Hace exactamente
140 años, los diputados y senadores españoles se reunieron en Asamblea
Nacional. El Congreso acogió a los parlamentarios, que tuvieron que afrontar la
abdicación del rey Amadeo I de Saboya. La sesión extraordinaria comenzó la tarde
del 10 de febrero de 1873, y no se interrumpió durante toda la noche. Durante
aquella noche que yo considero mágica hubo debates, discusiones,
enfrentamientos... y, al rayar el alba del día 11, el nacimiento de la I
República Española.
He
querido recordar la figura de Amadeo I, y hablar por encima de la efímera I
República.
AMADEO I de SABOYA
Turín, Italia, 1845 - íd., 1890.
Rey de España (1870-1873).
Amadeo de
Saboya nació en Turín el 30 de mayo de 1845; fue el segundo hijo del rey Víctor
Manuel II de Italia y de María Adelaida de Austria; su hermano mayor fue
Humberto I de Italia. Descendía en línea directa de Felipe II de España, una de
cuyas hijas, Catalina Micaela, se había casado con Carlos Manuel I de Saboya.
En 1867 se
casó con la princesa María Victoria (París, Francia, 1847 - San Remo, Italia,
1876), hija de Carlos Manuel dell Pozzo (príncipe dalla Cisterna) y de Luisa
Carolina (condesa de Merode). Al llegar a España, los nuevos Reyes tenían dos
hijos: Manuel Filiberto, duque de Aosta, que fue nombrado Príncipe de Asturias,
y Víctor Manuel, conde de Turín. A finales de enero de 1873, días antes de
dejar el trono, María Victoria tuvo a su tercer hijo, Luis Amadeo, futuro duque
de los Abruzos.
Fue elegido
Rey de España después de un bienio turbulento, que comenzó en septiembre de
1868. En esa fecha (el día 19), una revolución dirigida por progresistas y
moderados acabó con el reinado de Isabel II de Borbón, que se exilió junto con
la Familia Real. Los alzados estaban dirigidos por los generales Francisco
Serrano Domínguez y Juan Prim, a los que apoyaba una serie de militares y
civiles, cansados del absolutismo de la Reina.
Después del
triunfo de la Revolución Gloriosa -que es el nombre con el que ha pasado a la
Historia-, los vencedores se plantearon cuál debía ser la forma de Estado:
monarquía constitucional o república. El general Prim, que era monárquico
aunque se oponía a la proclamación de cualquier miembro de la casa de los
Borbones, consiguió hacer valer su criterio: las Cortes Constituyentes
aprobaron el mantenimiento de la monarquía, y de inmediato empezaron a redactar
una Constitución. Serrano fue nombrado Regente (17 de junio de 1869), y Prim se
hizo cargo de la Jefatura del Gobierno y empezó a contactar con las Cortes
europeas, buscando un candidato adecuado.
En la elección
del nuevo Rey de España confluyeron intereses nacionales e internacionales. La
negativa de Prim a que volvieran los Borbones excluyó al príncipe Alfonso (hijo
de Isabel II), a la duquesa de Montpensier (hermana de la ex Reina) y al
pretendiente carlista, Carlos VII,
que no tardó en alzarse en armas. Italia vetó al duque de Génova, sobrino del
rey Víctor Manuel I; Napoleón III de Francia se opuso a la candidatura de
Fernando de Portugal (favorito de Prim en un primer momento), porque recelaba
de una posible unión dinástica que unificara los dos Estados ibéricos; los
franceses rechazaron también al alemán Leopoldo de Hohenzollern, para no verse
encajonados por alemanes por el Norte y por el Sur; como consecuencia de este
rechazo, franceses y alemanes se enzarzaron en la Guerra Franco-Prusiana,
primera de las tres que iban a declararse en los siguientes setenta años.
Uno
de los candidatos en los que pensaron los progresistas fue el general
Espartero, líder histórico de los progresistas. Aunque no simpatizaba demasiado
con el viejo general, Prim escuchó la sugerencia de sus compañeros, y le envió
una carta a su retiro de Logroño, pidiéndole que hiciera el honor de aceptar el
trono de España. El viejo caudillo se negó cortésmente.
El candidato
de Prim fue el príncipe Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Su padre, Víctor Manuel
II, le presionó para que aceptara la Corona para darle a su patria,
recientemente unificada por Garibaldi, un aliado fuerte en la esfera
internacional.
