domingo, 10 de febrero de 2013

1873: la noche en que las Cortes no se fueron a dormir


            Hace exactamente 140 años, los diputados y senadores españoles se reunieron en Asamblea Nacional. El Congreso acogió a los parlamentarios, que tuvieron que afrontar la abdicación del rey Amadeo I de Saboya. La sesión extraordinaria comenzó la tarde del 10 de febrero de 1873, y no se interrumpió durante toda la noche. Durante aquella noche que yo considero mágica hubo debates, discusiones, enfrentamientos... y, al rayar el alba del día 11, el nacimiento de la I República Española.

            He querido recordar la figura de Amadeo I, y hablar por encima de la efímera I República.

 

AMADEO I de SABOYA

Turín, Italia, 1845 - íd., 1890.

Rey de España (1870-1873).

 

Amadeo de Saboya nació en Turín el 30 de mayo de 1845; fue el segundo hijo del rey Víctor Manuel II de Italia y de María Adelaida de Austria; su hermano mayor fue Humberto I de Italia. Descendía en línea directa de Felipe II de España, una de cuyas hijas, Catalina Micaela, se había casado con Carlos Manuel I de Saboya.

En 1867 se casó con la princesa María Victoria (París, Francia, 1847 - San Remo, Italia, 1876), hija de Carlos Manuel dell Pozzo (príncipe dalla Cisterna) y de Luisa Carolina (condesa de Merode). Al llegar a España, los nuevos Reyes tenían dos hijos: Manuel Filiberto, duque de Aosta, que fue nombrado Príncipe de Asturias, y Víctor Manuel, conde de Turín. A finales de enero de 1873, días antes de dejar el trono, María Victoria tuvo a su tercer hijo, Luis Amadeo, futuro duque de los Abruzos.

Fue elegido Rey de España después de un bienio turbulento, que comenzó en septiembre de 1868. En esa fecha (el día 19), una revolución dirigida por progresistas y moderados acabó con el reinado de Isabel II de Borbón, que se exilió junto con la Familia Real. Los alzados estaban dirigidos por los generales Francisco Serrano Domínguez y Juan Prim, a los que apoyaba una serie de militares y civiles, cansados del absolutismo de la Reina.

Después del triunfo de la Revolución Gloriosa -que es el nombre con el que ha pasado a la Historia-, los vencedores se plantearon cuál debía ser la forma de Estado: monarquía constitucional o república. El general Prim, que era monárquico aunque se oponía a la proclamación de cualquier miembro de la casa de los Borbones, consiguió hacer valer su criterio: las Cortes Constituyentes aprobaron el mantenimiento de la monarquía, y de inmediato empezaron a redactar una Constitución. Serrano fue nombrado Regente (17 de junio de 1869), y Prim se hizo cargo de la Jefatura del Gobierno y empezó a contactar con las Cortes europeas, buscando un candidato adecuado.

En la elección del nuevo Rey de España confluyeron intereses nacionales e internacionales. La negativa de Prim a que volvieran los Borbones excluyó al príncipe Alfonso (hijo de Isabel II), a la duquesa de Montpensier (hermana de la ex Reina) y al pretendiente carlista, Carlos VII, que no tardó en alzarse en armas. Italia vetó al duque de Génova, sobrino del rey Víctor Manuel I; Napoleón III de Francia se opuso a la candidatura de Fernando de Portugal (favorito de Prim en un primer momento), porque recelaba de una posible unión dinástica que unificara los dos Estados ibéricos; los franceses rechazaron también al alemán Leopoldo de Hohenzollern, para no verse encajonados por alemanes por el Norte y por el Sur; como consecuencia de este rechazo, franceses y alemanes se enzarzaron en la Guerra Franco-Prusiana, primera de las tres que iban a declararse en los siguientes setenta años.

            Uno de los candidatos en los que pensaron los progresistas fue el general Espartero, líder histórico de los progresistas. Aunque no simpatizaba demasiado con el viejo general, Prim escuchó la sugerencia de sus compañeros, y le envió una carta a su retiro de Logroño, pidiéndole que hiciera el honor de aceptar el trono de España. El viejo caudillo se negó cortésmente.

