lunes, 24 de noviembre de 2014

Los empresarios defienden la conexión ferroviaria mediterránea

         El verano pasado me planteé irme de vacaciones a Galicia con mi mujer y mis dos hijos. Hacerlo en coche nos pareció inviable: cuando yo era niño, mi hermano y yo cruzábamos España jugando y peleándonos en el asiento trasero del coche, sin sillas adaptadas ni cinturones de seguridad. Mientras que en casa de mi mujer, los niños viajaban tumbados en un colchón puesto en el suelo de la furgoneta de sus padres. Días de libertad que afortunadamente no volverán, ya que en caso de accidente los niños habríamos salido volando por alguna de las ventanillas del coche. Hoy en día tienen que ir sentados y atados, y tenerlos así durante diez horas habría sido un exceso.

Museo del Ferrocarril, en Águilas.
Muchos municipios le deben al tren la prosperidad pasada,
y puede ser fundamental en el progreso futuro.

         Tras hacer muchos números, llegué a la conclusión de que nos podíamos permitir viajar de Murcia a Ferrol en coche-cama, y cargar mi baqueteado Peugeot en uno de esos vagones de dos pisos donde se meten los coches. De manera que llamé a la Renfe, y tras pelearme con uno de esos robots que van desgranando opciones en bucle -Si va a denunciar un regicidio, pulse 9, como en ese capítulo de Los Simpson- logré dar con un operador humano que me explicó que ese servicio ya no se presta. Ya no puedes meter tu coche en el tren y ahorrarle, a él y a tu familia, los kilómetros de desplazamientos y combustible.
         Y esto tan sólo es un símbolo de la decadencia que ha sufrido el tren.
         En los tiempos de las vacas gordas, ir en tren era propio de gente cutre. Lo suyo era cogerse el coche, aprovechando que las carreteras nacionales se estaban transformando en autovías, y formar atascos monumentales aprovechando los puentes de tres días.

En vez de un tren moderno, una máquina del siglo XIX: todo un símbolo

        En los años setenta, la conexión entre el Levante español y Andalucía se cerró. Una vía muerta en Lorca, otra en Almería, y la carretera como única conexión para personas y mercancías.
         A día de hoy, para recorrer en tren los treinta y tantos kilómetros que separan Lorca de Águilas se tarda cerca de una hora. El tren traza un arco inmenso que incluye Puerto Lumbreras -no el casco urbano, sino La Estación, a varios kilómetros-, la diputación de Almendricos y Pulpí, ya en la provincia de Almería. Y sólo pasa una o dos veces al día.

Paso a nivel en Águilas. Pararse y ver pasar el tren
es un hecho excepcional que luego se comenta en casa:
hay un tren de ida y otro de vuelta al día.
  
       Cuando vivía en Barcelona, me sorprendió encontrarme con tres redes de trenes de cercanías yuxtapuestas: si no recuerdo mal, por un lado estaba el Metro -bastante modesto para una ciudad como Barcelona, eso sí-; por otro, los Ferrocarriles de la Generalitat; por el otro, la red de Cercanías. Los trenes comunicaban esta zona de Cataluña con municipios alejados veinte, cincuenta kilómetros. Y lo hacían con una frecuencia pasmosa, en un círculo que se va alimentando a sí mismo: si hay buenos trenes, la próxima vez que tenga que viajar lo haré en tren. Por lo tanto, el número de pasajeros va aumentando y permite inversiones y mejorías, que a su vez atraen a más viajeros... Por el contrario, si dejo de invertir en ferrocarriles, la gente se desanima por un servicio malo e insuficiente, deja de ir en tren, los beneficios se desmoronan, en tren deja de ser rentable...
         En los últimos años, el ferrocarril está volviendo a adquirir importancia. Y lo ha hecho, de manera paradójica, gracias a un servicio tan caro e invasivo como el AVE.