El 16 de
noviembre de 1870, las Cortes Españolas aprobaron la candidatura de Amadeo, en
una votación cuyos resultados fueron los siguientes: Amadeo de Saboya, 191
votos; la República Federal, 60 votos; el duque de Montpensier, 27 votos; el
general Espartero, ocho votos; Alfonso de Borbón, dos votos; la República
Española, dos votos; la duquesa de Montpensier, un voto; y la República (a
secas), un voto; mientras que en aquellos momentos decisivos hubo 19
parlamentarios que votaron en blanco.
De inmediato,
una comisión parlamentaria viajó a Italia para recoger al nuevo Rey; sin
embargo, su principal valedor, el general Prim, fue víctima de un atentado
mortal la noche del 27 de diciembre de 1870, y falleció el día 30, el mismo en
que Amadeo desembarcaba en España, concretamente en Cartagena. El almirante
Juan Bautista Topete, Jefe de Gobierno interino, acudió al puerto a darle
personalmente la noticia, mientras en Madrid se quedaba Práxedes Mateo-Sagasta
como "interino del interino".
José Luis
Fernández-Rúa explica que el almirante José María Beranger, varias veces
ministro; fue el encargado de recibir
oficialmente al Rey y de darle las novedades, que no eran otras que el
asesinato del general Prim. La situación fue"tragicómica", porque el
Rey no entendía el castellano, y Beranger trató de expresarse en un italiano
macarrónico, hasta que intervino el práctico del puerto de Cartagena, de padre
italiano, que pudo traducir la noticia.
Amadeo de
Saboya llegó a Madrid el 2 de enero de 1871, rezó ante la capilla ardiente de
Prim y acto seguido fue coronado como Amadeo I. El historiador Ferran Soldevila
le ha descrito en los términos más encomiásticos: "un rey excelente (...),
hombre animoso, sencillo, lleno de cordura a pesar de su juventud, consciente
de lo que eran sus deberes constitucionales, deseoso de ajustarse a ellos
escrupulosamente, como no se había hecho nunca en España desde que existía la
Constitución; colocado desinteresadamente por encima de los partidos;
interesado en la instauración de un clima de paz y de comprensión entre las
banderías políticas, a lo menos entre las que le habían elevado al trono (...),
cuidadoso de todo lo que fuese o representase el bien del país. Excelentemente
preparado para esa tarea por el ejemplo de su dinastía de Saboya (...), por la
educación e instrucción que había recibido en todos los órdenes, por sus viajes
(...), por su práctica militar".
Para
reemplazar a Prim, Amadeo I le pidió a Espartero que se hiciese cargo del
Gobierno; pero éste se negó, y el Rey encargó formar gabinete al general
Serrano. En la tabla adjunta pueden verse todos los Jefes de Gobierno del
período amadeísta.
Amadeo
I era un hombre liberal, miembro de la masonería, poco amigo de interferir en
los asuntos de la política. Sin embargo, a pesar de sus virtudes y de su buena
disposición, tenía muchísimos enemigos a batir: en primer lugar, los
conservadores, partidarios de la depuesta Isabel II o de su heredero, don
Alfonso, en quien ésta había abdicado en junio de 1870. También estaban los
carlistas, que seguían combatiendo en grandes zonas del país. Las facciones
republicanas -federales o unitarias- no estaban nada de acuerdo en haber hecho
una revolución para encontrarse con un nuevo Rey, mientras que la aristocracia
de siempre, la que más habría podido ayudar a la Familia Real, les dio la
espalda desde el primer día, acusándolos de intrusos y extranjeros. Los
liberales, en los que trató de apoyarse Amadeo I, estaban divididos en
facciones -la de Serrano, la de Sagasta, la de Ruiz Zorrilla-, lo que
dificultaba la acción de los gabinetes sucesivos.
Como
todos los Reyes de España, Amadeo I fue objeto de un atentado: sucedió la noche
del 18 de julio de 1872, cerca del madrileño Parque del Retiro, cuando unos
desconocidos la emprendieron a tiros con la carroza en la que viajaba la
Familia Real. En ese mismo año, los carlistas abandonaron la lucha parlamentaria,
y el pretendiente Carlos VII inició
una nueva guerra carlista, la tercera desde la muerte de Fernando VII. La
campaña tuvo poca fuerza desde el principio, y se circunscribió a los
territorios clásicos de País Vasco, Navarra, Cataluña y Levante, aunque algunas
partidas llegaron bastante más al Sur. Los principales jefes gubernamentales
fueron los generales Moriones y Serrano.