El candidato de Prim fue el príncipe Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Su padre, Víctor Manuel II, le presionó para que aceptara la Corona para darle a su patria, recientemente unificada por Garibaldi, un aliado fuerte en la esfera internacional.

El 16 de noviembre de 1870, las Cortes Españolas aprobaron la candidatura de Amadeo, en una votación cuyos resultados fueron los siguientes: Amadeo de Saboya, 191 votos; la República Federal, 60 votos; el duque de Montpensier, 27 votos; el general Espartero, ocho votos; Alfonso de Borbón, dos votos; la República Española, dos votos; la duquesa de Montpensier, un voto; y la República (a secas), un voto; mientras que en aquellos momentos decisivos hubo 19 parlamentarios que votaron en blanco.

De inmediato, una comisión parlamentaria viajó a Italia para recoger al nuevo Rey; sin embargo, su principal valedor, el general Prim, fue víctima de un atentado mortal la noche del 27 de diciembre de 1870, y falleció el día 30, el mismo en que Amadeo desembarcaba en España, concretamente en Cartagena. El almirante Juan Bautista Topete, Jefe de Gobierno interino, acudió al puerto a darle personalmente la noticia, mientras en Madrid se quedaba Práxedes Mateo-Sagasta como "interino del interino".

José Luis Fernández-Rúa explica que el almirante José María Beranger, varias veces ministro;  fue el encargado de recibir oficialmente al Rey y de darle las novedades, que no eran otras que el asesinato del general Prim. La situación fue"tragicómica", porque el Rey no entendía el castellano, y Beranger trató de expresarse en un italiano macarrónico, hasta que intervino el práctico del puerto de Cartagena, de padre italiano, que pudo traducir la noticia.

Amadeo de Saboya llegó a Madrid el 2 de enero de 1871, rezó ante la capilla ardiente de Prim y acto seguido fue coronado como Amadeo I. El historiador Ferran Soldevila le ha descrito en los términos más encomiásticos: "un rey excelente (...), hombre animoso, sencillo, lleno de cordura a pesar de su juventud, consciente de lo que eran sus deberes constitucionales, deseoso de ajustarse a ellos escrupulosamente, como no se había hecho nunca en España desde que existía la Constitución; colocado desinteresadamente por encima de los partidos; interesado en la instauración de un clima de paz y de comprensión entre las banderías políticas, a lo menos entre las que le habían elevado al trono (...), cuidadoso de todo lo que fuese o representase el bien del país. Excelentemente preparado para esa tarea por el ejemplo de su dinastía de Saboya (...), por la educación e instrucción que había recibido en todos los órdenes, por sus viajes (...), por su práctica militar".

            Para reemplazar a Prim, Amadeo I le pidió a Espartero que se hiciese cargo del Gobierno; pero éste se negó, y el Rey encargó formar gabinete al general Serrano. En la tabla adjunta pueden verse todos los Jefes de Gobierno del período amadeísta.

            Amadeo I era un hombre liberal, miembro de la masonería, poco amigo de interferir en los asuntos de la política. Sin embargo, a pesar de sus virtudes y de su buena disposición, tenía muchísimos enemigos a batir: en primer lugar, los conservadores, partidarios de la depuesta Isabel II o de su heredero, don Alfonso, en quien ésta había abdicado en junio de 1870. También estaban los carlistas, que seguían combatiendo en grandes zonas del país. Las facciones republicanas -federales o unitarias- no estaban nada de acuerdo en haber hecho una revolución para encontrarse con un nuevo Rey, mientras que la aristocracia de siempre, la que más habría podido ayudar a la Familia Real, les dio la espalda desde el primer día, acusándolos de intrusos y extranjeros. Los liberales, en los que trató de apoyarse Amadeo I, estaban divididos en facciones -la de Serrano, la de Sagasta, la de Ruiz Zorrilla-, lo que dificultaba la acción de los gabinetes sucesivos.

