Parte I. Capítulo 3 (fragmento)
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Se bajó del mostrador, estremeciéndose al pisar sin
querer la mano rígida y helada de uno de los camareros. Los Celtas Cortos
habían dado paso a Sting. Era una mezcla de estilos algo cogida por los pelos,
pero seguramente Javi Nieves también había tenido un día duro. I don't drink coffee, I take tea, my dear,
decía la radio mientras el Pajas se agachaba aquí y allá y hurgaba en los
bolsillos de los muertos, buscando algún paquete de tabaco. Encontró una
cajetilla de Winston y se fue hacia la salida con el whisky y el tabaco, pero
en el último momento retrocedió para llevarse también la radio.
El
aparato crepitó y se llenó de interferencias mientras salía del local, pero
volvió a tranquilizarse cuando se vio encima de una de las mesas del exterior.
Uno de los clientes de la terraza –un hombre muy joven con traje, corbata y una
camisa blanca lamentablemente arruinada por un cuajo de sangre– había dejado su
chaqueta plegada encima de una silla. El Pajas la usó como toalla para secar la
humedad de su propia silla. Se sentó mirando al frente, consciente de que la
música le convertía en un blanco fácil; pero a plena luz del día, y con el
martillo bien a la vista, suponía que los asaltantes se lo pensarían dos veces.
A menos que estuvieran armados, reflexionó. O que se hubieran vuelto locos.
Tras
unos instantes de duda se encogió de hombros y sonrió con fiereza. Si no veía
clara la defensa, siempre le quedaba echar a correr. Al fin y al cabo, no podía
pasarse toda la vida encerrado como un conejo en una madriguera.
Dio
un primer trago de whisky, poniéndose mentalmente el límite en cinco o seis, y
se relajó escuchando la música, fingiendo que a su alrededor no había pasado
nada; que él era simplemente un millonario disfrutando de una mañana de otoño,
tomándose un buen vaso de whisky mientras las acciones de sus empresas le
llenaban la cuenta corriente del banco.
Sting
dio paso a Another day in Paradise.
Muy apropiado, pensó mientras se acomodaba en la silla y observaba el tráfico
petrificado a unos metros de la terraza de la cafetería. Aquél había sido el
cruce entre dos avenidas, y el marasmo de coches apretujados unos contra otros
era impresionante. Aquí y allá se apreciaban huellas de incendios, que por
suerte la tormenta de la noche anterior había logrado apagar a tiempo. Por un
momento pensó qué estaría pasando en Murcia, o en Almería, donde no caía una
gota de agua al año. Sin ser consciente de ello, había asumido ya que estaba en
presencia de una catástrofe global, sin límites de provincias ni continentes.
Suspiró con placidez, sintiendo el calor del whisky al bajar por su garganta, y
se dejó llevar unos instantes por la música. Estiró las piernas y las colocó
sobre la silla de enfrente. Luego encendió un cigarrillo y dejó vagar sus
pensamientos.
Pasó
Phil Collins, llegó Alphaville. Lo mejor de lo mejor. Con Javi Nieves daba
gusto. Decidió esperar a que terminase aquella canción antes de ponerse en
marcha. Tenía que volver al juzgado y darle a su madre el último adiós. Debía
sacar de allí el cadáver aunque fuera para dejarla en la calle tapada por una
sábana. Aquel edificio se había convertido en un pudridero oscuro y macabro y
su madre no se merecía estar allí...
De
repente sintió un escalofrío de terror. El fin del mundo, aquel pasmo
generalizado que los había matado a todos como a chinches, se había producido
sólo cinco o diez minutos después de que le sacaran del calabozo. De haberse
retrasado su juicio, se habría quedado atrapado en su celda. Bajó los pies de
la silla y se incorporó, sintiéndose muy agobiado de repente. Recordó de pronto
al individuo que aporreaba la puerta del ascensor, emparedado en mitad del
edificio porque se había ido la luz; miró a los edificios vacíos que
flanqueaban la avenida y se preguntó en cuántos de ellos habría alguien
atrapado.
Alphaville se extinguió, eternamente joven, y dio paso a
Billy Joel. Harry Truman, Doris Day,
China Roja, Johnnie Ray... nosotros no empezamos el fuego, decía la
canción; pero el fuego acababa de abrirse paso de punta a punta, consumiéndolo
todo de un solo flash.