Los gabinetes
de Serrano, Ruiz Zorrilla, Malcampo y Sagasta ocuparon los dos años de reinado
de Amadeo I, en períodos sucesivos, hasta el 10 de febrero de 1873, fecha en
que el italiano decidió marcharse del país, harto de desplantes, de guerras, de
crisis y de no comprender nada de lo que estaba pasando en España. El detonante
de su abdicación fue una discusión con el Gobierno: el gabinete de Ruiz
Zorrilla decidió disolver el arma de Artillería, compuesto de forma mayoritaria
por rebeldes; Amadeo I se negó a esta decisión, pero el Gobierno le obligó a
firmar el decreto de disolución. Ésa fue la gota que colmó el vaso: al día
siguiente anunció que se disponía a abdicar la Corona. Se daba cuenta de que no
podía mantener el orden público en una nación dividida entre monárquicos de
distinto pelaje, republicanos de varias facciones, anarquistas, regionalistas,
cantonales...
Como dijo
Ricardo de la Cierva: "El pobre rey, que enloquecía ante las
complicaciones de la política española (...) acabó por hartarse, y, más que
abdicar, dimitió el 11 de febrero de 1873 por una conjunción detonante de
motivos, problemas y pretextos, pero sobre todo porque no decidió aguantar más
al frente de un país imposible". Se ha hecho típica una de sus frases de
desesperación: Non capisco niente...
Siamo in una gabbia de pazzi ("No entiendo nada... Estamos en una
jaula de locos").
Su discurso de
despedida fue una lección de constitucionalismo, al tiempo que una advertencia
para los españoles de quienes se iba a separar de forma definitiva:
"...creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería
suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaría poderosa ayuda para
conjurar los peligros y vencer las dificultades (...). Conozco que me engañó mi
buen deseo. Dos años largos ha que ciño la Corona de España, y la España vive
en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan
ardientemente anhelo (...). Entre el fragor del combate, entre el confuso,
atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas
manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la
verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males. Lo he
buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha
de buscarlo quien prometió observarla (...). Estad seguros de que al
desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como
desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible
procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía".
El Rey recibió
al día siguiente el homenaje de las Cortes, en un discurso pronunciado por el
republicano Emilio Castelar, quien le alabó sobremanera, llamándole
"fidelísimo" defensor de las leyes y la Constitución. El líder
republicano le aclaró que los parlamentarios no le iban a pedir que volviera
atrás en su abdicación, pues conocían "su inquebrantable carácter",
"la madurez de sus ideas" y "la perseverancia de sus
propósitos". Castelar le invitó a regresar al país cuando las dificultades
y peligros que acechaban a los españoles estuvieran solventados, para vivir
entre ellos como un ciudadano honrado y leal.
La Familia
Real partió de Madrid la madrugada del 12 de febrero, en dirección a Portugal,
desde donde fueron a Francia, y de allí a Italia. La mínima causa amadeísta que
pudiera existir murió con la partida de los Reyes: a diferencia de lo que
estaba sucediendo con los Borbones desde 1868, nadie alzó la voz para exigir el
retorno del Rey constitucional. Don Amadeo y su familia desaparecieron para
siempre de la Historia de España. Tras la abdicación del Rey, el Congreso y el
Senado, reunidas en Asamblea Nacional, proclamaron la I República Española, que
fue presidida por Estanislao Figueras.
Amadeo se
quedó viudo en 1876, y en 1878 se casó con su sobrina Leticia Bonaparte, hija
de su hermana Clotilde y de Jerónimo Bonaparte (hermano de Napoleón), que le
dio un hijo: Humberto, conde de Salemi. El ex Rey falleció el 18 de enero de
1890, de una neumonía. Curiosamente, el recuerdo del más ignorado de los
Monarcas españoles se ha perpetuado en el lago Amadeo, un lago salado que fue
bautizado así en su honor, y que está ubicado nada menos que en el centro de
Australia, en la otra punta del planeta.
Jefes de
Gobierno de Amadeo I (2 ene. 1871 a 10 feb. 1873).