            Como todos los Reyes de España, Amadeo I fue objeto de un atentado: sucedió la noche del 18 de julio de 1872, cerca del madrileño Parque del Retiro, cuando unos desconocidos la emprendieron a tiros con la carroza en la que viajaba la Familia Real. En ese mismo año, los carlistas abandonaron la lucha parlamentaria, y el pretendiente Carlos VII inició una nueva guerra carlista, la tercera desde la muerte de Fernando VII. La campaña tuvo poca fuerza desde el principio, y se circunscribió a los territorios clásicos de País Vasco, Navarra, Cataluña y Levante, aunque algunas partidas llegaron bastante más al Sur. Los principales jefes gubernamentales fueron los generales Moriones y Serrano.

Los gabinetes de Serrano, Ruiz Zorrilla, Malcampo y Sagasta ocuparon los dos años de reinado de Amadeo I, en períodos sucesivos, hasta el 10 de febrero de 1873, fecha en que el italiano decidió marcharse del país, harto de desplantes, de guerras, de crisis y de no comprender nada de lo que estaba pasando en España. El detonante de su abdicación fue una discusión con el Gobierno: el gabinete de Ruiz Zorrilla decidió disolver el arma de Artillería, compuesto de forma mayoritaria por rebeldes; Amadeo I se negó a esta decisión, pero el Gobierno le obligó a firmar el decreto de disolución. Ésa fue la gota que colmó el vaso: al día siguiente anunció que se disponía a abdicar la Corona. Se daba cuenta de que no podía mantener el orden público en una nación dividida entre monárquicos de distinto pelaje, republicanos de varias facciones, anarquistas, regionalistas, cantonales...

Como dijo Ricardo de la Cierva: "El pobre rey, que enloquecía ante las complicaciones de la política española (...) acabó por hartarse, y, más que abdicar, dimitió el 11 de febrero de 1873 por una conjunción detonante de motivos, problemas y pretextos, pero sobre todo porque no decidió aguantar más al frente de un país imposible". Se ha hecho típica una de sus frases de desesperación: Non capisco niente... Siamo in una gabbia de pazzi ("No entiendo nada... Estamos en una jaula de locos").

Su discurso de despedida fue una lección de constitucionalismo, al tiempo que una advertencia para los españoles de quienes se iba a separar de forma definitiva: "...creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades (...). Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la Corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo (...). Entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males. Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien prometió observarla (...). Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía".

El Rey recibió al día siguiente el homenaje de las Cortes, en un discurso pronunciado por el republicano Emilio Castelar, quien le alabó sobremanera, llamándole "fidelísimo" defensor de las leyes y la Constitución. El líder republicano le aclaró que los parlamentarios no le iban a pedir que volviera atrás en su abdicación, pues conocían "su inquebrantable carácter", "la madurez de sus ideas" y "la perseverancia de sus propósitos". Castelar le invitó a regresar al país cuando las dificultades y peligros que acechaban a los españoles estuvieran solventados, para vivir entre ellos como un ciudadano honrado y leal.

La Familia Real partió de Madrid la madrugada del 12 de febrero, en dirección a Portugal, desde donde fueron a Francia, y de allí a Italia. La mínima causa amadeísta que pudiera existir murió con la partida de los Reyes: a diferencia de lo que estaba sucediendo con los Borbones desde 1868, nadie alzó la voz para exigir el retorno del Rey constitucional. Don Amadeo y su familia desaparecieron para siempre de la Historia de España. Tras la abdicación del Rey, el Congreso y el Senado, reunidas en Asamblea Nacional, proclamaron la I República Española, que fue presidida por Estanislao Figueras.

Amadeo se quedó viudo en 1876, y en 1878 se casó con su sobrina Leticia Bonaparte, hija de su hermana Clotilde y de Jerónimo Bonaparte (hermano de Napoleón), que le dio un hijo: Humberto, conde de Salemi. El ex Rey falleció el 18 de enero de 1890, de una neumonía. Curiosamente, el recuerdo del más ignorado de los Monarcas españoles se ha perpetuado en el lago Amadeo, un lago salado que fue bautizado así en su honor, y que está ubicado nada menos que en el centro de Australia, en la otra punta del planeta.

 

Jefes de Gobierno de Amadeo I (2 ene. 1871 a 10 feb. 1873).

