(...)
Un
directo de cinco horas y media da para informar de muchas cosas. Igor Maneiro supo
dirigir el informativo más complicado de toda mi vida profesional. Hablamos del
suceso en sí, de las víctimas mortales, de la evacuación de miles de hogares...
De vez en cuando entraban otros compañeros en directo, pero yo no podía oírlos
porque entonces me despinchaban a mí
para darles a ellos la señal.
Tratamos
desde el principio de darle un enfoque de servicio público: hubo un momento en
el que yo me planteé: Hay que animar un
poco a la gente. Estamos muy mal, pero no sirve de mucho centrarse en la
desgracia ni dar pena. Traté de aportar consejos útiles; que le pudieran
servir de verdad a los espectadores. Recuerdo ahora, por ejemplo:
-
Consejos a los conductores para que evitasen la autovía A-7 a su paso por Lorca
(es la ruta más directa entre Valencia y Andalucía) y cogiesen la autopista de
peaje entre Vera y Cartagena.
-
Recomendaciones para que dejasen libres las líneas telefónicas. El 99'9 % de nosotros estamos bien, les
indiqué. Es normal que estén preocupados
por sus amigos, por los primos... pero llamen sólo a sus familiares más
directos y dejen las líneas libres para los servicios de emergencia. Estaba
visualizando a miles de personas sufriendo por comunicar con sus parejas y sus
hijos, mientras éstos atendían a los amigos más remotos.
A
mí me pasó: en las pausas entre conexiones miraba mi teléfono particular y cada
vez me encontraba con siete u ocho llamadas de gente con la que hablo solamente
una vez cada equis años. Es natural y muy meritorio: hay un terremoto en Lorca,
recuerdas de pronto que tienes un amigo de la mili viviendo en la ciudad, y le
llamas, porque te preocupa de verdad. Pero a lo mejor tu llamada le corta el
paso a la de los padres de tu amigo. O a los Bomberos.
-
Traté de tranquilizar a la gente que no podía contactar por teléfono con los
lorquinos, explicándoles que -salvando todas las distancias- con las redes
telefónicas estaba pasando lo mismo que pasa en Nochevieja: que todo el mundo
llama a la vez. No pasa nada si su hijo
no atiende el móvil: puede que esté colapsado, o que él mismo esté en medio de
un atasco.
-
Recomendé a la gente de Lorca que no cogiera el coche; que respetasen todas las
normas de circulación, pero tuvieran en cuenta que podía haber gente en estado
de shock que no estuviera en condiciones de ver un semáforo en rojo.
Mi
punto de directo fue una esquina de la acera junto a la iglesia de San Diego,
junto a una de las arterias de la ciudad, la avenida de Europa. Es una avenida
de dos carriles en cada sentido de circulación, que por un extremo se abre a la
carretera de Murcia y por el otro penetra en el corazón de la ciudad. En aquel punto
el tráfico de entrada estuvo completamente detenido durante una hora. Pero no
se escuchó ni un solo toque de claxon. La gente fue plenamente consciente de lo
que estaba pasando, y se comportó con absoluto civismo.
-
Igor; hay que estar orgulloso de los lorquinos y de nosotros, como españoles.
Eso que dicen siempre de los terremotos en Japón, que la gente se comporta con
total cortesía, lo estamos viviendo ahora mismo. Al otro lado de la calle hay
un camión que lleva una hora en el mismo sitio. Nadie pita, nadie trata de
colarse.
En
cuanto a nuestros servicios de emergencia... ya les habría gustado a los
americanos del Katrina haber sido la
décima parte de efectivos.
Los
servicios de emergencia se movilizaron de inmediato. Mi mujer y mis hijos, en
ruta hacia Alicante, no dejaron de cruzarse con los vehículos de emergencia
hasta que estuvieron bien lejos de Lorca.
Por
la avenida de Europa pasó con los intermitentes de emergencia un Peugeot
particular en el que iban amontonados al menos cinco policías; agentes que no
estaban de guardia, pero que iban a tomar posición en los lugares necesarios. Otro
policía de paisano detuvo su motillo junto a la fuente de San Antonio, se puso
el chaleco reflectante y trató de organizar un poco el tráfico en aquella zona próxima
a La Viña.
Mi
amigo Juan Antonio Cánovas y sus compañeros de la Cruz Roja de Águilas
sufrieron el segundo terremoto a pocos metros de donde yo me encontraba: se
movilizaron de inmediato tras producirse el primero de los seísmos y estuvieron
a punto de convertirse en víctimas del segundo.
Los
vehículos detenidos en la autovía a su paso por los viaductos y los túneles de
Lorca tuvieron que apartarse para dejar pasar a un cochecillo que venía pitando
y haciendo ráfagas con las luces; por la ventanilla del conductor asomaba un
casco de bombero, agitado por su dueño para que le identificasen y le permitieran
llegar a su cuartel. La anécdota la cuenta Cayetano Plazas, lorquino y director
de Recursos Humanos de 7RM, que tenía en la ciudad a su mujer, a sus tres hijos
y a sus padres ancianos.
Para
permitir el paso de los vehículos de emergencias, la Policía Local de Lorca logró
organizar a los cientos de vehículos atrapados en la avenida de Europa,
reservando los dos carriles centrales para entrada y salida de ambulancias,
coches patrulla, camiones de bomberos y convoyes militares.
-
Igor; ahora mismo está pasando a nuestro
lado una ambulancia de Cruz Roja de Abarán... o quizás sea de Abanilla; no he
podido leerlo bien. Detrás viene Cruz Roja de Orihuela, Protección Civil de
Mazarrón... los Bomberos de Totana-Alhama... dos, tres coches de la Guardia Civil y un jeep militar con el distintivo
de la UME.