Inicio
|
Titular
|
2 ene. 1871
|
Francisco Serrano Domínguez
|
24 jul. 1871
|
Manuel Ruiz Zorrilla
|
5 oct. 1871
|
José Malcampo
|
21 dic. 1871
|
Práxedes Mateo-Sagasta
|
26 may. 1872
|
Francisco Serrano Domínguez
|
14 jun. 1872
|
Manuel Ruiz Zorrilla
|
Primera República
Etapa
de la Historia de España comprendida entre el 11-II-1873, tras la abdicación
del Rey Amadeo I de Saboya, y el 3-I-1874, fecha en que el general Pavía
clausuró las Cortes y abrió un período de transición después del cual se
produjo la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII.
La
República era una vieja aspiración de un sector de los liberales, que se había
venido fraguando a medida que el reinado de Isabel II de Borbón se hacía más
absolutista. El personalismo de la Reina, que se apoyaba en los sectores más
reaccionarios, acabó poniendo en su contra a un grupo importante de civiles y
militares. En 1866, los progresistas y demócratas que estaba en el exilio
firmaron el Pacto de Ostende, en el que sentaban las bases para colaborar en el
derrocamiento de la Reina y la liberalización de España.
Isabel
II tuvo que abandonar el país en septiembre de 1868, después del triunfo de la
Revolución Gloriosa. Un grupo de militares, encabezados por Francisco Serrano
Domínguez, Juan Prim y Prats y el almirante Juan Bautista Topete, sublevaron
los Ejércitos del sur y se hicieron con el poder, después de derrotar a los
isabelinos en la batalla de Alcolea.
Sin embargo,
muchos de los líderes del movimiento, y en especial el general Prim, no querían
una República, sino una nueva Monarquía, pero esta vez constitucional y
progresista. Por eso, después de buscar candidatos reales por toda Europa, a
finales de 1870 fue elegido Rey Amadeo de Saboya, hijo del Rey de Italia, quien
reinó como Amadeo I. El reinado del italiano fue caótico, porque no tenía más
que enemigos. Una facción importante de éstos la constituían los republicanos, fueran
unitarios o federales.
Desde el
triunfo de la Revolución Gloriosa, los republicanos federales de las distintas
partes de España habían firmado acuerdos para constituirse en Naciones
Federadas (como el Pacto de Tortosa, el Pacto Federal Castellano, el de
Córdoba, el Galaico-Asturiano, el de Éibar), y desde entonces estaban
presionando con gran energía para conseguir la caída de la Corona.
Los
problemas de desgobierno de España -sumida además en guerras contra los
carlistas y los cubanos- provocaron la abdicación de Amadeo I el 10-II-1873. A
continuación, el Congreso y el Senado se reunieron en Asamblea Nacional,
presidida por el republicano Nicolás María Rivero, y procedieron a votar la
conversión de España en una República. La sesión fue muy larga, y duró desde la
tarde del día diez hasta la mañana del once.
El 11-II-1873
se proclamó finalmente la I República, que fue presidida por Estanislao
Figueras y Moragas, al frente de un Gobierno de concentración nacional cuyos
miembros no fueron nombrados por él, sino que fueron votados por la Asamblea
uno por uno.
Los ministros
de este gabinete de unidad entre unitarios, federales y "cimbrios"
(antiguos monárquicos) fueron: Emilio Castelar Ripoll (Estado), Francesc Pi i
Margall (Gobernación), Nicolás Salmerón Alonso (Gracia y Justicia), el hermano
de éste, Francisco Salmerón Alonso (Ultramar), Manuel Becerra Bermúdez
(Fomento), José María Beránger Ruiz de Apodaca (Marina), José Echegaray
Eizaguirre (Hacienda) y Fernando Fernández de Córdova Rodríguez de Valcárcel,
marqués de Mendigorría (Guerra).
Durante
todo el período republicano se confundirán los cargos de Jefe de Estado y Jefe
de Gobierno, que recaerán sobre la misma persona, llamada "Presidente de
la República".
Hay que
destacar que la bandera de la I República continuó siguiendo la misma de la
Monarquía, roja y amarilla, aunque sin el escudo monárquico. La "bandera
republicana", con la franja morada, aparecerá con la II República, en
1931.