 

Inicio
Titular
2 ene. 1871
Francisco Serrano Domínguez
24 jul. 1871
Manuel Ruiz Zorrilla
5 oct. 1871
José Malcampo
21 dic. 1871
Práxedes Mateo-Sagasta
26 may. 1872
Francisco Serrano Domínguez
14 jun. 1872
Manuel Ruiz Zorrilla

 

 

Primera República

 

            Etapa de la Historia de España comprendida entre el 11-II-1873, tras la abdicación del Rey Amadeo I de Saboya, y el 3-I-1874, fecha en que el general Pavía clausuró las Cortes y abrió un período de transición después del cual se produjo la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII.

            La República era una vieja aspiración de un sector de los liberales, que se había venido fraguando a medida que el reinado de Isabel II de Borbón se hacía más absolutista. El personalismo de la Reina, que se apoyaba en los sectores más reaccionarios, acabó poniendo en su contra a un grupo importante de civiles y militares. En 1866, los progresistas y demócratas que estaba en el exilio firmaron el Pacto de Ostende, en el que sentaban las bases para colaborar en el derrocamiento de la Reina y la liberalización de España.

            Isabel II tuvo que abandonar el país en septiembre de 1868, después del triunfo de la Revolución Gloriosa. Un grupo de militares, encabezados por Francisco Serrano Domínguez, Juan Prim y Prats y el almirante Juan Bautista Topete, sublevaron los Ejércitos del sur y se hicieron con el poder, después de derrotar a los isabelinos en la batalla de Alcolea.

Sin embargo, muchos de los líderes del movimiento, y en especial el general Prim, no querían una República, sino una nueva Monarquía, pero esta vez constitucional y progresista. Por eso, después de buscar candidatos reales por toda Europa, a finales de 1870 fue elegido Rey Amadeo de Saboya, hijo del Rey de Italia, quien reinó como Amadeo I. El reinado del italiano fue caótico, porque no tenía más que enemigos. Una facción importante de éstos la constituían los republicanos, fueran unitarios o federales.

Desde el triunfo de la Revolución Gloriosa, los republicanos federales de las distintas partes de España habían firmado acuerdos para constituirse en Naciones Federadas (como el Pacto de Tortosa, el Pacto Federal Castellano, el de Córdoba, el Galaico-Asturiano, el de Éibar), y desde entonces estaban presionando con gran energía para conseguir la caída de la Corona.

            Los problemas de desgobierno de España -sumida además en guerras contra los carlistas y los cubanos- provocaron la abdicación de Amadeo I el 10-II-1873. A continuación, el Congreso y el Senado se reunieron en Asamblea Nacional, presidida por el republicano Nicolás María Rivero, y procedieron a votar la conversión de España en una República. La sesión fue muy larga, y duró desde la tarde del día diez hasta la mañana del once.

El 11-II-1873 se proclamó finalmente la I República, que fue presidida por Estanislao Figueras y Moragas, al frente de un Gobierno de concentración nacional cuyos miembros no fueron nombrados por él, sino que fueron votados por la Asamblea uno por uno.

Los ministros de este gabinete de unidad entre unitarios, federales y "cimbrios" (antiguos monárquicos) fueron: Emilio Castelar Ripoll (Estado), Francesc Pi i Margall (Gobernación), Nicolás Salmerón Alonso (Gracia y Justicia), el hermano de éste, Francisco Salmerón Alonso (Ultramar), Manuel Becerra Bermúdez (Fomento), José María Beránger Ruiz de Apodaca (Marina), José Echegaray Eizaguirre (Hacienda) y Fernando Fernández de Córdova Rodríguez de Valcárcel, marqués de Mendigorría (Guerra).

Durante todo el período republicano se confundirán los cargos de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, que recaerán sobre la misma persona, llamada "Presidente de la República".

Hay que destacar que la bandera de la I República continuó siguiendo la misma de la Monarquía, roja y amarilla, aunque sin el escudo monárquico. La "bandera republicana", con la franja morada, aparecerá con la II República, en 1931.

