En
su libro Cela, el hombre que quiso ganar,
el historiador Ian Gibson nos pone
un ejemplo excelente de cómo se traiciona un off the record, y cuáles
son las consecuencias que puede acarrear.[1]
El
30 de octubre de 1989, poco después de que Camilo
José Cela obtuviera el Premio Nobel, la revista Interviú publicó una entrevista con Rosario Conde, su mujer durante más de 40 años -que acababa de ser
desbancada por Marina Castaño-, en
la que se recogía esta tremenda afirmación:
Nunca estuve enamorada de Camilo. Mi gran
amor fue Caballero Bonald.
La
entrevista la firmaba Luis Cantero,
uno de los periodistas más conocidos del momento.
Según
Ian Gibson -quien cita como fuente al propio Cantero-, Rosario Conde empezó
confesando que ella había querido mucho a Cela, pero que nunca había estado
enamorada de él...
Unos momentos después -escribe Gibson-, Rosario le pide a Cantero que apague la
grabadora. Si le revela el nombre de su gran amor, ¿le da su palabra de no
publicarlo? Cantero se compromete a ello. Y Rosario se lo dice. Luego Cantero
enchufa el aparato otra vez.
Y
esto, amigo, es un off the record. No
soy nadie para juzgar a Cantero; que, además, ya ha fallecido.[2]
Pero creo firmemente que, en esta ocasión, no se comportó de la manera
adecuada.
Ian
Gibson da la sensación de comprender esta traición:
Como dice el mismo Cantero, "a un periodista
no se le puede contar un secreto con el magnetófono en marcha" (sic). Además, ¿quién sabe?, Rosario tal vez
necesitaba desahogarse...
Sin
embargo, según reconoce el historiador en otra parte de su libro, el hijo de
Rosario y CJC, Camilo José Cela Conde,
se sintió dolido y traicionado por la actitud del periodista, a quien su madre
y él consideraban un amigo.
¿Cuáles
fueron las consecuencias negativas de haber roto este off the record? Pues, en primer lugar, un daño profundo para todas
las personas implicadas en el episodio.
Rosario
Conde se tomó fatal que un detalle tan íntimo se hiciera público.
El
escritor José Manuel Caballero Bonald, una persona cuya discreción siempre se
destaca, también sufrió por una injerencia tan profunda en su vida privada.
Al
propio Cela no le hizo ninguna gracia verse coronado,
y no precisamente por los laureles del Nobel. Gibson aventura que quizás esta
revelación fue lo que le decidió a ir a Estocolmo a recoger el premio con Marina
Castaño, y no con su esposa.
En
cuanto a Luis Cantero, aparte de recibir el desprecio de la entrevistada (una
fuente de información que se le cerró a cal y canto), quizás obtuvo una cierta
prevención de cara a sus entrevistados posteriores. Desde luego, con este
antecedente yo me habría cuidado muy mucho de decirle: Te hago una confesión si apagas la grabadora.
Y,
¿cuáles fueron las consecuencias positivas?
En
primer lugar, imagino que un aumento de la tirada del Interviú de aquella semana.
Y
luego... ¿qué? ¿La satisfacción mezquina de algún detractor de CJC, feliz por
saber que tamaño Macho Alfa en el fondo no era más que un cornudo?
En
el fondo, ¿a quién le importa si a Cela le ponían los cuernos?
A
veces los entrevistados bajan la guardia, porque son seres humanos que
necesitan desahogarse, y la empatía que tenemos los periodistas se lo pone
fácil. Pero nuestro trabajo, como cualquier otra actividad profesional, está
sujeta a condiciones. El profesional que viene a repararme la nevera no tiene
derecho a cogerse de dentro una cerveza y un pedazo de queso si yo no le doy
permiso. El profesional que va a arreglarme el coche no tiene derecho a llevárselo
de fin de semana sin permiso. Y el profesional que me requiere para que abra
mis recuerdos, no tiene derecho a llevarse aquéllos que le estoy diciendo que
son sólo privados.
Todo
mi respeto hacia el desaparecido Luis Cantero, autor de numerosos reportajes
que ilustraron a miles de lectores y a más de un periodista; pero, en este caso,
pienso que al escuchar aquella revelación se vino arriba e infringió una norma
muy importante del Periodismo. Habría sido muy distinto si Cantero hubiera
encontrado una carta de amor entre Rosario y Caballero Bonald, o una foto de
ambos que le hubiera dado pie a tirar del hilo por cuenta propia.
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