miércoles, 26 de agosto de 2015

Catalunya, capital Jauja

         De vez en cuando debato con independentistas catalanes inteligentes, bien alejados del típico idiota que repite como un mantra el "Espanya ens roba" y le echa la culpa de todos sus males a Felipe V de Borbón. Son gente bien preparada, que ha viajado y ha estudiado Historia, y pese a ello dicen no sentir ningún vínculo con España. Se centran en cuatro o cinco episodios de la Historia pasando por alto todos los demás, y llegan a la conclusión de que su Nación termina donde lo hacen las cuatro provincias catalanas porque más allá hay una cultura extraña, ajena a ellos... aunque al pasar el Delta del Ebro estamos los valencianos hablando la misma lengua, y aunque en su propio barrio de la ciudad haya más castellanos que catalanes de pura cepa.
         Incluso en los independentistas que presentan mayor coherencia interna me he encontrado una ligera desconexión con las consecuencias de lo que puede ser proclamar un nuevo Estado. Son gente que dice, sin plantearse la menor duda al respecto, que en Cataluña no habrá ningún tipo de conflicto entre los independentistas y los españolistas -a quienes denominan, curiosamente, "unionistas", como en los tiempos de la Irlanda del IRA, sin atar cabos-.
"Los catalanes somos diferentes -me dicen-, somos una sociedad razonable que aceptará la nueva situación sin el menor pique". Cuando les pongo el ejemplo de lo razonables y cohesionados que parecían los yugoslavos, unidos ellos sí frente a un invasor de verdad, me dicen que no sé nada de Cataluña.
         Quizás yo no sepa nada de Cataluña, pero sí sé un poquito de la generalidad de mis paisanos españoles; y de ahí mi sorpresa cuando los indepes añaden que, una vez que Cataluña se haya independizado, liberándose de la opresión, las relaciones con España seguirán siendo igual de buenas.
         Les digo que habrá que rodear Cataluña de vallas, lo queramos los españoles o no, porque será un país externo a la Unión Europea; responden que los mercados extranjeros enseguida aceptarán al nuevo Estado como uno más, porque la pela es la pela... sin darse cuenta de que la UE no está destacando, precisamente, por su respeto y solidaridad hacia los mercados emergentes y los países más débiles.
         Pero aún hay más; porque a la mención de las alambradas que rodearán sus cuatro provincias, y al establecimiento de pasos fronterizos, responden quejándose del mal rollo y el fascismo de los españoles. "No tiene por qué haber divisiones geográficas", me decía uno el otro día, cuando le dije que preveía una aduana en La Junquera, otra en Amposta y como mucho una tercera en el eje entre Zaragoza y Barcelona.
-Vosotros podréis venir cuando queráis, como si fuera vuestra casa -me dijo el hombre.
-Vale -respondí yo-; en realidad sois vosotros los que no podréis entrar en la UE sin visado; sois vosotros quienes no os podréis menear, porque después de la basura que estáis echando, muchos no os querremos ver en nuestras ciudades ni en pintura.
         Te pasas la vida diciendo que los españoles somos unos invasores, obviando el hecho de que entre 1700 y 1714, quienes se enfrentaron fueron los españoles -castellanos o no- que querían un Rey francés contra los que preferían un Rey austríaco. Hubo ciudades catalanas enteras que apoyaron a Felipe V, y que de hecho luego fueron recompensadas, como Cervera, en Lérida, que obtuvo una universidad. No fue una invasión, fue una guerra civil. Una de tantas.
         Formas una cadena humana con desconocidos con los que no compartes nada más que tu recelo nacional, diciendo que tus amigos y parientes de otras provincias somos unos extranjeros; unos ladrones que os quitamos la riqueza nacional; unos ignorantes alejados del europeísmo catalán; unos fascistas que os negamos la libertad nacional, y ese pretendido derecho a decidir: "Como el piso es mío, tengo derecho a decidir si empiezo a tirar tabiques y pilares para separarlo del edificio".
Insultas al rey Juan Carlos, que, con todos sus defectos, ha hecho posible que la dictadura franquista se convirtiera en una democracia de corte occidental. Silbas nuestro Himno, ninguneas nuestra Bandera; nos echas encima toda la mierda y la bilis que te apetece.
Te callas cobardemente, eso sí, frente a la opresión cultural, ésta sí real, que sufren tus hermanos de la Catalunya Nord, Perpiñán, toda esa franja pirenaica de Francia donde el catalán no tiene el menor reconocimiento ni apoyo.
         Y luego quieres que seamos buenos vecinos, de buen rollo, sin fronteras ni aranceles, cómo no...
         Bueno.