            El ideario con el que nacía la República era la federación de las diferentes naciones y regiones de España; sin embargo, esto degeneró enseguida en las taifas y el cantonalismo. Los problemas obreros fueron aumentando, mientras que los enemigos naturales de la República (carlistas, monárquicos alfonsinos, absolutistas) hacían lo posible por generar tensión y destruir al nuevo régimen. Por si fuera poco, la República heredó los problemas económicos que llevaban muchas décadas asfixiando a España. El Ejército también estaba dividido en facciones: además de las tropas carlistas, dentro del bando liberal había republicanos y monárquicos. La política separaba a los oficiales (mayoritariamente monárquicos) de los suboficiales y la tropa (casi todos ellos, republicanos), lo que provocaba continuos casos de indisciplina. A esto había que añadir las enemistades y rivalidades que existían en la cúpula del generalato.

El cambio radical de Régimen hizo pensar a algunos que las trabas legales se habían aflojado, que con la libertad venía el libertinaje. La idea de la República Federal hizo estallar por todas partes movimientos independentistas: Cartagena, Valladolid, Béjar, Jaén, Jumilla, Jerez, Sevilla, Torrevieja, Granada, Salamanca, Alcoy... el más fuerte fue el cantón cartagenero, que aguantó hasta la Restauración borbónica. Mientras, al otro lado del océano se sucedían las revueltas en Cuba.

La I República fue reconocida de inmediato por los Estados Unidos, a los que se sumaron algunas Repúblicas centroamericanas (Guatemala, Costa Rica) y Suiza. Las principales potencias europeas se negaron a reconocer el nuevo Régimen, o lo hicieron de forma oficiosa: Francia, Gran Bretaña, Italia, Rusia, Alemania, Austria-Hungría, El Vaticano, Portugal...

            El 24 de febrero, Figueras remodeló el gabinete y formó un Gobierno más homogéneo, integrado solamente por republicanos: Castelar, Pi i Margall, Nicolás Salmerón, Jacobo Oreiro, Juan Tutau, Eduardo Chao, Cristóbal Sorní y Juan Acosta. Éste fue denominado "ministerio de los pájaros".

            Por estas fechas, los catalanes decidieron proclamar el "Estat Català", llevando el federalismo a sus últimas consecuencias. Fue necesaria la intervención personal del Presidente Figueras (que era oriundo de Barcelona) para convencer a los catalanes de que había que consolidar la República antes de desarrollar el proyecto de federación de Naciones.

            A finales de mes, Figueras abandonó la vida pública y se fue de España por sus problemas personales (acababa de quedarse viudo) y por las continuas disputas que había incluso en su propio partido. Pi i Margall le sustituyó durante unas semanas como Presidente de la República, hasta que regresó para volver a ocuparse de la Presidencia en el mes de mayo, fecha en que se convocaban las elecciones a Cortes Constituyentes.

            El 11 de junio (siempre de 1873), Francesc Pi i Margall se conviertió en el segundo Presidente de la República. Entre sus ministros estaban Cristóbal Sorní Grau, Nicolás Estévanez Murphy, José Muro López, José Carvajal Hue, posteriormente Eleuterio Maisonnave Cutayar, Eulogio González Iscar... Pi trató de unir a todas las fuerzas políticas para luchar contra los carlistas de Carlos VII y salvar el sistema, pero no fue capaz de dominar el caos en que había caído el país. Durante su mandato empezaron los debates sobre la Constitución Federal de España, que no llegará a ver la luz.

Las luchas para someter a los cantonales, y en especial a los de Cartagena, que se habían apropiado de la Escuadra, complicarán aún más su Gobierno, por lo que dimitirá a mediados del mes de julio, después de un mandato de cinco semanas.

            El tercer Presidente de la I República fue Nicolás Salmerón Alonso, que tomó el poder el 18 de julio. Entre sus ministros destacaron Eleuterio Maisonnave Cutayar, Jacobo Oreiro Villavicencio, José Carvajal Hué, Eduardo Palanca Asensi o Santiago Soler Pla.

