jueves, 28 de noviembre de 2013

Los cuernos de Cela

         En su libro Cela, el hombre que quiso ganar, el historiador Ian Gibson nos pone un ejemplo excelente de cómo se traiciona un off the record, y cuáles son las consecuencias que puede acarrear.[1]
         El 30 de octubre de 1989, poco después de que Camilo José Cela obtuviera el Premio Nobel, la revista Interviú publicó una entrevista con Rosario Conde, su mujer durante más de 40 años -que acababa de ser desbancada por Marina Castaño-, en la que se recogía esta tremenda afirmación:
         Nunca estuve enamorada de Camilo. Mi gran amor fue Caballero Bonald.
         La entrevista la firmaba Luis Cantero, uno de los periodistas más conocidos del momento.

         Según Ian Gibson -quien cita como fuente al propio Cantero-, Rosario Conde empezó confesando que ella había querido mucho a Cela, pero que nunca había estado enamorada de él...
         Unos momentos después -escribe Gibson-, Rosario le pide a Cantero que apague la grabadora. Si le revela el nombre de su gran amor, ¿le da su palabra de no publicarlo? Cantero se compromete a ello. Y Rosario se lo dice. Luego Cantero enchufa el aparato otra vez.

         Y esto, amigo, es un off the record. No soy nadie para juzgar a Cantero; que, además, ya ha fallecido.[2] Pero creo firmemente que, en esta ocasión, no se comportó de la manera adecuada.
         Ian Gibson da la sensación de comprender esta traición:
         Como dice el mismo Cantero, "a un periodista no se le puede contar un secreto con el magnetófono en marcha" (sic). Además, ¿quién sabe?, Rosario tal vez necesitaba desahogarse...
         Sin embargo, según reconoce el historiador en otra parte de su libro, el hijo de Rosario y CJC, Camilo José Cela Conde, se sintió dolido y traicionado por la actitud del periodista, a quien su madre y él consideraban un amigo.

         ¿Cuáles fueron las consecuencias negativas de haber roto este off the record? Pues, en primer lugar, un daño profundo para todas las personas implicadas en el episodio.
         Rosario Conde se tomó fatal que un detalle tan íntimo se hiciera público.
         El escritor José Manuel Caballero Bonald, una persona cuya discreción siempre se destaca, también sufrió por una injerencia tan profunda en su vida privada.
         Al propio Cela no le hizo ninguna gracia verse coronado, y no precisamente por los laureles del Nobel. Gibson aventura que quizás esta revelación fue lo que le decidió a ir a Estocolmo a recoger el premio con Marina Castaño, y no con su esposa.
         En cuanto a Luis Cantero, aparte de recibir el desprecio de la entrevistada (una fuente de información que se le cerró a cal y canto), quizás obtuvo una cierta prevención de cara a sus entrevistados posteriores. Desde luego, con este antecedente yo me habría cuidado muy mucho de decirle: Te hago una confesión si apagas la grabadora.

         Y, ¿cuáles fueron las consecuencias positivas?
         En primer lugar, imagino que un aumento de la tirada del Interviú de aquella semana.
         Y luego... ¿qué? ¿La satisfacción mezquina de algún detractor de CJC, feliz por saber que tamaño Macho Alfa en el fondo no era más que un cornudo?
         En el fondo, ¿a quién le importa si a Cela le ponían los cuernos?

         A veces los entrevistados bajan la guardia, porque son seres humanos que necesitan desahogarse, y la empatía que tenemos los periodistas se lo pone fácil. Pero nuestro trabajo, como cualquier otra actividad profesional, está sujeta a condiciones. El profesional que viene a repararme la nevera no tiene derecho a cogerse de dentro una cerveza y un pedazo de queso si yo no le doy permiso. El profesional que va a arreglarme el coche no tiene derecho a llevárselo de fin de semana sin permiso. Y el profesional que me requiere para que abra mis recuerdos, no tiene derecho a llevarse aquéllos que le estoy diciendo que son sólo privados.
         Todo mi respeto hacia el desaparecido Luis Cantero, autor de numerosos reportajes que ilustraron a miles de lectores y a más de un periodista; pero, en este caso, pienso que al escuchar aquella revelación se vino arriba e infringió una norma muy importante del Periodismo. Habría sido muy distinto si Cantero hubiera encontrado una carta de amor entre Rosario y Caballero Bonald, o una foto de ambos que le hubiera dado pie a tirar del hilo por cuenta propia.




[1] Gibson, Ian: Cela, el hombre que quiso ganar. Editorial Santillana, colección Punto de Lectura; edición de octubre de 2004. La anécdota referida aparece en la pág. 284 y ss.
[2] Murió a finales de 2012, completamente olvidado de todos. DEP.

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