El
texto dice, más o menos: Algunos dirán
que la huelga no está politizada, pero hemos recorrido la manifestación y hemos
visto profusión de banderas republicanas. A renglón seguido aparecen las
primeras imágenes, comienza la voz en off del periodista que locutó la noticia...
y de repente se escucha de fondo la voz de Carmen diciendo que no está de
acuerdo en absoluto con la entradilla que le han hecho leer.
Este
episodio va más allá del despiste de la presentadora al hablar con el micrófono
abierto; entraríamos en la deontología. ¿Tiene
derecho un medio de comunicación a exigirte que transmitas una noticia con la
que no estás de acuerdo?
Pienso que hay un término medio. Cada medio
de comunicación tiene su línea editorial. Cualquier periodista que maneje una
web de actualidad decidirá a diario qué es lo que publica y lo que no.
Cuando
entras en un medio debes ceñirte a su línea editorial; si tienes un mínimo de
profesionalidad, jamás entrarás en un
medio que te parezca marrullero, igual que un camarero profesional no
entraría a trabajar en un night club sabiendo que las chicas están ahí
obligadas.
En
casos como el que nos ocupa, creo que un presentador, antes de leer una
entradilla con la que no está de acuerdo en absoluto, debe tratar de negociar el texto con el editor. No sé si Carmen lo
intentó y no lo consiguió, o si le presentaron el texto a última hora y no tuvo
tiempo para reaccionar.
-
En vez de decir Dirán que la huelga no
está politizada, pero hemos visto banderas republicanas, podríamos decir La presencia de tanta bandera republicana hace
que más de uno se plantee que la huelga está politizada. Así nosotros no
damos por sentado que la huelga está politizada.
Puede
que el editor acepte ese matiz con el que el presentador salva la cara, o puede
que responda: Es que precisamente
nosotros, los editores, consideramos que sí está politizada.
Y
entonces... ¿qué?
Vamos
a darle una vuelta de tuerca.
Ya
no se trata de que te obliguen a expresar una opinión que no es la tuya; vamos
al terreno de los datos. Imagínate que eres el presentador y media hora antes
del informativo se presenta el editor y te dice:
-
La delegación del Gobierno dice que ha habido 90.000 manifestantes, pero a esta
basura revolucionaria hay que darle perfil bajo; así que nosotros vamos a decir
que no han pasado de 10.000.
¿Y
ahora, qué?
Por
triste que parezca, al presentador sólo le quedan dos salidas:
-
Pasar por el aro: asumir que está mintiendo a los espectadores porque necesita
la pasta... y tener la inteligencia de mirar bien el micrófono para que, al
menos, la mentira le compense económicamente.
-
Negarse. Y, seguramente, irse al paro.
Si
queremos que la prensa libre sea algo que va más allá de los redaños de cada
periodista, deberíamos tener una
legislación laboral que protegiera de verdad al trabajador. Que no pudiera
llegar el dueño de la tele y decir: Esta
presentadora, a la puta calle por negarse a leer mis mentiras. Hoy en día
es muy fácil: planteas un despido improcedente, le sueltas 3.000 € al
periodista díscolo, y andando. Y todos los demás, advertidos.
Imaginaos
unas leyes que defendieran de verdad al trabajador. Contratos fijos, blindados.
Que sólo se pudiera despedir al periodista cuando la lía de verdad, por ejemplo
llegando tarde por sistema o metiendo la pata gravemente. Los periodistas
serían más libres para transmitir sus análisis, siempre respetando la línea
editorial de la empresa para la que trabajan. Y los ciudadanos, en general,
recibirían una información de mayor calidad.
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