De vez en cuando debato con
independentistas catalanes inteligentes, bien alejados del típico idiota que repite como un mantra el "Espanya
ens roba" y le echa la culpa de todos sus males a Felipe V de Borbón.
Son gente bien preparada, que ha viajado y ha estudiado Historia, y pese a ello
dicen no sentir ningún vínculo con España. Se centran en cuatro o cinco
episodios de la Historia pasando por alto todos los demás, y llegan a la
conclusión de que su Nación termina donde lo hacen las cuatro provincias
catalanas porque más allá hay una cultura extraña, ajena a ellos... aunque al
pasar el Delta del Ebro estamos los valencianos hablando la misma lengua, y
aunque en su propio barrio de la ciudad haya más castellanos que catalanes de
pura cepa.
Incluso en los independentistas que
presentan mayor coherencia interna me he
encontrado una ligera desconexión con las consecuencias de lo que puede ser
proclamar un nuevo Estado. Son gente que dice, sin plantearse la menor duda
al respecto, que en Cataluña no habrá ningún tipo de conflicto entre los
independentistas y los españolistas -a quienes denominan, curiosamente,
"unionistas", como en los tiempos de la Irlanda del IRA, sin atar
cabos-.
"Los
catalanes somos diferentes -me dicen-, somos una sociedad razonable que
aceptará la nueva situación sin el menor pique". Cuando les pongo el
ejemplo de lo razonables y cohesionados
que parecían los yugoslavos, unidos ellos sí frente a un invasor de verdad,
me dicen que no sé nada de Cataluña.
Quizás yo no sepa nada de Cataluña,
pero sí sé un poquito de la generalidad de mis paisanos españoles; y de ahí mi
sorpresa cuando los indepes añaden que, una vez que Cataluña se haya
independizado, liberándose de la opresión, las relaciones con España seguirán
siendo igual de buenas.
Les digo que habrá que rodear Cataluña de vallas, lo queramos los españoles o no, porque
será un país externo a la Unión Europea; responden que los mercados
extranjeros enseguida aceptarán al nuevo Estado como uno más, porque la pela es
la pela... sin darse cuenta de que la UE no está destacando, precisamente, por
su respeto y solidaridad hacia los mercados emergentes y los países más
débiles.
Pero aún hay más; porque a la mención
de las alambradas que rodearán sus cuatro provincias, y al establecimiento de
pasos fronterizos, responden quejándose del mal rollo y el fascismo de los
españoles. "No tiene por qué haber divisiones geográficas", me decía
uno el otro día, cuando le dije que preveía una aduana en La Junquera, otra en Amposta y como mucho una tercera en
el eje entre Zaragoza y Barcelona.
-Vosotros
podréis venir cuando queráis, como si fuera vuestra casa -me dijo el hombre.
-Vale
-respondí yo-; en realidad sois vosotros los que no podréis entrar en la UE sin
visado; sois vosotros quienes no os podréis menear, porque después de la basura
que estáis echando, muchos no os querremos ver en nuestras ciudades ni en
pintura.
Te pasas la vida diciendo que los
españoles somos unos invasores, obviando el hecho de que entre 1700 y 1714, quienes se enfrentaron fueron los españoles
-castellanos o no- que querían un Rey francés contra los que preferían un Rey
austríaco. Hubo ciudades catalanas enteras que apoyaron a Felipe V, y que
de hecho luego fueron recompensadas, como Cervera, en Lérida, que obtuvo una
universidad. No fue una invasión, fue una guerra civil. Una de tantas.
Formas una cadena humana con
desconocidos con los que no compartes nada más que tu recelo nacional, diciendo
que tus amigos y parientes de otras provincias somos unos extranjeros; unos
ladrones que os quitamos la riqueza nacional; unos ignorantes alejados del
europeísmo catalán; unos fascistas que os negamos la libertad nacional, y ese
pretendido derecho a decidir: "Como
el piso es mío, tengo derecho a decidir si empiezo a tirar tabiques y pilares
para separarlo del edificio".
Insultas
al rey Juan Carlos, que, con todos sus defectos, ha hecho posible que la
dictadura franquista se convirtiera en una democracia de corte occidental.
Silbas nuestro Himno, ninguneas nuestra Bandera; nos echas encima toda la
mierda y la bilis que te apetece.
Te
callas cobardemente, eso sí, frente a la opresión cultural, ésta sí real, que
sufren tus hermanos de la Catalunya Nord, Perpiñán, toda esa franja pirenaica
de Francia donde el catalán no tiene el menor reconocimiento ni apoyo.
Y luego quieres que seamos buenos
vecinos, de buen rollo, sin fronteras ni aranceles, cómo no...
Bueno.
