En
estos momentos, en Lorca hay una decena de escritores tomando apuntes para sus
próximas novelas...
La
verdad es que la imagen produce algo de miedo, porque uno se los puede imaginar
sentados en uno de los bancos de las Alamedas, pasando revista a los personajes
que suben y bajan cargados con los regalos navideños... sentados tras las
carpas de plástico de los bares de la Corredera o de la plaza Calderón, construyendo
los cimientos de sus obras futuras o atando los últimos cabos... o
reflexionando con la mirada clavada en la lejana y majestuosa Torre Alfonsina, volviendo
la mirada cien o doscientos años atrás.
Sales
a la calle y ves a Fran J. Marber
escrutando las letras de granito pulido que han proliferado en los umbrales de
iglesias y edificios públicos, pensando que ese TEATRO GUERRA que se ilumina de
noche, ese ALPORCHONES que lleva tantos años en la subida a la Corredera, ese
Corazón del Paso Azul... podrían esconder un doble o triple sentido; al fin y
al cabo, Alporchones es un acróstico de Por La Noche... y por la noche pasan
cosas extrañas. ¿Nos estarán indicando dónde se encuentra la espada perdida de
la estatua de Alfonso el Sabio?
Por
la noche, a las 2 de la mañana, puedes toparte con Andrés Ruiz midiendo las piedras del Porche de San Antonio y llegando
a la conclusión de que corresponden con las casillas de un tablero de ajedrez,
como el de Fajardo el Bravo, o como los episodios del próximo libro de los
hermanos HM. Fajardo.
El
perseguidor de sueños puede encontrar lo que busca allá en la otra orilla, o
quizás escondidos entre aulas -que, por cierto, no serán las del Ros Giner-. Puede
acabar preso en la tela de la araña -esperando que no se rompa como le pasó a Trompa y sus amigos-, balanceándose en
un columpio en las estrellas o seducido por la joven de ojos miel.
Desde
su atalaya en una de las calles más céntricas y al mismo tiempo discretas de
Lorca, el periodista Jorge González vigila
las andanzas de todos estos capturadores de momentos que nunca existieron. Los
sienta de dos en dos frente a sus micrófonos azules y blancos, blancos y
azules, de la Cadena Azul, y les anima a que difundan sus mensajes desde las
playas soleadas de Calnegre hasta los campos helados de Coy, pasando por encima
de acequias y alcanciles y esquivando por los pelos la trampa mortal del
Caballo del Óvalo.
Ayer,
la decena de escritores que conforman la Generación L21 se dieron cita en el
Liceo Lorquino, gracias a los esfuerzos de Jorge González. Los protagonistas de
este boom literario contaron con el padrinazgo de Emilio Calderón, otro maestro en buscar mundos ocultos entre los
muros de Shanghai o en la modesta porcelana de nuestras cocinas, siempre de la
mano de su escritora y musa Mari Luz
Bravo.
Elena Castillo, Mayte Para, Caro Musso, S.D. Rice, Andrés Ruiz Sanz, H.M. Fajardo, Fran J. Marber, F.J. Motos, Diana Al Azem, Manuel
Morales, Juana Mateos, Lázaro Giménez, María Martínez... me dicen que Cristina
Selva lo siguió desde la distancia, posiblemente mientras ayudaba al
Capitán Blum con el timón. Un grupo de compañeros de aventuras, ahora amigos,
que con su esfuerzo, y gracias al empuje de Jorge González, animan la vida cultural
de la Lorca del siglo 21.
No hay comentarios:
Publicar un comentario