miércoles, 3 de diciembre de 2014

Isabel: ¿qué pasó con...?

             Al final de Isabel le ha faltado únicamente dejarnos un poco a solas con nuestro luto. Un epitafio apresurado, un anuncio de quesos y la misma Isabel, esto es, la magnífica Michelle Jenner, aún vestida de Reina, enseñándonos los entresijos de la serie. Aún no nos habíamos enjugado las lágrimas viendo cómo aquella mujer tan hermosa como fuerte entraba en la Historia de España con paso firme, y ya nos estábamos riendo con las anécdotas del backstage.
         Para atar modestamente algunos cabos, quiero contaros muy de pasada qué sucedió con los principales protagonistas de esta epopeya en la que dos reinos medievales, en la periferia de Europa y arrinconados por el poderío cultural y militar islámico, lograron transformarse en un Imperio cuya huella aún perdura y perdurará durante muchos siglos.

         Los Reyes

         Empezaré hablando de Felipe el Hermoso; un personaje al que suele identificarse como una especie de Romeo, por su apodo y porque murió trágicamente, y que en la serie se muestra como un auténtico trepa, el típico aristócrata de provincias que va trepando agarrándose a las Coronas más cercanas.
         Hemos visto que la serie concluyó con Fernando el Católico reivindicando la Corona de Castilla para su hija Juana, tal y como había querido Isabel. Sin embargo, Felipe el Hermoso no estaba dispuesto a quedar en segundo plano; a finales de 1505, un año después de la muerte de Isabel, suegro y yerno firmaron un acuerdo conocido como la Concordia de Salamanca, en la que se establecía que Juana y Felipe reinarían de manera conjunta, mientras que Fernando se quedaría en calidad de gobernador.
         Así, durante breve período de tiempo en Castilla hubo dos Reyes, reinando en igualdad de condiciones: Felipe I y Juana I, marido y mujer. Sólo que, al ser los primeros con ese nombre, se les llamó sencillamente Felipe y Juana. Esto es lo que sucede en la actualidad con el papa Francisco, aunque no sucedió en su día con Juan Carlos I, ni con el papa Juan Pablo I, porque el uso social prefirió darles el ordinal desde el primer momento.
         Felipe el Hermoso no tuvo demasiado tiempo para gozar de la Corona por la que tanto había conspirado. Once meses después de haber firmado el pacto de Salamanca, Felipe I murió repentinamente. La historia dice que murió por haberse bebido un vaso de agua fría tras haber estado haciendo deporte, y quizás de ahí la manía de generaciones de madres de prohibirnos beber agua después de sudar. Otras interpretaciones dicen que Fernando no estaba dispuesto a que su yerno administrase la herencia de Isabel, y que alguien partidario del aragonés pudo haberse encargado de esa muerte, haciendo que pareciera un accidente...
         Felipe fundó la dinastía de los Habsburgo -también conocida como los Austria-, que reemplazó a la de los Trastámara. Llegado el momento, su hijo Carlos se iba a convertir en el rey Carlos I de España y V de Alemania, aunque los propios españoles solemos recordarle como "Carlos V".
         ¿Qué pasó con Juana? Que enloqueció. Aún más, si cabe. Mientras Fernando el Católico recuperaba el control de Castilla, ella le organizó a su esposo unos funerales que duraron ocho meses; casi tanto como el propio reinado de Felipe. Acompañada de una pequeña cohorte funeraria recorrió toda España de cabo a rabo, llevando consigo el ataúd con los restos mortales de su marido, ante el horror de los ciudadanos que veían aparecer aquella comitiva siniestra. La última Reina de Castilla pasó el resto de su vida recluida en la fortaleza de Tordesillas, por decisión primero de su padre y luego de su hijo, hasta su muerte, medio siglo después de la de su esposo.
         Tras la muerte de Isabel, Fernando II de Aragón no pintaba nada en Castilla; así se lo hicieron saber los nobles, además de su yerno. Sin embargo, al morir Felipe el Hermoso volvió a intervenir en la política castellana, en nombre de su nieto Carlos. Años después, Castilla se anexionó el Reino de Navarra, reforzando el concepto de Monarquía Española.
         Por cierto... un año después de enviudar, Fernando el Católico se casó por segunda vez. La reina consorte fue la francesa Germana de Foix, sobrina nada menos que de Luis XII de Francia, su antiguo enemigo. Fernando murió en 1516, y Germana -mucho más joven que el monarca- quedó bajo la protección de su nieto postizo, el emperador Carlos I, con quien, según algunos historiadores, tuvo una hija llamada precisamente Isabel.

