Las
fotos que voy a poner me resultan bastante duras, y de hecho no me había
atrevido a hacerlo hasta ahora.
Los niños de Lorca
recordaban de esta manera los terremotos de 2011, un año después de la desgracia.
Imaginaos cómo recordarán las matanzas del verano de 2014 los niños de
Palestina y de Israel.
Imaginaos lo que estarán sintiendo en estos mismos momentos todos esos pequeños que ven las bombas, los incendios, las muertes de seres queridos...
Con
una diferencia: de la desgracia que
sufrimos los lorquinos no tuvo la culpa nadie. Yo no soy culpable de que
mis hijos tuvieran que verse descalzos en un parque, rodeados de gente que
lloraba. Como padre, hice lo que pude para evitarles el sufrimiento, y de hecho
media hora después del 11-M ya estaban saliendo de Lorca con su madre.
Los israelíes y los
palestinos sí son culpables del sufrimiento de sus hijos.
Y
no voy a decir quién empezó primero, porque podríamos acabar echándole la culpa
a las legiones romanas que obligaron a largarse a los judíos. Y, además, me
importa tres pepinos.
Pero
sí quiero hacer otra reflexión: a lo largo de los dos mil últimos años, quienes
humillaron, maltrataron, robaron y asesinaron a los hebreos no fueron precisamente
los musulmanes.
Los ghettos, las razzias, y
todo el largo camino hasta Auschwitz es producto del odio de los cristianos
hacia la raza deicida. El odio y
las matanzas de los musulmanes comenzaron cuando los judíos regresaron en masa
a Israel, de una manera que muchos musulmanes consideraron una invasión.
El
derecho de Israel a recuperar su Tierra Prometida choca con el derecho de los
palestinos a permanecer en la tierra en la que llevan siglos y siglos. El
proyecto de crear un Estado judío, la Partición, provoca una guerra que ganan
los israelíes. Los asentamientos ilegales en zona musulmana provocan una
Intifada que se responde con ataques con misiles, que a su vez hace que se
multipliquen los mártires islamistas, lo que a su vez provoca la acción del
Ejército israelí...
Llega un punto en que no
sabes qué fue antes, si el huevo o la gallina.
Estamos
viendo a mujeres israelíes defender el exterminio de las madres palestinas con
sus hijos; judíos sentados en sillas en el campo aplaudiendo cuando ven caer
misiles sobre colegios u hospitales. Palestinos lamentando que Hitler y Himmler
se quedasen cortos en los campos de concentración...
Tanto
odio envenena incluso las conversaciones entre los que ni somos judíos ni
musulmanes. Darse un paseo por las redes sociales acaba provocando náuseas al
ver cómo algunos justifican lo que no es justificable, y como desean los
mayores males, sentaditos cómodamente en su sillón.
En
cuanto a la ONU... está tan sometida a los intereses individuales de los
países, y éstos se centran tanto en los intereses económicos de sus clases
dirigentes, que hace mucho tiempo que dejó de ser esa reunión pacífica de
pueblos libres, en aras del progreso mundial. En vez de un mapamundi, la bandera de la ONU debería llevar una balanza
escorada con el signo del dólar.
Lo único que es cierto es
el dolor de los niños.
Mirad
de nuevo lo que se gesta en el interior de un niño que sufre.
Si no lo resuelven de una vez, ese idéntico
dolor se dividirá en dos odios diferentes: el judío que ha visto estallar
el coche bomba de Hamás se secará las lágrimas y mirará con odio al palestino
que llora al ver a su abuelito muerto por los misiles de Israel. Uno y otro se
jurarán venganza... y así una vez y otra vez...
Defiendes
cosas como éstas y te llaman buenista,
como si fuera un insulto. Te dicen que la equidistancia es culpable, porque no
ves que, en realidad, los únicos terroristas son... y ahí, cómo no, acusan a
sus enemigos. Ellos son los buenos, los que matan a los niños del vecino para
defenderse, ya que el vecino en realidad no es una persona sino un monstruo.
Si realmente existiera
Dios, Yavé, Alá... debería coger a todos los que matan en su nombre y enviarlos
al Infierno de cabeza.
Israel
y Palestina llevan ya tres generaciones perdidas por el dolor, la sangre y los
escombros. En Lorca nos estamos recuperando; para ellos, cada día es la víspera
de un nuevo terremoto. Un terremoto evitable.
La Historia nos aporta ejemplos como la partición de la India y Pakistán. Tal vez deberían crearse dos Estados... pero Estados de verdad, con unidad territorial. Que sean viables. Del Pakistán Oriental acabó surgiendo el nuevo Estado de Bangla Desh, porque no podían concebirse dos mitades separadas por tantísimos kilómetros.
Ves
los mapas de Israel y Palestina, y te das cuenta de inmediato de que eso no es
viable. Una franja costera en Gaza, más un trocito pegado a Jordania, más
numerosas islas que Israel se va comiendo a su capricho. ¿No se podría llegar a
un acuerdo, por ejemplo entregando Gaza a cambio de una franja suficiente en la
zona del Golán, dependiente de Jordania?
Los
unos y los otros llevan setenta años tratando de exterminar al vecino y a sus
hijos. Ya se está viendo que no lo
conseguirán jamás. La pasividad internacional está ayudando a Israel a
arrasar Gaza, pero no lograrán arrancarle la vida a todos los palestinos. Con
que quede una docena, ya habrá una docena de mártires esperando a que pasen los autobuses escolares de Israel...
Mis hijos duermen bajo las bombas, pero los
hijos del vecino también. Y se quedan tan a gusto. Como aquel cuadro de Goya en el que dos gañanes metidos en
sendos hoyos se daban de garrotazos en la cabeza.
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