El
verano pasado me planteé irme de vacaciones a Galicia con mi mujer y mis dos
hijos. Hacerlo en coche nos pareció inviable: cuando yo era niño, mi hermano y yo
cruzábamos España jugando y peleándonos en el asiento trasero del coche, sin
sillas adaptadas ni cinturones de seguridad. Mientras que en casa de mi mujer,
los niños viajaban tumbados en un colchón puesto en el suelo de la furgoneta de
sus padres. Días de libertad que afortunadamente no volverán, ya que en caso de
accidente los niños habríamos salido volando por alguna de las ventanillas del
coche. Hoy en día tienen que ir sentados y atados, y tenerlos así durante diez horas habría sido un exceso.
Museo del Ferrocarril, en Águilas. Muchos municipios le deben al tren la prosperidad pasada, y puede ser fundamental en el progreso futuro. |
Tras
hacer muchos números, llegué a la conclusión de que nos podíamos permitir
viajar de Murcia a Ferrol en coche-cama, y cargar mi baqueteado Peugeot en uno
de esos vagones de dos pisos donde se meten los coches. De manera que llamé a
la Renfe, y tras pelearme con uno de esos robots que van desgranando opciones en
bucle -Si va a denunciar un regicidio,
pulse 9, como en ese capítulo de Los Simpson- logré dar con un operador
humano que me explicó que ese servicio ya no se presta. Ya no puedes meter tu coche en el tren y ahorrarle, a él y a tu
familia, los kilómetros de desplazamientos y combustible.
Y
esto tan sólo es un símbolo de la decadencia que ha sufrido el tren.
En
los tiempos de las vacas gordas, ir en tren era propio de gente cutre. Lo suyo
era cogerse el coche, aprovechando que las carreteras nacionales se estaban
transformando en autovías, y formar atascos monumentales aprovechando los
puentes de tres días.
En vez de un tren moderno, una máquina del siglo XIX: todo un símbolo |
En los años setenta, la
conexión entre el Levante español y Andalucía se cerró. Una vía muerta en
Lorca, otra en Almería, y la carretera como única conexión para personas y
mercancías.
A
día de hoy, para recorrer en tren los treinta y tantos kilómetros que separan
Lorca de Águilas se tarda cerca de una hora. El tren traza un arco inmenso que
incluye Puerto Lumbreras -no el casco urbano, sino La Estación, a varios
kilómetros-, la diputación de Almendricos y Pulpí, ya en la provincia de
Almería. Y sólo pasa una o dos veces al día.
Paso a nivel en Águilas. Pararse y ver pasar el tren es un hecho excepcional que luego se comenta en casa: hay un tren de ida y otro de vuelta al día. |
Cuando
vivía en Barcelona, me sorprendió encontrarme con tres redes de trenes de
cercanías yuxtapuestas: si no recuerdo mal, por un lado estaba el Metro
-bastante modesto para una ciudad como Barcelona, eso sí-; por otro, los Ferrocarriles
de la Generalitat; por el otro, la red de Cercanías. Los trenes comunicaban
esta zona de Cataluña con municipios alejados veinte, cincuenta kilómetros. Y
lo hacían con una frecuencia pasmosa, en un círculo que se va alimentando a sí
mismo: si hay buenos trenes, la próxima vez
que tenga que viajar lo haré en tren. Por lo tanto, el número de pasajeros
va aumentando y permite inversiones y mejorías, que a su vez atraen a más
viajeros... Por el contrario, si dejo de invertir en ferrocarriles, la gente se
desanima por un servicio malo e insuficiente, deja de ir en tren, los
beneficios se desmoronan, en tren deja de ser rentable...
En los últimos años, el
ferrocarril está volviendo a adquirir importancia. Y lo ha hecho, de manera
paradójica, gracias a un servicio tan caro e invasivo como el AVE.
El
primer AVE que hubo en España lo hizo Felipe González, y no fue de Madrid a
Barcelona, sino a Sevilla. Personalmente pienso que fue una maniobra
electoralista, en un año 1992 que además de la Expo sevillana vio los Juegos
Olímpicos de Barcelona, los fastos del Quinto Centenario y no sé cuántas cosas
más. Hubo circo, y en aquellos tiempos aún había pan, aunque todos estos festivales
se iban a acabar pagando.
