viernes, 19 de diciembre de 2014

Los ecos del Conservatorio

         Durante los tres últimos cursos escolares, el colegio Ana Caicedo Richard ha ejercido de anfitrión de los profesores y alumnos del conservatorio Narciso Yepes, que sufrió daños muy graves durante los terremotos.
         El Ana Caicedo es un centro reciente, pero con una comunidad educativa muy cohesionada y con muchas ganas de implicarse en el día a día y echar una mano a los demás. En estos años, se han acostumbrado a ver en las aulas los cuadernos infantiles con las partituras musicales; han dado clase o han hecho sus exámenes con música de flauta o de tuba como telón de fondo; y no han podido utilizar el comedor hasta que el último bombo dio paso por fin a las sillas de los niños. Aunque todos estaban algo prietos, trataron de aprovechar el tiempo y el espacio, sacrificándose por que nadie se quedara sin un espacio para sus actividades y creando una cálida convivencia.
         Duplicar los servicios sin poder multiplicar los metros cuadrados ha sido una contrariedad que no fue culpa de nadie -sólo del capricho de la Naturaleza-, y que en el Ana Caicedo han llevado con esa solidaridad que latía ya en el alma de los lorquinos, pero que salió a la luz aquella tarde de mayo en la que todo se desplomó a nuestro alrededor. Todo, menos la dignidad y las ganas de ayudarnos unos a otros.
         Ahora el Conservatorio ha vuelto a su sede, en el antiguo colegio de la Purísima, en el casco histórico de Lorca. Unos espacios más acordes a sus necesidades, con mejor acústica, insonorización, y sitio de sobra para organizar un coro o colocar un piano. Y este hecho ha permitido crecer al Ana Caicedo. Tras recuperar todos los espacios, el colegio ha podido abrir el servicio de comedor, ha empezado a organizar actividades extraescolares y ha implantado otros servicios, como el de apoyo al estudio o la escuela de padres.
         El conservatorio ha dejado una huella muy honda en los niños y niñas del colegio; y es que tres años son muchos en la vida de los pequeños. Se han acostumbrado a ver pasar a otros chavales de su edad cargados con flautas, clarinetes o violines; han escuchado centenares de horas de ensayo culminados con la magia y la belleza de una sinfonía o una marcha bien coordinada; y han aprendido valores como la solidaridad. En definitiva, aunque el Narciso Yepes al fin está donde tiene que estar, sus ecos seguirán resonando en las aulas y pasillos del Ana Caicedo durante muchas promociones.
  

Sara Carrasco / A.M. Beltrán


Músicos veteranos y jóvenes promesas
en las Fiestas de San Clemente.
La música nos hace humanos

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