De
vez en cuando aparece la típica granja de los horrores, con animales famélicos,
moribundos, conviviendo con basura y con cadáveres; además del sufrimiento para
los animales, supone un peligro gravísimo para los vecinos y para la salud en
general. Malos olores, presencia de cucarachas y ratas, contaminación de las
aguas... y posibilidad de que se comercialice la carne infecta, lo que puede
provocar intoxicaciones muy graves.
La
Oficina Periférica de Comunicación (OPC) de la Guardia Civil, informa de que se
han encontrado una granja de estas características en Calasparra.
Varios
ciudadanos advirtieron a la Benemérita de la existencia de unas instalaciones
porcinas en las que había cadáveres de animales; el Seprona y veterinarios del Servicio
de Inspección de Sanidad Animal de la Comunidad Autónoma acudieron al lugar y
verificaron la presencia de más de medio centenar de cadáveres de cerdos,
además de numerosos restos óseos.
El
responsable de las instalaciones ha sido denunciado por infracciones en materia
de residuos, aguas, sanidad animal y protección ambiental. Había infracciones
en el almacenamiento y tratamiento de los residuos, en el vallado de la granja,
en el estado de las balsas de purines...
Foto, OPC |
Lo
que me da más miedo es que, según la OPC, la granja acoge cerca de un millar de
cabezas de ganado porcino destinado a consumo.
En
ocasiones algunas personas justifican esta manera de llevar una explotación
ganadera alegando a la crisis y a la falta de ayudas de todo tipo. Estas
premisas son ciertas: hay una crisis muy fuerte, y hay muy pocas ayudas al
sector primario español. En otros países, a los ganaderos y agricultores se les
trata con un mimo que ya querríamos aquí, porque saben bien que son fuente de
empleo, de riqueza y de alimentos saludables.
En
España los ganaderos están con el agua al cuello; pero, así y todo, la inmensa
mayoría salen adelante como pueden, con
dignidad y sin perjudicar a nadie. Optan por la concentración de granjas,
se someten a los grandes productores... o echan el cierre con dignidad. Ni se
plantean amontonar cadáveres putrefactos, ni tienen cuajo para matar de hambre
a sus animales. Tener así una explotación ganadera es una aberración y un
peligro gravísimo para el entorno.
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