Os comento.
Una rubia y un
patán se conjuran para escribir un libro a cuatro manos, esperan para presentarlo
al día más lluvioso y desapacible que ha dado Murcia, optan por una librería y
no por un bar o un campo de fútbol, se dejan en casa el cable para conectar el
book tráiler crudo, sucio y sangriento... y aún encima invitan a un personaje
como Javier Ruiz para que les dedique
unas palabritas a los dos o tres centenares de personas, a lo mejor el término
centenares no procede, que se desplazan hasta la librería en cuestión.
Y, claro; el
tío Javi obró según su naturaleza, carente por completo de la más elemental
morigeración, y cuando se vio con un micro delante y una botella de bebida
transparente al alcance de la mano profirió semejante discurso (en el que me he
permitido introducir algunas acotaciones para ilustrar al buen lector):
Buenas tardes (se saca la mano de la bragueta, enciende un
cigarrillo, se da cuenta de que está en una librería, recuerda además que no
fuma, echa el pitillo en el vaso, se bebe el vaso):
"El libro
de Cristina Selva y Antonio (el muy
huevón no recordaba ni mi apellido) me parece una auténtica basura desesperante. Está plagado de lugares comunes,
lleno de faltas de ortografía (tacha la
hache que había puesto antes de ortografía) y excesos propios de la
chavalería de un instituto de maleducados. Les recomiendo a ambos autores que
lean un poco más a los clásicos, que dejen de ver programas de Jiménez del Oso (la audiencia de menos de cuarenta años planteándose quién será ése del
oso) y, sobre todo -como dice un personaje de Kubrick-, que follen más" (aplauso entusiasta de Antonio, a ver si
alguna groupie toma nota).
Con la voz
temblorosa, Javier Ruiz, humilde periodista de la SER en Murcia, se atrevió por
fin a tirar de la manta ante el asombrado respetable que le escuchaba en la librería Diego Marín. No negaré que
hubo algunos aplausos.
Aplausos que
callaron cuando Ruiz enseñó las cabezas cortadas y sangrantes de Antonio y
Cristina.
La verdad es que la taxidermia se le da bastante bien... |
Lentamente las
dejó encima de la mesa, junto a sus notas. Como si fueran dos pisapapeles de
una tribu de jíbaros (con be, huevón).
Sólo unos
minutos después de salir a la palestra de esta guisa, el teniente Eleuterio Ramírez,
acompañado de varios guardias civiles, irrumpió en la librería cual Tejero (¡otro
Tejero!, imploró alguien desde la sección de libros de autoayuda) para
detener a Ruiz. Alguien había llamado a la Benemérita.
El periodista
no opuso resistencia. Se limitó a vomitar su última comida caliente -un rico
cocido madrileño- en el uniforme del teniente y desmayarse.
-¿Que por qué
lo hice? -preguntó el plumilla ante el juez, meses después...
"...porque
durante dos semanas, desde que me encargaron la presentación del libro, los dos
temibles autores me han hecho la vida imposible. Cristina aprovechó el día en
que vino a la radio a traerme el libro para insertarle entre sus páginas un
poderoso alucinógeno que me hizo creer que los relatos eran Poderosos Mágicos y Subyugadores.
Cristina tras descubrir la enésima falta de ortografía en los textos de Antonio... |
"Ese mismo
día, Antonio aparcó un Land Rover negro en mi puerta y, todavía atolondrado, me
llevó a una instalación secreta del Gobierno. Allí me insertaron varias sondas
anales (a tal señor, tal honor) y
bucales mientras una cinta repetía en bucle el relato titulado La
chica que amaba a Stephen King, leído por el ex ministro
Álvarez-Cascos.
"Durante
las pruebas, al otro lado de un gran cristal les veía a los dos respondiendo
los e-mails (iba a decir emilios, el muy
cuñao) que reciben de incautos lectores en crudosysangrientos@gmail.com...
Cristina los lee mientras se baña en leche de cucaracha mientras asegura que es
buena para la piel, y Antonio... ¡ay, Antonio! Antonio los lee desnudo dentro
de una pila gigante de fregar a mano mientras restriega su pequeña
estilográfica (mentira cochina y envidia
rastrera) con jabón Lagarto. Esa imagen sustituirá a Moby Dick en mis
pesadillas.
"En fin,
que así estuve recluido hasta mi huida. Me obligaron a leer Crudos Sucios Sangrientos dieciséis
veces al día, y Cristina me lo recitaba al oído mientras dormía (y cómo ronca el huevón).
-Señor juez
-concluyó el periodista (se refiere a él,
aquí cualquiera se titula de periodista y cristiano viejo)-. No me quedó
más remedio que matarles...
"Eso sí;
el libro es una maravilla... si lo lees seiscientas dieciséis veces".
.......
Quis talia fando -que en latín viene a
significar Después de vomitarlo-,
Javier se tomó del trago media botella de agua, escupió con saña sobre las
obras de Jiménez Losantos al ver que
no era vodka sino agua, se giró hacia nosotros esperando nuestros aplausos y le
cambió la cara al ver que yo le llamaba Caranchoa aunque le expliqué de
inmediato que se trataba de un experimento sociológico. El resto... el resto ya
lo habéis visto en las redes sociales, aunque me he molestado en pixelarle el
careto (y he dejado al ordenador sin píxels).
El personaje, en un FITUR. Desde entonces las azafatas llevan pantalones de pana en vez de minifalda. |
En serio, GRACIAS Javier Ruiz; gracias, amigo, por
ayudarnos a Cristina y a mí en nuestra primera presentación pública. Un relato
simpático que fue la introducción a una tertulia que creo que interesó a las
docenas de personas que acudieron, a lo mejor aquí sobra una ese, y en la que
nosotros, desde luego, nos lo pasamos genial.
El tráiler del libro (ojo, da mucho miedo):
ja ja ja!!!
ResponderEliminarqué disparatado todo!!!