         El primer AVE que hubo en España lo hizo Felipe González, y no fue de Madrid a Barcelona, sino a Sevilla. Personalmente pienso que fue una maniobra electoralista, en un año 1992 que además de la Expo sevillana vio los Juegos Olímpicos de Barcelona, los fastos del Quinto Centenario y no sé cuántas cosas más. Hubo circo, y en aquellos tiempos aún había pan, aunque todos estos festivales se iban a acabar pagando.
         Hasta hace poco tiempo yo fui un ferviente detractor del AVE. Una auténtica muralla que parte en dos los campos y las ciudades españolas; que sale carísimo de construir, y por tanto impone precios prohibitivos a los billetes; que han creado estaciones y núcleos urbanos aislados, algunos de ellos en tierras de caciques que se han enriquecido de la noche a la mañana... y que ha provocado paranoias: cálculos para ahorrarse diez minutos de trayecto a costa de parar en menos ciudades. Diez minutos, que es lo que luego perdemos haciendo cola en la parada de taxis de la estación.
         Bueno. El AVE ha llegado, y, como digo, parece que ha vuelto a poner de moda la cultura ferroviaria. Yo no me fío mucho del AVE, pero sí de los trenes de cercanías. Y de los mercancías. ¡La cantidad de camiones que podrían limitarse a los pequeños desplazamientos, ahorrando combustible, y de paso descongestionando las autovías, si esas mercancías fueran por tren!
         Una de las arterias principales de España es la autovía A-7, que nace en Gerona y acaba en Algeciras de manera casi ininterrumpida. Un eje de transportes de personas y mercancías que comunica Cataluña, la Comunidad Valenciana, la Región de Murcia y Andalucía Oriental... y que no tiene su equivalencia ferroviaria.
         Los empresarios de estas autonomías están dispuestos a que el Corredor Mediterráneo ferroviario sea una realidad. Esta mañana han mantenido dos reuniones consecutivas, una en Almería y otra en Lorca, para informar de que van a pelear unidos para que dicho corredor sea una realidad. La sede de la patronal lorquina CECLOR ha acogido a representantes murcianos (CROEM), andaluces (CEA, ASEMPAL) y valencianos (CIERVAL, COEPA).

  
       Los empresarios han puesto los datos sobre la mesa: según las cifras que manejan, el Corredor Mediterráneo se extiende durante 1.300 kilómetros, entre los Pirineos y Algeciras. Recorre cuatro autonomías y once provincias, en un arco donde reside cerca del 50% de la población de España (con un porcentaje similar del Producto Interior Bruto, el PIB); en el arco se producen el 60% de las exportaciones a Europa, se mueve el 65% del tráfico portuario español y se genera el 70% de la industria turística...
         ...y ese arco no está bien comunicado por tren, con situaciones como el callejón sin salida entre Lorca y Almería.

         Los empresarios se lamentan de que en los Presupuestos Generales del Estado para 2015 no hay ninguna partida prevista para el tramo murciano del AVE; se prevén 10 millones de euros para el 2016 y nada para 2017. En cuanto al Corredor para mercancías, la cifra presupuestada es de 0'2 millones de euros; algo que les parece claramente insuficiente.
         En cuanto a la llegada en sí del AVE a Lorca, los empresarios murcianos apuestan por el soterramiento: afirman que pasar la alta velocidad por el Norte de la ciudad no es posible por motivos técnicos, y que por el Sur tampoco se puede hacer por el elevado coste de las expropiaciones.
         Mirando el mapa, vemos que la zona norte iría en paralelo a la autovía A-7, cruzando el río cerca de los túneles bajo el castillo; mientras que la zona sur atraviesa todas las huertas de La Hoya, Tercia, El Campillo, Almenara...
         Los empresarios de estas tres comunidades autónomas expresan su intención de avanzar unidos en la reivindicación de la conexión ferroviaria de personas y mercancías. Le piden al Gobierno central unos plazos claros, que no se incumplan para variar; y unos presupuestos suficientes.

Se podría ir del campo lorquino a las metrópolis europeas sin bajarse del tren

        Y a mí me parece que es lo justo. Nos estamos gastando el dinero en fiestas, en sueldos de gandules, en darle más dinero a los que ya tienen de sobra... hay que apostar por el ferrocarril como un complemento a los transportes en camión; como un respiro para los millones de coches que cruzan España cada vez que hay un puente. Hay razones de competitividad empresarial, de seguridad vial, de economía doméstica... e incluso medioambientales; aunque el AVE pasa como el caballo de Atila, a largo plazo una máquina de tren contamina mucho menos que una marabunta de coches avanzando en caravana.


         Confiemos en que, dentro de algunos años, veremos avanzar por las vías férreas esos trenes kilométricos de las películas americanas -por otro lado, siempre tan útiles para escapar in extremis de los malos-, abaratando costes y poniéndoselo más fácil a los productos españoles. Y que también podremos llegar a la estación de nuestra ciudad y ver con filosofía cómo se marcha nuestro tren, sabiendo que el próximo pasará en un cuarto de hora, y no en dos días.


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