lunes, 10 de marzo de 2014

11-M

         La Universidad Católica San Antonio (UCAM) conmemora mañana el décimo aniversario de las matanzas de Atocha con un acto, que se llevará a cabo a las 11 de la mañana en la plaza de las Pérgolas (campus de los Jerónimos) de Murcia.
         Según dicha institución, en el acto participarán diversas asociaciones, como la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), la asociación de guardias civiles "Marqués de las Amarillas", los Ángeles Guardianes (policías motoristas)... además, como es evidente, de la propia comunidad educativa de la UCAM. Se guardará un minuto de silencio y se encenderán velas en memoria de los 192 asesinados por la barbarie islamista.
         Islamista; que no etarra.
         Aunque los etarras sean unos asesinos, unos psicópatas, unos mafiosos causantes de más de 800 muertos y de miles de heridos, ha quedado sobradamente demostrado que las bombas colocadas en los trenes de cercanías de Madrid el 11 de marzo de 2004 fueron obra de un grupo de fanáticos islamistas, que querían influir en las elecciones generales españolas. Y lo lograron. José María Aznar, que apoyó la Guerra de Iraq pese a la ausencia de aprobación de la ONU, fue reemplazado por José Luis Rodríguez Zapatero, que defendía lo contrario.
         Llegados a este punto, cada cual es libre de defender lo que le salga de las narices. Tengo un amigo que jura y perjura que las pirámides de Egipto fueron obra de los extraterrestres, que dominaban los secretos de la antigravedad. Tengo otro que está seguro de que la llegada del ser humano a la Luna fue un montaje.
         Hay sentencias judiciales, basadas en investigaciones policiales, que dejan bien claro que los autores de los terroristas fueron un grupo de integristas religiosos, la mayoría de los cuales se inmolaron en un piso de Lavapiés cuando iban a ser detenidos por los GEO, que perdieron a uno de los suyos en el operativo.
         El 11 de marzo de 2004, yo era el periodista encargado de la campaña electoral de Izquierda Unida en la provincia de Alicante; estábamos peleando por sacar como diputado a un joven de Monforte del Cid llamado Francisco José Lifante. Aquella mañana me despertó mi abuela (q.e.p.d.) diciéndome que había habido un atentado terrorista en la estación de Atocha, con decenas de muertos. Conduje desde mi pueblo hasta Alicante escuchando la radio, oyendo cómo cada vez iba aumentando el número de fallecidos y renegando de la ETA, como millones de españoles en aquellas primeras horas. De repente, uno de mis jefes me llamó y me dijo que avisara a los medios de comunicación de que IU, como el resto de formaciones políticas, había cancelado todos los actos de la campaña electoral.
         Hice las llamadas pertinentes, y en una de ellas contacté con Anuska, una periodista proveniente de la Agencia Efe del País Vasco. Comentamos el atentado, cómo no, y mencioné a los hijos de puta de los etarras; a lo que ella -una periodista experimentada, con mucha mili en Euskadi- respondió:
         - Antonio, te lo digo como amiga: ten prudencia. No parece la manera de actuar de los comandos etarras.
         - ¡Habrán sido los GRAPO, no te jode! -repliqué indignado.

