide la muchedumbre como si se tratase de
una cremallera blanca y roja que se abre lo justo para que pasen los
caballistas.
Exterior de la Basílica-Santuario de la Vera Cruz |
Paloma, nuestra guía
municipal, nos cuenta que el interior del edificio es muy austero; lo comenzó
Fray Alberto de la Madre de Dios, pero murió sin ver acabada la obra. Entonces
se hizo cargo de ella José Vallés, uno de los constructores de la Ex Colegiata
de Lorca, que llegó a la fachada y la dotó de todos los adornos y artificios
del Barroco, centrados todos en la idea de la ascensión al Cielo.
El Santuario está construido
sobre una capilla medieval, ubicada a su vez en una pequeña construcción
militar de los musulmanes. En 1998, Juan Pablo II le concedió el privilegio de acoger
un Año Jubilar -Año Santo- a perpetuidad; algo que sólo pueden celebrar Roma,
Jerusalén, Santiago de Compostela y otras dos ciudades en todo el mundo. El Año
Jubilar Caravaqueño se celebra cada siete años, y el próximo será 2017.
El cardenal Ratzinger acudió
al Año Santo Caravaqueño en 2003; más tarde, convertido en Benedicto XVI, elevó
el templo a la categoría de Basílica Menor. En cuanto al papa Francisco, siendo
jesuita como es, y vista la importancia de la orden de San Ignacio en
Caravaca... tendría una excusa perfecta -si es que los Papas necesitan excusa-
para venir a Caravaca y rezar ante la Vera Cruz en el próximo Año Jubilar
Caravaqueño.
Interior de la iglesia del Salvador |
...y, de paso, acercarse a
Lorca a reconfortar a una ciudad que quizás para esa fecha ya esté recuperada...
En la capilla de la Vera Cruz
está prohibido sacar fotos, por una elemental muestra de respeto hacia la gente
que reza ante la reliquia. A pesar de ello, una mujer saca el móvil
clandestinamente y dispara un flash que nos molesta a quienes estamos allí,
recogidos, en penumbra. Un vigilante la amonesta, pero la mujer, una turista
inglesa, esboza una sonrisa estúpida y se marcha con su foto clandestina. Es
una pena que lo único que se va a llevar de la visita a la Vera Cruz sea una
foto movida y borrosa, y un reproche.
La Vera Cruz sobrecoge. Yo
no soy una persona religiosa, pero es imposible no sentir algo especial en
presencia de ese relicario. Aunque sólo sea la fuerza de los millones de
personas que llevan siete siglos viniendo al Santuario, postrándose ante esa
reliquia que para los creyentes contiene tres astillas de la Cruz donde fue
crucificado Jesús. Permanezco en la capilla unos minutos, hasta que nos indican
que el recorrido debe continuar, y me prometo que volveré a visitarla más de
una vez.
Salimos. Bajamos. Estamos llegando al final de la visita. Entramos en la Casa de los Uribe, un edificio del siglo XVI que ahora acoge el Museo de la Fiesta, y veo por vez primera un caballo enjaezado, con sus caballistas, en un modelo que preside la sala principal del museo. Un arte muy parecido al de los bordados lorquinos -ha salido, en parte, de las mismas manos-, pero al mismo tiempo muy particular. Único. Me recreo con los mil detalles de los diseñadores. Estampas religiosas. Rostros de caravaqueños de hoy en día. Imágenes de la vida cotidiana, algunas incluso desenfadadas aunque de ninguna manera irreverentes. Sólo faltaba eso.
También veo la bota artesana, tosca pero elegante por esa misma rusticidad, que se utilizó durante muchísimos años para llevar el vino bendecido y echar una porción en las calderas de cada uno de los barrios. En 1971 se decidió embotellar el vino. La Real e Ilustre Cofradía de la Santísima y Vera Cruz explica que este año, a principios de mes, se procedió al embotellado en las Bodegas San Isidro, de Jumilla. El acto consistió en echar una porción del vino bendecido de 2012 en una barrica llena, que sólo se usa para ese fin. Para los creyentes, el contenido de la barrica se purifica; luego se embotella a mano y se distribuyen las botellas.