Ya
no esperó a una nueva canción. Cogió la radio y empezó a cambiar de emisora,
leyendo los nombres que iban apareciendo en la pequeña pantalla de cuarzo y
dándoles tres o cuatro segundos antes de zapear. La SER y la COPE estaban
muertas y sólo emitían un zumbido siniestro atravesado por las interferencias
de alguna tormenta lejana; en Radio 3 se escuchaba una crepitación que podía
confundirse, en principio, con alguna de sus melodías de vanguardia. Tampoco
había señal en Onda Cero, en Radio Nacional ni en San Froy FM, la cadena local.
En
Kiss FM estaba sonando Springsteen; el Pajas no sabía concretar qué canción
era, pero aquél era el Boss igual que él era Sergio Andrade de Bahamonde.
Aguantó hasta el final de la canción, moviendo las piernas al compás sin darse
cuenta. Tras las últimas notas se sucedieron unos segundos de silencio; luego
el Boss y la E-Street Band volvieron a cantar la misma canción. Al Pajas se le
cayó el alma a los pies; estaba escuchando un programa informático, una
grabación. Kiss FM seguiría con el mismo soniquete mientras el grupo
electrógeno o los generadores de emergencia siguieran funcionando. Y sin duda
le había pasado lo mismo al bueno de Javi Nieves. Estaba escuchando el Plan B
de los informáticos, no una emisión de radio a tiempo real.
(...)
11
El
locutor parecía ser muy joven, y su voz sonaba cansada y algo nasal, como si
estuviera resfriado o a punto de echarse a llorar en cualquier momento; lo cual
habría resultado bastante lógico, habida cuenta de las noticias que estaba transmitiendo.
La emisión no estaba grabada; cada pocos minutos indicaba la hora oficial –en
aquellos momentos, las siete y veinte de la mañana del viernes– para que los
posibles radioyentes supieran que Stone FM seguía dando información a tiempo
real.
–Hola de nuevo. Te habla Juan Jiménez, emitiendo desde
los estudios centrales de Stone FM, tu radio amiga cerca de ti... aquí, en el
corazón de Móstoles y para toda la nación. Seguimos hablando de la crisis
mundial que se produjo ayer, minutos antes de las doce del mediodía hora
local...
Juan Jiménez siguió hablando, pero el Pajas se desconectó
unos instantes. Las palabras crisis
mundial le habían golpeado con fuerza. Una cosa era intuir la realidad y
otra que te la pasaran por los morros.
–...las calles de A Coruña están completamente llenas de
muertos. A algunos se los ha llevado la marea y ahora vienen y van... vienen y
van... según el vaivén de las olas. Un tuitero de Barcelona puso hace una hora
que en la Barceloneta está pasando lo mismo, está todo lleno de gente que
flota. Aquí un mensaje de Sheila, operadora de sonido de Stone FM en Barcelona,
Stone FM tu radio amiga cerca de ti, nos dice, leo: Nuestros estudios en el
Eixample están rodeados por el fuego, han caído varios aviones, uno de ellos en
plena Diagonal... ¿será Al Qaeda...?
Un silencio en la radio. El Pajas miró hacia el cielo,
temeroso de que algún avión se pudiera precipitar sobre las avenidas ahora
silenciosas de San Froilán. Por suerte para él, aquella ciudad de segundo orden
quedaba completamente alejada de las grandes rutas de vuelo que habían
convertido otros municipios en ceniza.
–Otro compañero que nos manda un mensaje por la intranet.
Esteban, de Stone FM Algeciras, tu radio... en fin, nos dice Esteban, dice: Estrecho de Gibraltar, colisión en el mar
entre dos barcos causa incendio descomunal. Inmensa columna de humo muy negro
visible desde muchas millas náuticas. Sin apoyo aéreo de extinción, ni
hidroaviones ni helicópteros. Tráfico marítimo en el estrecho interrumpido, no
pasan barcos. Densa nube negra se eleva desde el interior del Peñón. Un tercer
barco avanza a buena velocidad hacia el naufragio, en dirección salida hacia el
Atlántico. Parece ir sin gobierno ni gente en cubierta... Es un ferry de
pasajeros con coches. En trayectoria de colisión.