Efectivos de la Guardia Civil desplazados a Lorca y acuartelados en Águilas |
En una de las pausas entre directos, Óscar Peña sonrió por vez primera desde las 18:47h de la tarde. Tenía en Lorca a sus padres, a sus cuatro hermanos, y a numerosos primos, cuñados y sobrinos, y hasta aquel momento -siendo ya noche cerrada- no había tenido tiempo de coger el teléfono y hacer alguna llamada. Le acababan de confirmar que todos estaban a salvo, aunque las casas habían resultado destrozadas.
-
Dice mi madre que os vengáis a Águilas tu mujer, tus hijos y tú -me invitó.
-
Dale las gracias -le dije, emocionado al borde de las lágrimas-, pero he podido
evacuar a mi familia y yo supongo que dormiré algo en el coche...
En
ese momento me di cuenta de que me había quedado sin casa y que no tenía coche
para moverme. De manera que llamé a Félix Izquierdo, el productor ejecutivo, le expuse mi
problema y le planteé una petición: ¿Puedo
quedarme un par de días con la furgoneta de la televisión?
-
¡Pues claro que sí!
-
Incluso... a lo mejor... mañana o pasado me gustaría irme a Alicante, a ver a
mis hijos...
-
¡Como si te la quieres llevar a La Coruña! ¡Y no te preocupes por la gasolina!
Un
apoyo inmediato, instantáneo, incondicional. Jugándose quizás algún problema
-él, que también es padre de familia- si yo tenía un accidente en Alicante con
un vehículo del que él era el responsable.
En
los momentos difíciles es cuando descubres cómo es la gente que te rodea.
Además de ser un profesional como la copa de un pino, Félix demostró ser una
Persona, con mayúsculas.
Por
supuesto, me pagué yo mismo la gasolina. Recuerdo que aquella noche acabé
durmiendo en Águilas, en casa de los padres de mi compañero: Gaspar Peña e
Isabel Piñero; dos personas que demostraron su inmensa humanidad prestándose a
acoger a una mujer y dos niños pequeños que se habían quedado temporalmente sin
hogar.
Producción movilizó a Lourdes Pérez y Pedro Ponce, que distribuyeron entre nosotros diverso material -agua, bocadillos, chaquetas, baterías para las cámaras- ; Fredy, el jefe del parque móvil, apareció poco después en un segundo viaje trayendo más material.
Producción movilizó a Lourdes Pérez y Pedro Ponce, que distribuyeron entre nosotros diverso material -agua, bocadillos, chaquetas, baterías para las cámaras- ; Fredy, el jefe del parque móvil, apareció poco después en un segundo viaje trayendo más material.
Iglesia de San Diego, noche del 11-M |
Aparqué
la furgoneta en La Rambla, la calle principal de mi pueblo, y me encontré a
pocos pasos de distancia con un pequeño grupo de afiliados y votantes del
Partido Popular, guardando unos minutos
de silencio por las víctimas de los terremotos delante de su sede electoral.
Posiblemente la primera de una larga serie de gestos de solidaridad hacia los
lorquinos que en los meses y años posteriores han llevado a cabo muchos miles
de personas de todas las condiciones y filiaciones políticas.
Paco Bernabeu (Izda.), paisano mío y cámara de Canal 9, con Óscar Peña y conmigo. Paco se quedó ayer en el paro |
Yo regresé a Lorca a la mañana siguiente, para intervenir en el informativo matinal de las 7 de la mañana. Mi mujer y mis hijos se quedaron en Alicante durante un mes: el portal de mi edificio estaba intransitable, no había ascensor y las calles estaban llenas de escombros.
En
algún momento, en los días posteriores, cambié de coche y recuperé el mío. Pero
esto es para mí otro misterio: por más que me esfuerzo soy incapaz de recordar en
qué momento, y de qué manera, me traje mi coche de regreso a Lorca. Supongo que
iría a Alicante en tren.
El
directo para 7RM terminó pasadas las doce y media de la noche. Los compañeros empezaron
a recoger los equipos. Blanca Núñez y yo bajamos entonces al atrio de la
iglesia de San Diego, para poner a buen recaudo las campanas de la iglesia. No
recuerdo que haya habido episodios de pillaje en Lorca, pese a que aquella
noche NADIE durmió en su casa, pero a ella y a mí nos preocupaba que a la
mañana siguiente apareciera una excavadora y arramblase con todo. De manera que
hurgamos entre los escombros y recuperamos una campaña de pequeño tamaño -la
principal pesaba varios centenares de kilos-, además de la cabeza de piedra del
San Diego de la fachada.
Rodeamos el recinto de la iglesia hasta llegar al asilo de ancianos adyacente. Los abuelos habían sido evacuados -no volvieron a la residencia hasta el mes de julio de 2012-, pero se había quedado de guardia un vigilante al que le entregamos los restos.
Rodeamos el recinto de la iglesia hasta llegar al asilo de ancianos adyacente. Los abuelos habían sido evacuados -no volvieron a la residencia hasta el mes de julio de 2012-, pero se había quedado de guardia un vigilante al que le entregamos los restos.
Los
compañeros se despidieron de nosotros, y yo me quedé con una sensación muy
extraña: la de estar en el lado malo de la noticia, el de las víctimas. Para
ellos había sido una jornada dura, pero ahora se iban a marchar de Lorca. Iban
a ir a sus propios hogares, a dormir y a desconectar hasta la mañana siguiente.
Óscar y yo -y tantísimos otros periodistas de otros medios- no podíamos
desconectar; nosotros nos quedábamos allí, con el resto de las víctimas.
(Continuará...)
12-M. Funeral por las víctimas mortales. |
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