         Los curas

         Tres fueron los prelados que acompañaron a Isabel la Católica en sus últimos años de vida: Cisneros, Fonseca y fray Hernando de Talavera.
         El actor Eusebio Poncela interpreta de manera magistral al cardenal Cisneros, el confesor de la Reina. Tras la muerte de Isabel, Cisneros siguió estando muy próximo a Fernando el Católico: fue la larga mano desde la que el aragonés siguió dominando sobre Castilla, aprovechando la incapacidad de Juana. Murió poco después de Fernando, a los 80 años de edad, mientras ejercía la Regencia en nombre del emperador Carlos I.
         El obispo Juan Rodríguez de Fonseca siguió controlando los asuntos de las Indias hasta su muerte, en tiempos de Carlos I. El actor Francesc Garrido consigue convertir a este prelado en un personaje siniestro, enrevesado, maquiavélico, de acento y ademanes tan particulares.
         Fray Hernando de Talavera, resulta ser lo contrario de Fonseca, tanto física como espiritualmente. El verdadero Talavera fue monje y arzobispo. Murió un par de años después de Isabel, asediado por la Inquisición de la que él renegó.

         Los cortesanos

         Isabel de Castilla muere con la entrega incondicional de tres nobles severos, dignos y de carácter: Gonzalo Chacón, su protector desde que era una niña, que murió poco después de fallecer la Reina; el embajador Gutierre Gómez de Fuensalida, prototipo de aquellos diplomáticos austeros, vestidos de negro, formales y con el respaldo del incipiente Imperio Español a sus espaldas; y Andrés Cabrera, casado con Beatriz de Bobadilla, la servidora más leal de la Reina.
         Otro incondicional de Isabel, que aplicaba la diplomacia de las espadas: Gonzalo Fernández de Córdoba, a quien también se recuerda como el Gran Capitán por sus méritos en el campo de batalla. La tradición dice que, tras la muerte de Isabel, Fernando le pidió que rindiera cuentas de lo que había gastado luchando en Nápoles; el militar hizo una enumeración muy detallada, exagerada, para poner de manifiesto que lo que sus hombres y él habían conseguido no se pagaba con dinero. Desde entonces se emplea la expresión las cuentas del Gran Capitán, por ejemplo para hablar de gastos inmensos o para poner en evidencia a algún desagradecido que pide cuantificar algo que no tiene valor.

         Los malos

         La otra cara de la moneda: el señor de Belmonte. Frente a la lealtad de los anteriores, el personaje de Juan Manuel de Villena es un espía, un personaje vendido a Felipe el Hermoso; y eso se le nota hasta en la cara. Al morir Isabel creyó que habían llegado sus días de gloria, pero su protector murió enseguida y Belmonte tuvo que escapar de las manos de Fernando. Permaneció en Flandes, temiendo por su vida, hasta que el emperador Carlos I le rehabilitó -al fin y al cabo había servido muy bien a su padre- y le volvió a dar cargos en el Gobierno de España.
         El rey Luis XII de Francia, enemigo de los Reyes Católicos y señor de Felipe el Hermoso, a quien despreciaba, murió sin tener el esperado heredero varón. Prohijó a un pariente lejano, el príncipe Francisco, que se casó con su primogénita Claudia y reinó como Francisco I de Francia.
         ¿Y César Borgia? El bastardo papal ha pasado a la Historia como ejemplo de personaje capaz de acabar con cualquiera con tal de medrar. Le hemos visto encarcelado por los Reyes Católicos tras la muerte de su padre, el papa Alejandro VI... en extrañas circunstancias. César logró escapar y se enzarzó en las guerras dinásticas de Navarra, pero murió en una emboscada en 1507, en el municipio de Viana. Por su nefasto pasado, su cadáver pasó tres siglos enterrado en plena calle, a las afueras de la iglesia. Desde la década de 1953 tiene una modesta sepultura, pero aún no se le ha permitido ser enterrado dentro de la iglesia.

         Empecé esta reseña hablando de Felipe el Hermoso, y la concluiré hablando de su hermosa e inteligente hermana, Margarita de Austria. Tras la muerte de su adorado hermano, esta joven viuda sin hijos fue regente de los Países Bajos y tutora de Carlos I y los demás infantes.

         Chacón, Pacheco, Fuensalida, César Borgia... Enrique II, Alejandro VI, Luis XII... Juana... personajes reales de una serie que ha destacado, a mi juicio, por la altísima calidad del plantel de actores, por las localizaciones, y que pienso que ha hecho más por difundir la Historia de España que una buena pila de enciclopedias. La letra ya no entra con sangre, sino a través del televisor. El cine español es un cine espectacular, grandioso cuando se hace bien a pesar de los pocos medios y de los recortes; nuestros actores les pueden dar sopas con honda a muchas estrellas de Hollywood. Televisión Española -y la televisión española, con minúsculas en este caso-, demuestra que no todo es telebasura. Ni muchísimo menos. Pienso que Isabel, la serie, ha pasado a la pequeña Historia de la televisión, y, desde luego, quienes la hemos seguido no la olvidaremos jamás, ni podremos separar la imagen de Su Católica Majestad del rostro joven, inteligente y arrebatador de Michelle Jenner. 

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