Durante los tres últimos cursos
escolares, el colegio Ana Caicedo Richard
ha ejercido de anfitrión de los profesores y alumnos del conservatorio Narciso Yepes, que sufrió daños muy
graves durante los terremotos.
El Ana
Caicedo es un centro reciente, pero con una comunidad educativa muy
cohesionada y con muchas ganas de implicarse en el día a día y echar una mano a
los demás. En estos años, se han acostumbrado a ver en las aulas los cuadernos
infantiles con las partituras musicales; han dado clase o han hecho sus
exámenes con música de flauta o de tuba como telón de fondo; y no han podido
utilizar el comedor hasta que el último bombo dio paso por fin a las sillas de
los niños. Aunque todos estaban algo prietos,
trataron de aprovechar el tiempo y el espacio, sacrificándose por que nadie se
quedara sin un espacio para sus actividades y creando una cálida convivencia.
Duplicar los servicios sin poder
multiplicar los metros cuadrados ha sido una contrariedad que no fue culpa de
nadie -sólo del capricho de la Naturaleza-, y que en el Ana Caicedo han llevado con esa solidaridad que latía ya en el alma
de los lorquinos, pero que salió a la luz aquella tarde de mayo en la que todo se
desplomó a nuestro alrededor. Todo, menos la dignidad y las ganas de ayudarnos
unos a otros.
Ahora el Conservatorio ha vuelto a su
sede, en el antiguo colegio de la Purísima, en el casco histórico de Lorca.
Unos espacios más acordes a sus necesidades, con mejor acústica,
insonorización, y sitio de sobra para organizar un coro o colocar un piano. Y
este hecho ha permitido crecer al Ana
Caicedo. Tras recuperar todos los espacios, el colegio ha podido abrir el
servicio de comedor, ha empezado a organizar actividades extraescolares y ha
implantado otros servicios, como el de apoyo al estudio o la escuela de padres.
El conservatorio ha dejado una huella
muy honda en los niños y niñas del colegio; y es que tres años son muchos en la
vida de los pequeños. Se han acostumbrado a ver pasar a otros chavales de su
edad cargados con flautas, clarinetes o violines; han escuchado centenares de
horas de ensayo culminados con la magia y la belleza de una sinfonía o una
marcha bien coordinada; y han aprendido valores como la solidaridad. En
definitiva, aunque el Narciso Yepes
al fin está donde tiene que estar, sus ecos seguirán resonando en las aulas y
pasillos del Ana Caicedo durante
muchas promociones.
Sara
Carrasco / A.M. Beltrán
Músicos veteranos y jóvenes promesas en las Fiestas de San Clemente. La música nos hace humanos |
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