Hasta
hace poco tiempo yo fui un ferviente detractor del AVE. Una auténtica muralla
que parte en dos los campos y las ciudades españolas; que sale carísimo de
construir, y por tanto impone precios prohibitivos a los billetes; que han creado
estaciones y núcleos urbanos aislados, algunos de ellos en tierras de caciques
que se han enriquecido de la noche a la mañana... y que ha provocado paranoias:
cálculos para ahorrarse diez minutos de trayecto a costa de parar en menos
ciudades. Diez minutos, que es lo que luego perdemos haciendo cola en la parada
de taxis de la estación.
Bueno.
El AVE ha llegado, y, como digo, parece que ha vuelto a poner de moda la
cultura ferroviaria. Yo no me fío mucho del AVE, pero sí de los trenes de
cercanías. Y de los mercancías. ¡La
cantidad de camiones que podrían limitarse a los pequeños desplazamientos,
ahorrando combustible, y de paso descongestionando las autovías, si esas
mercancías fueran por tren!
Una
de las arterias principales de España es la autovía A-7, que nace en Gerona y
acaba en Algeciras de manera casi ininterrumpida. Un eje de transportes de
personas y mercancías que comunica Cataluña, la Comunidad Valenciana, la Región
de Murcia y Andalucía Oriental... y que no tiene su equivalencia ferroviaria.
Los
empresarios de estas autonomías están dispuestos a que el Corredor Mediterráneo
ferroviario sea una realidad. Esta mañana han mantenido dos reuniones
consecutivas, una en Almería y otra en Lorca, para informar de que van a pelear
unidos para que dicho corredor sea una realidad. La sede de la patronal lorquina CECLOR ha acogido a representantes
murcianos (CROEM), andaluces (CEA, ASEMPAL) y valencianos (CIERVAL, COEPA).
Los
empresarios han puesto los datos sobre la mesa: según las cifras que manejan,
el Corredor Mediterráneo se extiende
durante 1.300 kilómetros, entre los Pirineos y Algeciras. Recorre cuatro
autonomías y once provincias, en un arco donde reside cerca del 50% de la
población de España (con un porcentaje similar del Producto Interior Bruto, el
PIB); en el arco se producen el 60% de las exportaciones a Europa, se mueve el
65% del tráfico portuario español y se genera el 70% de la industria
turística...
...y
ese arco no está bien comunicado por tren, con situaciones como el callejón sin
salida entre Lorca y Almería.
Los
empresarios se lamentan de que en los
Presupuestos Generales del Estado para 2015 no hay ninguna partida prevista
para el tramo murciano del AVE; se prevén 10 millones de euros para el 2016
y nada para 2017. En cuanto al
Corredor para mercancías, la cifra presupuestada es de 0'2 millones de euros;
algo que les parece claramente insuficiente.
En
cuanto a la llegada en sí del AVE a Lorca, los empresarios murcianos apuestan
por el soterramiento: afirman que
pasar la alta velocidad por el Norte de la ciudad no es posible por motivos
técnicos, y que por el Sur tampoco se puede hacer por el elevado coste de las
expropiaciones.
Mirando el mapa, vemos que
la zona norte iría en paralelo a la autovía A-7, cruzando el río cerca de los
túneles bajo el castillo; mientras que la zona sur atraviesa todas las huertas
de La Hoya, Tercia, El Campillo, Almenara...
Los
empresarios de estas tres comunidades autónomas expresan su intención de
avanzar unidos en la reivindicación de la conexión ferroviaria de personas y
mercancías. Le piden al Gobierno central unos plazos claros, que no se
incumplan para variar; y unos presupuestos suficientes.
Se podría ir del campo lorquino a las metrópolis europeas sin bajarse del tren |
Y
a mí me parece que es lo justo. Nos
estamos gastando el dinero en fiestas, en sueldos de gandules, en darle más
dinero a los que ya tienen de sobra... hay que apostar por el ferrocarril
como un complemento a los transportes en camión; como un respiro para los
millones de coches que cruzan España cada vez que hay un puente. Hay razones de
competitividad empresarial, de seguridad vial, de economía doméstica... e
incluso medioambientales; aunque el AVE pasa como el caballo de Atila, a largo
plazo una máquina de tren contamina mucho menos que una marabunta de coches
avanzando en caravana.
Confiemos
en que, dentro de algunos años, veremos avanzar por las vías férreas esos
trenes kilométricos de las películas americanas -por otro lado, siempre tan útiles
para escapar in extremis de los malos-, abaratando costes y poniéndoselo más
fácil a los productos españoles. Y que también podremos llegar a la estación de
nuestra ciudad y ver con filosofía cómo se marcha nuestro tren, sabiendo que el
próximo pasará en un cuarto de hora, y no en dos días.
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