El ideario con el que nacía la República era la
federación de las diferentes naciones y regiones de España; sin embargo, esto
degeneró enseguida en las taifas y el cantonalismo. Los problemas obreros
fueron aumentando, mientras que los enemigos naturales de la República
(carlistas, monárquicos alfonsinos, absolutistas) hacían lo posible por generar
tensión y destruir al nuevo régimen. Por si fuera poco, la República heredó los
problemas económicos que llevaban muchas décadas asfixiando a España. El
Ejército también estaba dividido en facciones: además de las tropas carlistas,
dentro del bando liberal había republicanos y monárquicos. La política separaba
a los oficiales (mayoritariamente monárquicos) de los suboficiales y la tropa
(casi todos ellos, republicanos), lo que provocaba continuos casos de
indisciplina. A esto había que añadir las enemistades y rivalidades que
existían en la cúpula del generalato.
El cambio
radical de Régimen hizo pensar a algunos que las trabas legales se habían
aflojado, que con la libertad venía el libertinaje. La idea de la República
Federal hizo estallar por todas partes movimientos independentistas: Cartagena,
Valladolid, Béjar, Jaén, Jumilla, Jerez, Sevilla, Torrevieja, Granada,
Salamanca, Alcoy... el más fuerte fue el cantón cartagenero, que aguantó hasta
la Restauración borbónica. Mientras, al otro lado del océano se sucedían las
revueltas en Cuba.
La I
República fue reconocida de inmediato por los Estados Unidos, a los que se
sumaron algunas Repúblicas centroamericanas (Guatemala, Costa Rica) y Suiza.
Las principales potencias europeas se negaron a reconocer el nuevo Régimen, o
lo hicieron de forma oficiosa: Francia, Gran Bretaña, Italia, Rusia, Alemania,
Austria-Hungría, El Vaticano, Portugal...
El 24 de febrero, Figueras remodeló el gabinete y formó
un Gobierno más homogéneo, integrado solamente por republicanos: Castelar, Pi i
Margall, Nicolás Salmerón, Jacobo Oreiro, Juan Tutau, Eduardo Chao, Cristóbal
Sorní y Juan Acosta. Éste fue denominado "ministerio de los pájaros".
Por estas fechas, los catalanes decidieron proclamar el
"Estat Català", llevando el federalismo a sus últimas consecuencias.
Fue necesaria la intervención personal del Presidente Figueras (que era oriundo
de Barcelona) para convencer a los catalanes de que había que consolidar la
República antes de desarrollar el proyecto de federación de Naciones.
A finales de mes, Figueras abandonó la vida pública y se
fue de España por sus problemas personales (acababa de quedarse viudo) y por
las continuas disputas que había incluso en su propio partido. Pi i Margall le
sustituyó durante unas semanas como Presidente de la República, hasta que
regresó para volver a ocuparse de la Presidencia en el mes de mayo, fecha en
que se convocaban las elecciones a Cortes Constituyentes.
El 11 de junio (siempre de 1873), Francesc Pi i Margall
se conviertió en el segundo Presidente de la República. Entre sus ministros
estaban Cristóbal Sorní Grau, Nicolás Estévanez Murphy, José Muro López, José
Carvajal Hue, posteriormente Eleuterio Maisonnave Cutayar, Eulogio González
Iscar... Pi trató de unir a todas las fuerzas políticas para luchar contra los
carlistas de Carlos VII y salvar el sistema, pero no fue capaz de dominar el
caos en que había caído el país. Durante su mandato empezaron los debates sobre
la Constitución Federal de España, que no llegará a ver la luz.
Las luchas
para someter a los cantonales, y en especial a los de Cartagena, que se habían
apropiado de la Escuadra, complicarán aún más su Gobierno, por lo que dimitirá
a mediados del mes de julio, después de un mandato de cinco semanas.
El tercer Presidente de la I República fue Nicolás
Salmerón Alonso, que tomó el poder el 18 de julio. Entre sus ministros
destacaron Eleuterio Maisonnave Cutayar, Jacobo Oreiro Villavicencio, José
Carvajal Hué, Eduardo Palanca Asensi o Santiago Soler Pla.