Ponen un vídeo con la fiesta. Prescindo de verlo; no por nada, sino porque pude ver la Fiesta de los Caballos del Vino en más de una ocasión, a través de 7 Región de Murcia. Prefiero pasear por la zona. Veo un verdadero foso, lamentablemente lleno de basura y con algunas piezas históricas. Veo una calle túnel por la que no me atrevería a entrar ni en moto. Veo que mi coche, que imaginaba aparcado a la otra punta del municipio, está a menos de cien metros de donde nos encontramos, porque la ruta turística ha terminado a los pies de los Salones Castillo del Vino.
Pienso que la visita está a punto de terminar, pero aún falta el fin de fiesta. La traca final. Bajamos al centro de Caravaca y nos sumergimos en la Fiesta del Cristiano. Caballeros de San Jorge, de Santiago, de San Juan... Templarios, Almogavares... todo el municipio es una fiesta donde la cerveza corre por litros y el embutido por metros. Compro en una pastelería unas yemas típicas a un precio típico -típico de turista del petrodólar-, me protejo como puedo de un sol de justicia, de batalla manchega en mitad del campo, y disfruto viendo la elegancia y la belleza de las chavalas de Caravaca. No sólo son guapas, sino que además se visten bien.
Ha llegado la hora de comer.
Antonio, y su equipo de los Salones Castillo del Vino, nos ha preparado una
comida degustación. Pero de las de verdad. Sin nitrógeno líquido ni platos
deconstruidos. Mis compañeros tuitean y se rifan un enchufe para conectar sus
aparatos de última generación mientras yo me consuelo encendiendo y apagando la
linternita de mi Nokia. Me siento junto a Aurora @Aurora_Pastor, Ana @HitaVelasco,
Txema @txemacg, Diego @diegogarnes, Ricardo @RicardoJMolina, David @CanovasDavid, Víctor @vicsoriano...
Pongo los nicks para que los
sigáis, porque en el breve rato que compartimos me parecieron gente maja e
interesante. Desde luego, hice bien en acoplarme a este Encuentro Tuitero, con
mis 1.300 seguidores -selectísimos, pero a años luz de los followers de los
demás-, mi móvil linterna y mi libreta, que para más inri se estaba quedando
sin hojas en blanco.
Os hablaré del menú,
arriesgándome a que mi mujer entre en Guadaldía y me tenga dos meses a pan y
agua. Pipirrana, con su tomate, su huevo y sus olivas. Unas croquetas grandes
como un iPhone. No sé cuántos platos de embutidos. Una tapa de arroz caldoso.
Una tapa de migas, bueno tres o cuatro. No sé. Llegó un punto en que perdí la
cuenta de lo que iba y venía. Recuerdo una brocheta que colgaba en vertical
sobre un plato de huevos fritos y patatas a lo pobre. Una tarta contundente.
Con deciros que ni siquiera pude probar las torrijas. Me faltaba espacio. Me
tomé un café para espabilarme un poco, porque me iba a tocar volver a Lorca en
coche, aunque iba a hacer una parada en el camino para saludar a José Luis @jlcaneja.
¡Chachooo...!! |
Os animo a todos a que ayudéis a que la Fiesta de los Caballos del Vino, de Caravaca, sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco. Y os emplazo a que el día 3 de mayo -toda la jornada, pero en especial entre las 7 de la mañana y las 12 del mediodía- entréis en Twitter y difundáis la etiqueta #CaballosdelVino, a ver si logramos que sea trending topic nacional. Qué pijo, internacional si puede ser.
Un saludo. Espero que esta
crónica, distendida pero veraz, os haya animado a conocer -los que no lo
conozcáis- y difundir los valores de la Ciudad de la Cruz y su Fiesta de los
Caballos del Vino. Y seguro que nos veremos, en la capilla de la Vera Cruz, a
la sombra de los pinos de la Carrera, pasando bajo el arco, refrescándonos en
el Templete... o jugando con los críos en el Caballo de Ladislao.
#The_End
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