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El Born, recordatorio de la destrucción de Barcelona en 1714 |
La realidad, queridos amigos
independentistas, es que, por muy civilizados que creáis ser en esa Cataluña
donde hubo matanzas fratricidas en la Guerra de Sucesión del siglo XVIII... en
las Guerras Carlistas del siglo XIX... en la Guerra Civil del siglo XX... Por muy versallesca que se os figure
vuestra secesión, mucho me temo que al otro lado de la valla seguirá habiendo
españoles. Gente con muy mala hostia por naturaleza, recelosa, vengativa,
cainita, capaces -eso sí- de lo más noble cuando nos sale de las narices y que, nosotros sí, tenemos a nuestro favor siglos y siglos de Historia
compartida, soportándonos mal que bien, pero uniéndonos siempre frente a quien
ha pretendido tocarnos la moral.
Por
mucho que vengáis con el "aquí no ha pasado nada", mucho me temo que el mercado español no comprará nada marcado
Made in Catalonia; ha habido boicots serios a marcas de cava catalán por
mucho menos que toda la basura que está echando Artur Mas con su batiburrillo
de siglas y su sonrisa de alcalde cazurro.
Mucho
me temo que millones de vecinos convertidos por vosotros en extranjeros no irán
a la Cataluña independiente ni a tirar la basura; los políticos aprovecharán
cualquier crisis económica, cualquier chanchullo de los acostumbrados, para
decir que la culpa es de la herencia catalana, igual que vuestros dirigentes
dirán que la culpa del aislamiento, la crisis y el caos será a causa de la
herencia y las malas artes españolas.
Pero
no por nada en especial. Es lo que suele
pasar cuando te separas de un país, echando mierda encima de tus presuntos
invasores.
Pienso
en esas cuatro provincias, esa autonomía, ese "país" bonito, lleno de
currantes, tan íntimamente vinculado al resto de España... recuerdo sin ir más
lejos a Joan Prim buscando un Rey
que trajera la Constitución a toda España; a los primeros Presidentes de la
Primera República Española, que fueron precisamente dos barceloneses llamados Estanislao Figueras y Francisco Pi y
Margall... repaso algunas notas y doy con Fernando Cos-Gayón, mano derecha de Cánovas, que rigió la Hacienda
española de la Restauración, y cuya tumba ruinosa he visitado por cierto en
Madrid; con gente más reciente, como el republicano Marcelino Domingo; con catalanes bien implicados en el Franquismo
como el barcelonés Laureano López Rodó,
padre de la España del desarrollismo... o como Miquel Roca, que aunque ha terminado su carrera comulgando con
reales ruedas de molino tuvo un papel fundamental en la Constitución de 1978,
como representante de los nacionalistas catalanes y vascos...
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Barcelona. Torres de la Exposición Uib |
Repaso
la Historia, sin querer hacerme pesado, y veo nombres ilustres que jamás se
plantearon olvidar a Cataluña ni renegar de España. Pero me voy al pie de
página y veo a millones de "charnegos", murcianos, castellanos,
manchegos, gallegos, aragoneses... que se han ido a Cataluña a currar,
prosperando ellos y haciendo que la propia autonomía prosperase... a quienes se
dará a escoger entre renunciar a su España querida o quedar reducidos a ser
extranjeros en esa Cataluña que también han aprendido a amar.
Si
echamos la mirada atrás tan sólo un poco, entre esos dos titanes de pata negra
que han sido Pasqual Maragall y el mesías Artur Mas, la Generalitat de Catalunya tuvo un President que se llamó José
Montilla, que había nacido en un pueblo de Córdoba pese a lo cual representó
con gran dignidad y con eficacia a sus paisanos catalanes.
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Banderas catalanas en la plaza de España de Barcelona |
Es una pena que aquella Cataluña mestiza, donde los charnegos se esfuerzan en hablar catalán y los de pura cepa se pueden sentir representados por un
cordobés, se quiera sustituir por un
mini Estado encerrado entre vallas, aislado hasta de quienes hablan la
misma lengua que ellos más al Sur. Un Estado con agorafobia, que recela ir más
allá de las montañas más cercanas, en cuyo interior latirá -lo quieran o no, se
digan civilizados o no- el resquemor, la tristeza, quizás el odio, entre
quienes estaban muy a gusto sintiéndose catalanes y al mismo tiempo españoles. Y todo por la locura de una casta política que prescinde de ideologías -ahí está esa mezcolanza de derecha conservadora, más izquierda republicana, más ex federalistas, más representantes de asociaciones... con el President escondido porque en el fondo lo único que les une es el odio hacia sus propios vecinos; en una candidatura aberrante, que no se ha planteado ni siquiera: "¿Y si no ganamos? ¿Cómo vamos a gobernar Cataluña, en base a qué principios económicos, sociales? ¿Aplicaremos el programa de CDC, el de ERC, el que usábamos en ICV...?
En fin, queridos amigos; nacer en Cataluña y decir que no se es español, a mí me parece
tan absurdo como nacer en Tarragona y decir que no se es catalán; que a ellos
los invadieron y que no tienen libertad.
Absurdo
y peligroso; para ellos mismos y para quienes comparten con ellos, se quiera o
no, los lazos del Pasado, la vecindad del Presente y los retos y dificultades
de un Futuro cada vez más globalizado que deberíamos afrontar en comunidad. Y
no soñando con la tierra de Jauja.
@antoniombeltran