         No habían sido ni los unos ni los otros, y eso el Gobierno de Aznar empezó a sospecharlo a medida que la policía empezó a avanzar en las investigaciones.
         Y a partir de aquí empezó una serie de mentiras que no lograron engañar a la mayoría de los españoles, aunque sí a los suficientes.
         Se llegó a decir que la cúpula policial y más de un fiscal había tenido conocimiento previo de las matanzas; y que todos ellos habían callado aposta, actuando en complicidad con el PSOE -en la oposición-, para que los terroristas pudieran poner las bombas con éxito, provocando de esta manera un revulsivo de gente que se volcó en masa a votar a Zapatero para echar a Aznar.
         Se echó mucha porquería; y se sigue echando. Porque dentro de medio siglo habrá gente diciendo que las bombas de Atocha las colocó la ETA, en coalición con el PSOE, con la Fiscalía y con el Cuerpo Nacional de Policía.
         Cada cual es libre de creerse las memeces que considere más adecuadas; y es que a veces hacer autocrítica es complicado.
         ¿Autocrítica?
         La Guerra de Iraq -la ilegítima, la que no estuvo apoyada por la ONU, la que fingía buscar bombas químicas a sabiendas de que no las había- me pilló trabajando como periodista de sucesos en una productora de Alicante. El mismo día en que cayeron las primeras bombas sobre Bagdad, el camarero del restaurante donde solía almorzar se sentó a mi mesa y contempló conmigo la matanza durante unos instantes. Luego se puso en pie, me miró satisfecho y replicó:
         - ¡Les vamos a dar bien por saco a los moros!
         Yo le miré con cierta tristeza.
         - Alfonso; espero que sus bombas no lleguen hasta aquí.
         - ¡Qué van a llegar, hombre! ¡Qué van a llegar! -replicó ufano mientras se iba al mostrador a atender a otros clientes.
         Y, mirad por dónde... sus bombas acabaron llegando.
         Muchos españoles pensamos que José María Aznar era un belicista peligroso, confiado en que ser un aliado fiel de los Estados Unidos le iba a conferir la misma fortaleza que a la superpotencia. Pero también deberíamos analizar la figura de ese incompetente que fue José Luis Rodríguez Zapatero.
         Hay un momento mítico en la novela El Padrino, en la que don Vito y su primogénito, Sonny, están hablando con un capo de poca monta que maneja asuntos de droga. En un momento dado, mientras el Padrino rechaza el negocio, Sonny interviene mostrando excesivo interés.
         Cuando el otro capo y sus secuaces se marchan, el Padrino se encara a su hijo con enfado y le dice: Ahora que saben que la Familia está dividida, irán a por nosotros. Y en efecto, poco después Sonny Corleone muere en una emboscada.
         Los islamistas no son cuatro pastores que viven en cuevas y duermen con una cabra al lado y el fusil al otro. Muchos de ellos viven en Occidente, manejan las nuevas tecnologías, leen la prensa...
         En las semanas previas al 11-M, los islamistas sabían que en España había dos bandos: el belicista Aznar, al que conocían de sobra por su apoyo a George Bush, y el líder de la oposición: un tal Zapatero, que mostró su antiamericanismo -de boquilla- negándose a ponerse en pie al paso de la bandera de los Estados Unidos. Que ya son ganas de cerrarse puertas.
         Para mí es evidente que las bombas de Atocha fueron una consecuencia directa de mostrar que la Familia estaba dividida. Hubo analistas que le dijeron a Bin Laden, o al jefe de la célula de turno: Si provocamos una matanza en España días antes de las elecciones, a lo mejor los españoles se acojonan, se dan cuenta de que esto de la guerra va en serio y votan al otro tío, al que dice que va a retirar las tropas en media hora.
         Y obraron en consecuencia.
         Para mí es evidente, también, que los únicos responsables de los 192 muertos de Atocha fueron los hijos de puta que pusieron las mochilas en los trenes. Pero pienso que los dirigentes políticos no supieron estar a la altura.
         Aznar nos metió en la guerra, con el voto unánime de sus diputados y el apoyo de muchos españoles que pensaban que, en el fondo, aquello no iba a afectarnos en absoluto.
         Zapatero dejó claro que había una posibilidad de sacar a España de la guerra. Sólo había que acojonar a los que íbamos a votar pocos días después. Recordad que Aznar perdió las elecciones pese a que estaba gobernando con mayoría absoluta; recordad que no perdió demasiados votos, sino que el PSOE logró un aporte inesperado de sufragios, fruto del miedo o del cabreo.
         Siempre he pensado que la misma noche electoral Zapatero debería de haberse plantado ante las cámaras de televisión y haber dicho lo siguiente: El pueblo español no ha votado con la mente fría, sino en estado de shock por un atentado islamista. Al pueblo español no le pueden doblegar cuatro asesinos; por lo tanto, no vamos a ceder a este chantaje; no vamos a retirar ni un solo soldado.
         Todos sabemos que, si cedes al chantaje, sólo consigues que los chantajistas se crezcan. Siempre he pensado que Zapatero debió dejar claro, para el futuro, que la política española no la pueden marcar los terroristas. Debería haber permanecido firme. Y, luego, debería haber convocado nuevas elecciones generales en el plazo mínimo establecido por la ley. De esta forma, lo que hizo fue hacerles el juego a los asesinos y demostrar que el crimen sí compensa.
         Todo aquello pasó, y sólo quedan los 192 muertos; los 192 dramas familiares, a los que hay que sumar el dolor de miles de familias españolas y extranjeras. Mi propia esposa perdió a dos de sus primos en las matanzas de Atocha.



2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo en todo, salvo en algún punto puntual. No creo que España fuera como apuntas a una guerra; otra cosa es que lo pareciera y estaba casi en primera línea pero me niego a reconocer que España estuvo al frente de Irak de la misma forma que se puede estar en una guerra. Además tampoco estoy de acuerdo que el atentado fuera como consecuencia de esa guerra. Durante el juicio del 11M se "demostró" que el atentando se gesto incluso antes de la propia intervención. Es más, no había tenido lugar ni la famosa foto de las Azores. No niego que los acontecimientos posteriores fortalecieran la idea de atentar contra España. Es más, recientemente hemos sabido que los islamistas pretendían destruir la tumba de los reyes católicos en Granada.

    El fundamentalismo no tiene explicación racional, es fundamentalismo y punto. No busquemos ni conexiones y razones. Es casi imposible luchar contra la idea del odio inoculada como un virus.

    Con respecto a las elecciones como tal, personalmente y a posteriori creo que debieron postponerse. Los españoles votaron en estado de shock y en esos estados, uno no es uno mismo en ese estado. Además y con visión del tiempo, uno puede concluir que los españoles no tuvimos olfato, nos engañaron y manipularon y ese atentado fue inevitablemente para cambiar el curso de la historia, manipular unas elecciones y aunque nunca lo sabremos, que esa sombra nos sobrevuele es demoledora.

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  2. Yo también estoy de acuerdo con todo, a excepción de un aspecto: Zapatero, quien no goza de mí admiración precisamente, no sacó a las tropas de Irak por el atentado de Atocha: lo tenía incluido en el programa electoral de PSOE y, como tal, tenía que complir su promesa. Otra cosa es que la gente votara "en caliente", que puede que sí, pero ¿qué sentido tenía mantener más tiempo a una caterva de mamones que estaban mintiendo al pueblo a costa de las víctimas?

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