Salmerón
representaba la derecha de la Cámara. Cuando llegó al poder, demostró su
talante radicalmente anticantonal, con lo que sólo consiguió exasperar a los
separatistas y radicalizar las sublevaciones. Reprimió las sublevaciones, que
se extendían por toda España, con ayuda del Ejército, actuando con extrema
dureza. A pesar de su talante severo, dimitió el 6 de septiembre, cuando las
Cortes republicanas decidieron reimplantar la pena de muerte para reprimir los
disturbios. Salmerón alegó que él no quería ensuciarse las manos con la sangre
de sus vecinos, y recomendó
a las Cortes que eligieran como su sucesor a Castelar, que defendía ideas
similares a las suyas y era un excelente orador.
Así es como el día 7-IX-1873,
Emilio Castelar Ripoll, que acababa de ser elegido Presidente de las Cortes, se
convierte en el cuarto y último Presidente de la I República. Sus ministros
fueron Maisonnave, Oreiro, Carvajal, Soler...
A
diferencia de su antecesor, Castelar no dudará en aplicar la pena de muerte
para derrotar a los múltiples enemigos del Estado: guerras carlistas;
insurrecciones cantonales; guerras coloniales; oposición de la aristocracia, el
clero y los militares borbónicos; agitaciones obreras y campesinas, provocadas
por la precariedad de las condiciones de vida; tensión internacional con las
potencias monárquicas que veían de la peor manera aquel nuevo Régimen surgido
en uno de los flancos de Europa...
Castelar suspendió las garantías
constitucionales, controló las informaciones que daba la prensa sobre todas
estas campañas, y cerró provisionalmente las Cortes, para evitar que las
minorías parlamentarias se agrupasen para derribar a su gabinete. Reforzó el
Ejército dotándole de más medios y poniendo a su frente a generales enérgicos,
como Arsenio Martínez-Campos, Manuel Pavía, Francisco Serrano o Fernando Primo
de Rivera. Su intención era que le dejaran un período de "manos
libres", para actuar con firmeza y rapidez, a fin de pacificar España.
En
el mes de octubre comenzó un bloqueo naval contra Cartagena, que tuvo que ser
levantado enseguida porque la escuadra cantonal era más potente que la del
Gobierno. Tampoco consiguió acabar con los carlistas, a los que se enfrentó en
vano en Montejurra para acabar con la verdadera Corte que el pretendiente
Carlos VII había instalado en Estella (Navarra). En el terreno cubano, un
incidente con un barco estadounidense estuvo a punto de hacer estallar la
guerra con los Estados Unidos; lo que Castelar pudo evitar con mucha mano
izquierda, a despecho de los más belicosos. También logró llegar a un acuerdo
con El Vaticano para el nombramiento de los obispos, aunque la Santa Sede no
había reconocido oficialmente a la República.
Con el nuevo año (1874) se
reanudaron las sesiones en las Cortes. Castelar abrió el Parlamento el dos de
enero, pensando que los diputados habrían entendido que la suspensión de las
Cortes no era fruto de un pensamiento dictatorial, sino que había servido
precisamente para luchar contra los enemigos de la libertad. Para su sorpresa,
se encontró con la oposición de gran parte de los diputados. Planteó una moción
de confianza a las Cortes, y fue derrotado por unos votos; así que la sesión se
suspendió unas horas y se reanudó a primera hora del tres de enero, con la
votación de un nuevo Presidente.
Pero antes de que se pudiera
elegir al quinto Presidente de la República, un grupo de guardias civiles a las
órdenes del general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, capitán general
de Madrid, irrumpieron en el Parlamento y obligaron a marcharse a los
parlamentarios, terminando de esa forma con la I República.
El general Pavía le ofreció a
Castelar que continuara en el poder, respaldado por los militares, pero éste se
negó, así que se instauraron una serie de Gobiernos provisionales presididos
sucesivamente por el general Francisco Serrano, Juan Zabala y Práxedes
Mateo-Sagasta. Serrano será nombrado una vez más Regente, esta vez en nombre de
la República.
En el mes de diciembre, el
príncipe Alfonso, hijo y heredero de Isabel II de Borbón, publicó el Manifiesto
de Sandhurst, ofreciéndose como Rey. El 29-XII-1874, el general Arsenio
Martínez-Campos se pronunció con sus tropas en Sagunto (Valencia),
proclamándole Rey Alfonso XII, iniciando la etapa histórica de la Restauración.
La causa republicana seguirá manteniéndose durante medio siglo, hasta que en
1931 volverá a proclamarse la República en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario