Ayer volvió a
cobrar protagonismo El Lute, de las páginas en blanco y negro de El Caso a los modernos platós de la era
digital... y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quiero recordar
algunos momentos míticos de cierto operador de cámara cuyos compañeros le
conocíamos como El Lute... y que se
convirtió en el azote de los políticos, igual que su tocayo lo fue de la Policía
Armada y de la Guardia Civil.
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El Lute, el terror de los políticos
(Fragmento de ¿Esto a qué hora sale?,
manual de Periodismo de
próxima publicación)
El detalle de
no interrumpir una entrevista para no molestar no se le habría ocurrido jamás
al Lute. Me vas a perdonar que emplee este mote un tanto chabacano, pero es el
que le dábamos a cierto operador de cámara valenciano al que no quiero identificar.
No sé si el
Lute era una persona muy de izquierdas; lo que sí sé es que sus víctimas
principales eran los dirigentes del Partido Popular.
En cierta ocasión, al llevarse la cámara al hombro en una convención del PP escuchó un topetazo a sus espaldas; al darse media vuelta se encontró con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, llevándose la mano a la frente, en la que había recibido el impacto de la parte trasera de la Betacam.
En cierta ocasión, al llevarse la cámara al hombro en una convención del PP escuchó un topetazo a sus espaldas; al darse media vuelta se encontró con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, llevándose la mano a la frente, en la que había recibido el impacto de la parte trasera de la Betacam.
El Lute grabó
un día -allá por 1997- una minicumbre de presidentes autonómicos del PP que se
llevó a cabo en la ciudad de Murcia. El presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, se iba a reunir
con el valenciano Eduardo Zaplana y
el aragonés Santiago Lanzuela por no
sé qué tema de actualidad. El compañero llegó desde Alicante, reconoció de
inmediato a Zaplana y se puso a grabar los recursos mientras los presidentes y
sus compañeros de gabinete iban llegando, antes de que comenzase la minicumbre.
En un momento
dado, los gráficos -esto es, los operadores de cámara y los fotógrafos- les
pidieron a los jerifaltes una foto de familia. De manera que Zaplana y
Valcárcel se colocaron delante de un panel, debidamente escoltados por su
gente, mientras los reporteros se apiñaban y empezaban a grabar y a sacar
fotos.
El Lute estaba
en uno de los extremos de la piña
formada por los gráficos, con un tiro de cámara muy torcido, tratando de
abrirse paso hasta el centro a codazos; en un momento dado, para estropearle
aún más la grabación, vio de reojo que una persona trataba de ponerse delante
del objetivo. De manera que alargó el brazo, le apoyó la mano en el pecho y le
echó hacia atrás.
- Déjame pasar
-escuchó, en susurros, mientras el hombre trataba de colarse.
- ¡Estate
quieto! -le instó.
Aquel hombre
siguió tratando de meterse en medio; el Lute le empujó con firmeza, apartó el
ojo el visor y le recriminó su actitud:
- ¡Estoy
grabando a los presidentes!
- ¡Es que yo
soy el presidente de Aragón! -se justificó Lanzuela, mientras conseguía por fin
esquivar al Lute y colocarse al lado de sus compañeros de partido.
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No sé si sabes
lo que es un pool: básicamente es un
acuerdo entre periodistas y gráficos de medios de comunicación diferentes, para
que uno de ellos -y sólo uno- grabe las imágenes y el sonido de una cobertura y
las difunda sin restricciones a los demás. Un pool se da cuando la presencia de
las decenas de periodistas que acuden a la cobertura pone en peligro a la
propia noticia. Por ejemplo:
una personalidad relevante tiene un niño y accede a que un periodista y un
cámara entren a grabarles en la habitación del hospital; pero sólo uno, y no
cincuenta. O puede tratarse de una operación policial que se vería comprometida
si hay doce furgonetas de televisión siguiendo a los secretas. Cosas así. En estos
casos, se escoge a un medio de comunicación y se le da la responsabilidad de
grabar en nombre de todos, y para todos.
En una ocasión,
al Lute le encomendaron grabar un pool
en un acto de José María Aznar,
cuando era Presidente del Gobierno. Se le iba a entregar un premio a la
Selección Nacional de fútbol, y los responsables de prensa establecieron que
sólo podían entrar un fotógrafo y un operador de cámara -ni siquiera un periodista-
por algún motivo que desconozco.
El Lute cogió
su cámara entre las peticiones de los demás compañeros -grábate esto, y
aquello-, mientras su periodista se quedaba en la retaguardia anotando el
listado de televisiones a quienes deberían entregar lo antes posible una copia
de la cinta. Le llevaron a una sala de reuniones donde estaban Aznar, algunos
de sus ministros y los futbolistas de la Selección, con Fernando Hierro a la cabeza.
El Lute grabó
todos los recursos habidos y por haber; luego plantó sobre la mesa el micrófono
de su cadena -quitándole antes el cubilete por exigencias del pool- y se dispuso a grabar los totales.
Una azafata le entregó a Aznar un trofeo; éste se puso en pie, invitó a Hierro
a que se incorporase, estrechó su mano, le dio el trofeo...
...y en ese
momento se escuchó la voz desconsolada del Lute, que susurraba:
- ¡Esto no
puede ser! ¡Esto hay que repetirlo!
Al
escucharle, algunas cabezas se giraron
hacia él. Estaba sentado en una silla vacía de la primera fila, con la cámara
sobre sus rodillas, forcejeando con la tapa de la cinta.
- ¿Qué pasa?
-le preguntó un escolta.
- ¡Hay que
repetirlo! ¡No se ha grabado!
Aznar y Hierro
miraron hacia él.
- ¿Qué te pasa,
hombre? -se interesó Aznar. El Lute le miró, se encogió de hombros, empezó a
temblar y gritó (esto me lo ha contado él mismo):
- ¡¡Me han patinado
los cabezales!!
Tras
explicarles a los allí presentes un par de veces que le habían patinado los cabezales -esto es, básicamente, que la
cinta no corría por un fallo en las piezas que graban-, el Lute se puso en pie
e indicó:
- ¡Esto hay que
repetirlo!
Aznar le miró
con cierta sorna.
- ¿Hay que
repetirlo? ¿Todo?
- Es que me han
patinado...
El Presidente se
echó a reír y le dijo que no pasaba nada; que volvían a repetirlo si hacía
falta. Le pidió a Hierro que le devolviese el trofeo, lo dejó sobre la mesa y
miró al Lute.
- ¿Ya funciona?
- ¡Ahora sí,
ahora va bien! -respondió éste, con un suspiro.
Entonces Aznar
cogió el trofeo, se lo entregó a Hierro, estrechó la mano del capitán de la
Selección y volvió a felicitarle, entre los aplausos de los allí congregados y
el alivio infinito del cámara, que en una situación tan complicada supo salir
del paso.
El Lute siempre
terminaba esta historia recalcando que, tras entregar el premio por segunda
vez, Aznar se volvió a él y le preguntó si tenía suficiente o si era necesario
que volviera a repetir el discurso.
No hay que
tener vergüenza a la hora de formular algunas exigencias, que no son más que
necesidades del oficio. Eres un periodista y estás allí para obtener
información y transmitírsela a tu audiencia.
En cierta
ocasión, la OPC de la Guardia Civil de Alicante[1] convocó
a los medios de comunicación a una rueda de prensa sobre un alijo de droga muy
importante que se había incautado en un municipio de la provincia.
Nosotros
llegamos tarde. Tan tarde, que en el patio de la casa cuartel nos cruzamos nada
menos que con un general de la Guardia Civil, que se marchaba rodeado de los
altos mandos. El cámara logró un par de planos del general, a voleo; luego entramos
en la sala en la que se había desarrollado la rueda de prensa y nos encontramos
a todos los compañeros desmontando los equipos, mientras un oficial le
explicaba a otro periodista algunos detalles menores de la operación; algunos
puntos que no habían quedado claros.
Al vernos
entrar, el oficial nos miró con cierta sorna:
- Han llegado ustedes
un poco tarde.
En realidad ese
un poco eran cuarenta minutos de
retraso. Mientras el cámara se echaba la herramienta al hombro -ni hablar de plantar
el trípode-, puse sobre la mesa el micrófono, conectado al cable y con el pie
de micro, que había preparado mientras él le echaba dos planos al general, y le
espeté:
- Lo siento
mucho, mi teniente coronel[2]
-lucía dos estrellas de ocho puntas; aprenderse estas cosas es básico-; hemos
llegado un poco tarde. ¿Nos podría explicar lo más destacado de la operación?
Los kilos de droga y su valor en el mercado...
El hombre me
miró con cierta sorpresa, y accedió a darnos un par de frases. ¿Qué podíamos
perder? Todo lo más, que nos respondiera de forma desabrida y nos echara la
bronca por haber llegado tarde y pretender un trato especial.
Te puedo asegurar que, cuando se trata de colgarse una medalla, los guardias civiles y los policías son los primeros en ponerte la alfombra roja. Es normal, y creo que así debemos ir los periodistas: aprovechando las facilidades, cuando se nos dan, y pasando por encima de las dificultades, cuando se nos plantan en el camino. Sin perder el espíritu crítico en el primer caso ni dejarnos llevar por el resquemor en el segundo.
Te puedo asegurar que, cuando se trata de colgarse una medalla, los guardias civiles y los policías son los primeros en ponerte la alfombra roja. Es normal, y creo que así debemos ir los periodistas: aprovechando las facilidades, cuando se nos dan, y pasando por encima de las dificultades, cuando se nos plantan en el camino. Sin perder el espíritu crítico en el primer caso ni dejarnos llevar por el resquemor en el segundo.
Termino la
batallita recordando que después de darnos un par de totales, aquel teniente
coronel nos permitió grabar la droga durante un minuto -tiempo suficiente para
que un buen cámara saque cinco o seis buenos planos-, y con eso, más un par de
planos del general, un exterior de la casa cuartel y recursos de coches
patrulla, pudimos hacer la noticia.
Éste no es El Lute sino Antonio Balibrea (7RM), de servicios mínimos en una huelga general |
[1]
Oficina Periférica de Comunicación: el gabinete de prensa de la Guardia Civil.
[2] Aquel hombre lucía dos
estrellas de ocho puntas. Aprenderse las graduaciones es algo básico. Y si en
vez de dirigirte a él como "teniente coronel" le dices "mi teniente coronel", muestras una
deferencia que a muchos oficiales les agrada y te puede abrir más la puerta a
la hora de grabar. ¿Es peloteo? Es empatizar con la fuente de información.
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