Os
dejo con un fragmento de mi manual de estilo para periodistas jóvenes, en el
que llevo un par de meses trabajando. Me gustaría haberlo terminado antes de
fin de año. Ja vorem.
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Nunca
sabes en qué momento puede aparecer la noticia. Allá por el año 2002 me fui a
cubrir un suceso en la huerta de Elche. Habían robado en una granja de
avestruces, o algo por el estilo. Además de ser una ciudad próxima al cuarto de
millón de habitantes, Elche/Elx tiene un término municipal gigantesco, lleno de
palmeras -más de medio millón, declaradas en su conjunto Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco-, de huertas, parcelas, caminos rurales, acequias y
bancales.[1]
Como
siempre, íbamos con la información más escueta posible: Robo en granja de avestruces, de manera que llamamos a la Policía
Local a ver si nos podían dar alguna indicación. Los contactos informales, al
margen de los conductos oficiales, son una lotería; en aquella ocasión nos
dijeron que no nos podían dar ninguna información, ni siquiera aclararnos si la
granja estaba al Norte o al Sur, y nos remitieron al gabinete de prensa del
Ayuntamiento. A cuyo responsable no fuimos capaces de localizar.
Preguntamos
a otros compañeros, llamamos a otras personas, y logramos acotar un poco la búsqueda.
La granja de marras estaba por la zona de Torrellano, una inmensa planicie rústica
que se extiende entre la ciudad de Elche y el término municipal de Alicante. Cogimos
la carretera nacional mirando por encima de las vallas a ver si veíamos asomar
algún cuello largo rematado en pico. Luego probamos suerte en otra carretera
transitada, de ahí derivamos a un camino entre chalets, luego empezamos a
meternos en pistas de tierra, flanqueadas por matorrales y las omnipresentes
palmeras...
El
hombre estaba sentado a la sombra de un muro, leyendo un periódico y escoltado
por un perrillo que al ver aparecer el coche de la televisión empezó a dar
brincos y a amenazarnos con todos los males del Infierno. Bajé la ventanilla,
traté de hacerme oír entre los ladridos del perro.
-
¡Buenas tardes! ¿Hay por aquí alguna granja de avestruces?
El
hombre se puso en pie y miró a los cuatro puntos cardinales. Huertas y más
huertas, con la línea horizontal de la autovía allá a lo lejos, hacia el Oeste.
Estuvo unos instantes mirando a su alrededor para confirmar lo que ya sabía, y
luego denegó con la cabeza.
-
¡Muchas gracias! -me despedí. El cámara puso la primera marcha y empezó a mover
el coche, pero en ese momento el hombre se apoyó en la ventanilla, miró hacia
el interior y comentó:
-
Pensaba que habían venido a entrevistarme por lo de Deliranta Rococó.
¿El qué?, pregunté yo; y si tienes menos
de 40 años es muy posible que te hayas preguntado lo mismo.
Durante
varias décadas, hasta los primeros años ochenta, la editorial Bruguera sacó a
los kioscos toda una serie de revistas de humor para niños. Super Mortadelo, Super Zipi y Zape, Super DDT...
Unos tebeos en los que las estrellas de aquellos años, Mortadelo y Filemón, el
botones Sacarino, Carpanta, Rompetechos... alternaban con otros personajes que
no se hicieron tan conocidos. No sé si te sonarán los nombres de Anacleto
agente secreto, Gordito Relleno, Doña Urraca, Sir Tim O'Theo, El profesor
Tragacanto, Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta... o Deliranta Rococó. Ésta
era una aristócrata gorda y presuntuosa que siempre acababa metiéndose en líos
pese a la sensatez de su ayuda de cámara: un hombre que no era su mayordomo
sino su menordomo, porque era muy pequeñito.
El
autor de aquellas historietas -que los chavales de mi quinta habíamos devorado-
firmaba como Schmidt, pero en realidad era español[2] y
había estado alojado durante mucho tiempo en aquella casa de campo perdida en
mitad de la huerta ilicitana, a la que habíamos llegado buscando un robo en una
granja de avestruces.
En mi agenda de contactos de aquellos años lo tengo
apuntado, en la letra D:
Deliranta Rococó: Pedro
***, alojó a Gustavo Schmidt: 96.568...
Fue
un tema que no llegué a desarrollar porque en aquella época hacía, sobre todo,
Periodismo de sucesos; pero esta batallita me quedó como ejemplo de la forma
tan imprevisible en que puede aparecer una noticia.
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