Salmerón representaba la derecha de la Cámara. Cuando llegó al poder, demostró su talante radicalmente anticantonal, con lo que sólo consiguió exasperar a los separatistas y radicalizar las sublevaciones. Reprimió las sublevaciones, que se extendían por toda España, con ayuda del Ejército, actuando con extrema dureza. A pesar de su talante severo, dimitió el 6 de septiembre, cuando las Cortes republicanas decidieron reimplantar la pena de muerte para reprimir los disturbios. Salmerón alegó que él no quería ensuciarse las manos con la sangre de sus vecinos, y recomendó a las Cortes que eligieran como su sucesor a Castelar, que defendía ideas similares a las suyas y era un excelente orador.

Así es como el día 7-IX-1873, Emilio Castelar Ripoll, que acababa de ser elegido Presidente de las Cortes, se convierte en el cuarto y último Presidente de la I República. Sus ministros fueron Maisonnave, Oreiro, Carvajal, Soler...

            A diferencia de su antecesor, Castelar no dudará en aplicar la pena de muerte para derrotar a los múltiples enemigos del Estado: guerras carlistas; insurrecciones cantonales; guerras coloniales; oposición de la aristocracia, el clero y los militares borbónicos; agitaciones obreras y campesinas, provocadas por la precariedad de las condiciones de vida; tensión internacional con las potencias monárquicas que veían de la peor manera aquel nuevo Régimen surgido en uno de los flancos de Europa...

Castelar suspendió las garantías constitucionales, controló las informaciones que daba la prensa sobre todas estas campañas, y cerró provisionalmente las Cortes, para evitar que las minorías parlamentarias se agrupasen para derribar a su gabinete. Reforzó el Ejército dotándole de más medios y poniendo a su frente a generales enérgicos, como Arsenio Martínez-Campos, Manuel Pavía, Francisco Serrano o Fernando Primo de Rivera. Su intención era que le dejaran un período de "manos libres", para actuar con firmeza y rapidez, a fin de pacificar España.

            En el mes de octubre comenzó un bloqueo naval contra Cartagena, que tuvo que ser levantado enseguida porque la escuadra cantonal era más potente que la del Gobierno. Tampoco consiguió acabar con los carlistas, a los que se enfrentó en vano en Montejurra para acabar con la verdadera Corte que el pretendiente Carlos VII había instalado en Estella (Navarra). En el terreno cubano, un incidente con un barco estadounidense estuvo a punto de hacer estallar la guerra con los Estados Unidos; lo que Castelar pudo evitar con mucha mano izquierda, a despecho de los más belicosos. También logró llegar a un acuerdo con El Vaticano para el nombramiento de los obispos, aunque la Santa Sede no había reconocido oficialmente a la República.

Con el nuevo año (1874) se reanudaron las sesiones en las Cortes. Castelar abrió el Parlamento el dos de enero, pensando que los diputados habrían entendido que la suspensión de las Cortes no era fruto de un pensamiento dictatorial, sino que había servido precisamente para luchar contra los enemigos de la libertad. Para su sorpresa, se encontró con la oposición de gran parte de los diputados. Planteó una moción de confianza a las Cortes, y fue derrotado por unos votos; así que la sesión se suspendió unas horas y se reanudó a primera hora del tres de enero, con la votación de un nuevo Presidente.

Pero antes de que se pudiera elegir al quinto Presidente de la República, un grupo de guardias civiles a las órdenes del general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, capitán general de Madrid, irrumpieron en el Parlamento y obligaron a marcharse a los parlamentarios, terminando de esa forma con la I República.

El general Pavía le ofreció a Castelar que continuara en el poder, respaldado por los militares, pero éste se negó, así que se instauraron una serie de Gobiernos provisionales presididos sucesivamente por el general Francisco Serrano, Juan Zabala y Práxedes Mateo-Sagasta. Serrano será nombrado una vez más Regente, esta vez en nombre de la República.

En el mes de diciembre, el príncipe Alfonso, hijo y heredero de Isabel II de Borbón, publicó el Manifiesto de Sandhurst, ofreciéndose como Rey. El 29-XII-1874, el general Arsenio Martínez-Campos se pronunció con sus tropas en Sagunto (Valencia), proclamándole Rey Alfonso XII, iniciando la etapa histórica de la Restauración. La causa republicana seguirá manteniéndose durante medio siglo, hasta que en 1931 volverá a proclamarse la República en España.

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