El Born, recordatorio de la destrucción de Barcelona en 1714

         La realidad, queridos amigos independentistas, es que, por muy civilizados que creáis ser en esa Cataluña donde hubo matanzas fratricidas en la Guerra de Sucesión del siglo XVIII... en las Guerras Carlistas del siglo XIX... en la Guerra Civil del siglo XX... Por muy versallesca que se os figure vuestra secesión, mucho me temo que al otro lado de la valla seguirá habiendo españoles. Gente con muy mala hostia por naturaleza, recelosa, vengativa, cainita, capaces -eso sí- de lo más noble cuando nos sale de las narices y que, nosotros sí, tenemos a nuestro favor siglos y siglos de Historia compartida, soportándonos mal que bien, pero uniéndonos siempre frente a quien ha pretendido tocarnos la moral.
Por mucho que vengáis con el "aquí no ha pasado nada", mucho me temo que el mercado español no comprará nada marcado Made in Catalonia; ha habido boicots serios a marcas de cava catalán por mucho menos que toda la basura que está echando Artur Mas con su batiburrillo de siglas y su sonrisa de alcalde cazurro.
Mucho me temo que millones de vecinos convertidos por vosotros en extranjeros no irán a la Cataluña independiente ni a tirar la basura; los políticos aprovecharán cualquier crisis económica, cualquier chanchullo de los acostumbrados, para decir que la culpa es de la herencia catalana, igual que vuestros dirigentes dirán que la culpa del aislamiento, la crisis y el caos será a causa de la herencia y las malas artes españolas.
Pero no por nada en especial. Es lo que suele pasar cuando te separas de un país, echando mierda encima de tus presuntos invasores.
Pienso en esas cuatro provincias, esa autonomía, ese "país" bonito, lleno de currantes, tan íntimamente vinculado al resto de España... recuerdo sin ir más lejos a Joan Prim buscando un Rey que trajera la Constitución a toda España; a los primeros Presidentes de la Primera República Española, que fueron precisamente dos barceloneses llamados Estanislao Figueras y Francisco Pi y Margall... repaso algunas notas y doy con Fernando Cos-Gayón, mano derecha de Cánovas, que rigió la Hacienda española de la Restauración, y cuya tumba ruinosa he visitado por cierto en Madrid; con gente más reciente, como el republicano Marcelino Domingo; con catalanes bien implicados en el Franquismo como el barcelonés Laureano López Rodó, padre de la España del desarrollismo... o como Miquel Roca, que aunque ha terminado su carrera comulgando con reales ruedas de molino tuvo un papel fundamental en la Constitución de 1978, como representante de los nacionalistas catalanes y vascos...

Barcelona. Torres de la Exposición Uib

Repaso la Historia, sin querer hacerme pesado, y veo nombres ilustres que jamás se plantearon olvidar a Cataluña ni renegar de España. Pero me voy al pie de página y veo a millones de "charnegos", murcianos, castellanos, manchegos, gallegos, aragoneses... que se han ido a Cataluña a currar, prosperando ellos y haciendo que la propia autonomía prosperase... a quienes se dará a escoger entre renunciar a su España querida o quedar reducidos a ser extranjeros en esa Cataluña que también han aprendido a amar.
Si echamos la mirada atrás tan sólo un poco, entre esos dos titanes de pata negra que han sido Pasqual Maragall y el mesías Artur Mas, la Generalitat de Catalunya tuvo un President que se llamó José Montilla, que había nacido en un pueblo de Córdoba pese a lo cual representó con gran dignidad y con eficacia a sus paisanos catalanes.


Banderas catalanas en la plaza de España de Barcelona

 Es una pena que aquella Cataluña mestiza, donde los charnegos se esfuerzan en hablar catalán y los de pura cepa se pueden sentir representados por un cordobés, se quiera sustituir por un mini Estado encerrado entre vallas, aislado hasta de quienes hablan la misma lengua que ellos más al Sur. Un Estado con agorafobia, que recela ir más allá de las montañas más cercanas, en cuyo interior latirá -lo quieran o no, se digan civilizados o no- el resquemor, la tristeza, quizás el odio, entre quienes estaban muy a gusto sintiéndose catalanes y al mismo tiempo españoles. Y todo por la locura de una casta política que prescinde de ideologías -ahí está esa mezcolanza de derecha conservadora, más izquierda republicana, más ex federalistas, más representantes de asociaciones... con el President escondido porque en el fondo lo único que les une es el odio hacia sus propios vecinos; en una candidatura aberrante, que no se ha planteado ni siquiera: "¿Y si no ganamos? ¿Cómo vamos a gobernar Cataluña, en base a qué principios económicos, sociales? ¿Aplicaremos el programa de CDC, el de ERC, el que usábamos en ICV...?

En fin, queridos amigos; nacer en Cataluña y decir que no se es español, a mí me parece tan absurdo como nacer en Tarragona y decir que no se es catalán; que a ellos los invadieron y que no tienen libertad.
Absurdo y peligroso; para ellos mismos y para quienes comparten con ellos, se quiera o no, los lazos del Pasado, la vecindad del Presente y los retos y dificultades de un Futuro cada vez más globalizado que deberíamos afrontar en comunidad. Y no soñando con la tierra de Jauja.

@antoniombeltran

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