Cuando yo iba
al colegio, el Día de la Constitución celebrábamos una fiesta. Por la mañana
dábamos clase con normalidad; a mediodía, los profesores nos hacían salir todos al patio, frente a la fachada
principal, y el conserje izaba la Bandera de España en el mástil. Alumnos,
profesores y padres esperábamos respetuosos hasta que se desplegaba y entonces
aplaudíamos. Y por la tarde celebrábamos una fiesta en honor a nuestra
Constitución. Teníamos muy asumido que la
Consti -como se la llamaba, en plan progre ochentero- era un texto
fundamental, que había sido además muy positivo.
Mi padre era
del Partido Comunista, el papá de Antonio empapelaba su 131 con carteles del
Partido Socialista y María decía que los suyos votaban a Alianza Popular; pero
todos los niños estábamos de acuerdo en que la Constitución era algo
superimportante, porque antes había habido un tal general Franco que había sido
un dictador, y apenas dos o tres años atrás habíamos visto a nuestros padres
pegados a la radio escuchando que un tal Tejero había entrado en el Congreso
para acabar con la Constitución.
Por cierto, el
Día de la Constitución de 1981, los profesores hicieron un globo de papel con
el tricornio, el uniforme y el bigotazo de Tejero dibujados, le pusieron una
vela dentro y lo echaron a volar entre los aplausos, las burlas y las risas de
mayores y pequeños. Gestos que ponen a los aprendices de dictador en su lugar
adecuado.
Ahora ese consenso
se ha perdido. Ahora a muchos se les llena la boca diciendo que la Constitución
del 78 es un texto franquista, una imposición del dictador a través del Rey
nombrado por él, algo que no han votado y que hay que cargarse porque ya no
representa las necesidades reales de los ciudadanos, necesidades de las que
ellos -con su grupo regional o su amalgama de ex burgueses mosqueados- son los
únicos intérpretes posibles.
Hoy por hoy, la
Constitución de 1978 es un texto fundamental para la buena marcha del país. De
este país lleno de taifas y de cainismos, que en menos de dos siglos ha vivido
cuatro guerras civiles -lo sé, a muchos sólo os suena una; y con esos mimbres
queréis dar lecciones-, que ha pasado por tres dinastías, dos repúblicas, tres
dictaduras, no sé cuántos gobiernos provisionales y, eso sí lo sabemos todos, muchos
millones de muertos, exiliados y deportados por motivos políticos.
La Constitución
del 78 nos une a todos porque no refleja exactamente ninguna tendencia
política.
En España hay
nacionalistas y enemigos de las autonomías, gente de misa diaria y quemadores
de iglesias, amantes de la Corona y defensores de la República... pero, como
tenemos que vivir juntos, y como nadie tiene la razón absoluta, es necesario
que tengamos un texto de mínimos que nos ampare a todos.
La Constitución
de 1978 no permite que una región se independice, pero tampoco tolera que se
prive a las autonomías de significado. Asume la Jefatura del Estado
hereditaria, pero la reduce a un papel representativo. Reconoce la importancia
de la Iglesia católica en la mente de muchísimos españoles, pero le da el mismo
valor a las demás religiones y protege asimismo a quienes no profesan ninguna.
Nuestra Carta
Magna es un texto de consenso. Los que tenemos menos de 50 años no la hemos
votado directamente, pero la refrendamos cada vez que relegamos a los partidos
radicales, los que dicen: "Yo voy a diseñar España a mi medida, porque mi
medida es la única buena". En cualquier caso, tampoco los estadounidenses
de hoy han votado la suya, con sus más de 200 años; y ahí está. Reformada cuando
ha sido necesario. Pero que nadie le falte al respeto. Paradójicamente, muchas
naciones presumen de que su Constitución se remonta al siglo XIX, o viene de la
herencia medieval; en España, cuarenta años en vigor ya nos parece un exceso.
Cuarenta años sin darnos de bofetadas, sin llegar a las manos... a los
españoles de una trinchera y los de la otra ya nos están picando las manos con
ganas de darle una buena bofetada a los de enfrente.
Decir que te
pasas la Constitución por el forro es faltarle al respeto a toda la gente que
peleó en su día por traer la democracia a España; es decirle a tus hijos que
las leyes no sirven para nada y que lo importante es imponer tu propia visión
por encima de la de los demás. Y es insultar a los millones de seres humanos
que hoy en día viven sometidos a dictaduras soñando con una Constitución.
Y si me dices
que "esta Constitución es lo mismo que el franquismo"... es que has
profundizado poco en tus análisis.
Feliz Día de la
Constitución. Respetémosla, hagamos que nuestros hijos la respeten también, y de
esa forma nos respetaremos a nosotros mismos.
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