Nuevo silencio. El Pajas seguía bebiendo whisky y mirando
al cielo, repasando las formas de las nubes, aparentemente distraído; como si
lo que el locutor estaba diciendo no tuviera nada que ver con él. En realidad
estaba luchando por no perder los nervios, obligándose a respirar con
tranquilidad y a mantener la mente despejada. Tapó la botella de whisky y, para
alejar las tentaciones, la lanzó por encima de la mesa con impaciencia. Cayó
sobre el maletín que el ejecutivo muerto en la mesa de al lado había dejado en
el suelo.
En la radio empezó a sonar una música country que tenía
muy poco que ver con lo que estaba diciendo el locutor. Hubo una subida brusca
del volumen; luego un par de golpes, y por fin la canción desapareció.
–Os pido disculpas –dijo Juan Jiménez–. No sé qué hostias
toqué, que... –su voz sonaba más nerviosa y decididamente nasal, voz de un
hombre que se ha encerrado en el cuarto de baño para poder llorar a gusto pero
que se ve obligado a salir para atender a una visita–. Es que estoy aquí solo
en la emisora. Los demás compañeros han muerto, algunos de ellos están todavía
sentados detrás de los controles. Leemos un mensaje en nuestra página de
Facebook, nos dice Aroa Constrictor: Avión
estrellado, atención, avión estrellado en pleno centro de Segovia. Avión muy
grande de Iberia descendió casi en picado e impactó contra el Alcázar. Mucho
humo, debe de haber cientos de muertos además de todos los que hay por las
calles. El acueducto aguanta bien aunque hay dos personas ahorcadas desde la
parte de arriba. Una lleva un letrero pintado que no puedo leer. Yo, escondida
escuchando tu conexión. Ánimo... Pues ya lo veis, amigos. Ánimo, nos dicen.
Mirad, mi familia ha muerto, mi novia y mis padres, y... en fin –hizo un
esfuerzo, que el Pajas alabó, por componer una voz alegre, de profesional–.
Otras informaciones nos llegan de otras partes del planeta que ha sido tocado,
al parecer, por una tragedia global. Esto no es lo de las Torres Gemelas, esto
va más allá de la capa de ozono... Quiero decir... aquí alguien la lió muy
parda, y el muy hijo de puta, desde luego, tendrá que pagar por ello... –hubo
un silencio mientras Juan Jiménez trataba de rehacerse–. Otras informaciones
nos llegan aquí, a los estudios centrales de Stone FM, tu radio amiga cerca de
ti... si no te has muerto ya. Leemos las webs internacionales; recordamos que
sólo se está actualizando una de cada cien, por eso tenemos que dar información
tan fragmentada. En Estados Unidos, el USA
Today habla de una pandemia desconocida, una especie de epidemia mundial, y
dice que las principales ciudades de América han sido literalmente diezmadas.
Cita unas cuantas, entre ellas Los Ángeles, San Diego, San Francisco, Chicago,
Houston, Dallas, Boston, Detroit, Portland... aunque no dice si se refiere a
Portland Óregon o Portland Maine –rió un chiste que sólo él comprendió y
añadió–: y también Berlín, debe de ser que tienen un corresponsal en la zona.
Sigue diciendo el USA Today que el
río Mississippi está abarrotado de cadáveres flotantes a su paso por Nueva
Orleans... de miles de cadáveres en los que los cocodrilos hacen... un gran
encarnizamiento... Hay un comentario de un testigo, un americano que se llama
Ananías Kerry –estallido de carcajadas, amplificadas por el micro como si se tratase
de ráfagas de ametralladora–, que vive en Key Point West y dice que puede ver
una inmensa nube de humo proveniente de Nueva York... que cubre el horizonte.
Habla de aviones estrellados como el 11-S, pero ahora provenientes de todas
direcciones y sin blanco definido. En París... bueno, la web está en francés,
vamos a ver... un poco de música y seguimos en Stone FM, tu radio amiga cerca
de ti, cuando son las siete horas, cuarenta y tres minutos, del día 23 de
octubre. El día después del fin del mundo.
La voz del locutor fue reemplazada por los acordes
melancólicos de una armónica. De nuevo Bruce Springsteen; a todos aquellos
cabrones les había dado por lo mismo, pensó el Pajas. Se levantó de la mesa,
puso la radio al máximo y se alejó de la cafetería mientras a sus espaldas el
Boss empezaba a contar que él venía de la parte baja del valle.
(...)
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